Sorpresas.

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Exhausta y totalmente empapada en un malholiente sudor, se dejó caer en la tierra húmeda y llena de bichos viscosos y crujientes.

Miró al cielo nocturno y con rapidez localizó la estrella mayor, aunque ella sabía que ese cielo era solo una burda imitación del cielo del exterior.

-Aries tenía razón. Debo hablar con el bigotes.- se dijo así misma mientras se volvía a incorporar para ver a Zeref en el mismo estado que ella. Sudoroso y malholiente. Si, exacto, estaban hechos un asco.

Sin decir nada se levantó del suelo junto con Lucy. Ambos se miraron a los ojos, pero Zeref desvió la mirada y se metió de lleno en el lago otra vez. Lucy vio como su somba desaparecía al final de la gruta submarina.

Volvió a mirar de nuevo al cielo y sonrió con tristeza. Siempre era de noche en aquellos lugares, siempre. Lucy solo vió al luz del Sol el primer día de entrenamiento y a partir de ahí no volvió a ver más el tan añorado Sol, a pesar de ello, siempre hacían agradables temperaturas. Aunque algunas veces, Zeref la puso en situaciones extremas de mucho frío y mucho calor. Otras con vientos huracanados y otras veces con lluvias torrenciales. La había hecho entrenar con pesas y balanzas al igual que con plumas y briznas de hierba. El mago oscuro tenía una mentalidad muy extraña y la exponía al explicar y dar a entender sus lecciones, también un tanto particulares.

Decía que sus lecciones eran como él. Iban de un extremo a otro sin previo aviso. Y era cierto. Aunque al final Lucy lo entendió. Zeref tenía una parte macabra de sí mismo y otra muy dulce, ella había tenido contacto más de una vez con ellas.

Pero las dos eran Zeref, su maestro y amigo. Aunque a pesar de que el la retenía allí, le había dado tantos conocimientos, sabiduría y fuerza que le perdonó el tenerla allá enclaustrada.

Al final se acostumbró a vivir allí, era agradable, pero eso no quitaba que sus pesadillas la siguieran perturbando y a pesar de que Zeref al final la terminaba consolando ( a su manera) no podía quitarle la inquietud que guardaba dentro.

Soñaba constantemente con lo mismo: Perdía algo muy querido para ella, pero no sabía el qué.

Se acordaba de su primer sueño extraño, antes de que todo sucediese.

La extraña silueta con forma de hombre reluciente como el Sol, estaba presente siempre en sus sueños y siempre ese "hombre" estaba en diferentes lugares. Unas veces más cerca y otras más lejos, pero nunca llegaba a ella. Lo llamaba por su nombre, un nombre que ella no se acordaba nunca pero ella insistía en recordarlo, aunque no pudiese. Esa silueta también iba hacia ella y la llamaba pero no la veía, ella le chillaba y le rogaba que fuera hasta donde estaba, pero por alguna razón no la encontraba, a pesar de estar en un espacio totalmente blanco y flotando en la nada blanquezina que los rodeaba. Y cada vez que el sueño acababa, ambos caían en hoyos negros hacia abajo. Lucy se despertaba llorando y con el corazón encogido.

Había estado pensado y buscando hechizos, pero nada. No encontraba nada.

Ese "hombre" era un misterio tanto como para ella como para su corazón que lo reclamaba a pesar de no saber siquiera su nombre o rostro. No sabía nada absolutamente de él.

Zeref le insistía para que parase de buscar "información inútil" y volviese a descansar, ya que Lucy tenía un estricto horario y solo podía buscar por libre en su tiempo de descanso. Pero ella no quería, haciendo que esta falta de reposo le pasase factura luego.

No le importaba.

El saber que hay algo tan importante para ella fuera de su alcance, la tenía extenuada e inquieta.

¿Que era? ¿Qué es? ¿Quién es? Eran las preguntas que se hacía cada día al despertar y que nunca sabía contestar.

Con estos pensamientos en la cabeza, ella también se sumergió en el gran lago y empezó a bucear hacia la gruta. Sus pulmones y su cuerpo ya se habían acostumbrado a ese recorrido, por lo que lo hacía rápido y sin pararse siquiera a respirar un momento. Con un tirabuzón, salió impecable del agua. Se puso de pie, ya en su "habitación" y se empezó a quitar el traje blanco para liarse una manta que le servía de toalla y secarse. La había obtenido cuando se aprendió los principales conjuros oscuros de invocación y Zeref se la dió como premio. En ese momento no lo entendió, pero conforme seguía en el entrenamiento, lo pilló al instante.

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