Capítulo cuarenta y dos
Salgo de la cama con cuidado de no despertar a mi señora madre y estiro mi cuerpo entumecido después de horas esperando que se me pasara la medicación.
Aún no me siento del todo bien, pero el pequeño dolor que tengo en ciertas partes es soportable.
Dirijo mis pies al baño y al llegar observo mi aspecto en el gran espejo de cuerpo completo —estoy hecha un lío —mi cabello es un desastre, no tengo casi cejas, mis pestañas largas están chamuscadas, hay zonas rojas por mi cuello y pecho, los pelitos de mis brazos desaparecieron y dejaron pequeñas bolitas de agua por las quemadas...
Podría seguir mencionando muchas más cosas, pero la verdad es que no tengo ganas de verme más en el espejo.
Giro y me despojo de la bata que cargo, entro a la ducha y pongo el agua fría a tope, sin pensármelo entro dejando que el agua me relaje y tranquilice mi corazón irracional en este momento.
Mi marca empieza a arder y apoyo mis brazos sobre el cubículo para tener más fuerzas y no desplomarme desnuda sobre el piso, levanto la mirada viendo el reflejo de sus iniciales en mi cuello y cierro mis ojos recordando.
¡¿Qué es esto?!
Lo que dice que eres mía, mi novia.
Una lágrima baja por mi mejilla y trago grueso sintiendo mi corazón revolcarse de dolor.
¿Acaso así es como se siente cuando te están rechazando con otra persona?
Sí.
Vale.
Actuó cómo si nada estuviese pasando y terminó de bañarme, salgo de la ducha y camino directo al armario, abro las puertas encontrándome con toda mi ropa y dejo salir un intento de sonrisa. Me pongo unos pantalones gigantes para que no molesten tanto mis zonas delicadas y copio la acción con la camisa, encuentro unas zapatillas cómodas, me las pongo y camino hasta llegar a la peinadora, con el cepillo acomodo mi cabello de tal manera para que no se note que está quemado y al terminar junto perfume en crema sobre mis muñecas y un poco por la parte trasera del cuello, mis ojos nuevamente recaen sobre esas iniciales y aprieto mi mandíbula.
Primero, no quiero pensar en él, después logró no pensar en él y vienen esas malditas letras fastidiando.
Con paso firme abro el cajón de bufandas y saco una a juego con mi ropa, me la pongo y volteo para ver mi aspecto.
Mucho mejor.
Salgo y le doy un último vistazo a mi madre antes de ir cerrando detrás de mí, bajo al segundo piso y doblo hacia la izquierda, dos puertas después tocó y escucho el mítico "pasé" de mi padre.
Abro y tanto como mi abuelo, como mi padre se me quedan viendo —¿Qué? —digo —no puedo estar todo el tiempo en cama, me estresa, necesito hacer algo o bien ponerme a leer que es lo único que me desestreza —tomo asiento en los sillones —¿y bien? ¿cuál es el plan b?
Mi padre une sus manos sobre la mesa mientras alza sus cejas —tu confianza me desarma, ¿qué te hace pensar que te diremos qué es lo que estamos haciendo?
Aplasto mis labios —entiendo...—me levanto —iré a ver a Lorena, con su permiso —camino hasta la puerta y antes de salir escucho la voz de mi abuelo.
—No harás nada, ¿cierto?
No hacer nada nunca no es mi especialidad.
Giro mi cabeza por encima del hombro —No.
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La Chica Dhall ©
WerewolfEn mis cortos años de vida he aprendido que: uno, soy una chica normal que cada día se convierte más en una persona vieja; dos, vengo de una familia muy peculiar para los demás humanos y, por último, no sé que me espera en el futuro. Tres cosas que...