Dio Brando es un abogado de 27 años, que tiene que cuidar a sus cuatro hijos: Giorno, Donatello, Ungalo y Rikiel. Ellos le dan aliento para vivir el día a día, puesto que en el amor, no le ha ido muy bien.
∆Stands: Si, pero no tienen mucha relevanci...
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Y todo ese conjunto de acciones lo habían llevado a donde estaba ahora.
Ese día había olvidado colocar la alarma, y para su suerte durante la noche nada interrumpió su sueño, quizá pudo seguir descansando libremente pero ya habían tres niños en su cama hablandole y moviendo las sábanas —Hmm...— busco el reloj para mirar la hora, eran cerca de las nueve —Buenos días— sonrió al ver a sus pequeños junto a él
—¡Buenos días papi!— dijeron al unísono
—¿Siempre harán eso?— bostezo abrazandolos —Vamos a preparar el desayuno ¿de acuerdo?— miró a los tres asentir —Adelantensen voy a ver a su hermano— se colocó la bata y fue a la habitación conjunta, el pequeño pelirosa aún dormía, suspiro algo aliviado. Bajo para empezar a cocinar, agradecía que sus niños no fueran tan pequeños y puedan ayudarlo.
—¿A dónde quieren ir hoy?— habló mientras preparaba junto a Ungaro la mezcla para los hot cakes
—¡Al parque!— grito emocionado el mayor de todos mientras colocaba el azúcar en las tazas
—¡Yo también quiero! Hace mucho que no vamos al parque— sonrió emocionado ayudando a su hermano
—De acuerdo, de acuerdo— medio sonrió —¿A ti también te gusta esa idea Ungaro?— miro al castaño únicamente asentir, aún no sabía hablar del todo bien ni tampoco expresarse —De acuerdo, entonces desayunamos y vamos
—¡Si!—
Escucho a los tres hablar emocionados, así que se aseguraría de hacerlos disfrutar ese fin de semana.
Luego de desayunar, fue a arreglar a cada uno, y se tomó el tiempo para arreglarse él también, si bien, precisamente en ese momento no estaba interesado en buscar pareja, no podía dejar de lado su maquillaje, puesto que desde muy joven estuvo al tanto de la moda del momento, siempre intentaba lucir lo mejor posible, quizá por eso casi siempre usaba pendientes en sus orejas, labiales y una que otra vez delineador. En ese preciso momento no vio necesario arreglarse tanto, aún así, luego de colocarse el protector solar, se coloco un par de aretes de colores dorados y su labial favorito, el de color verde.
Ya todos listos para la travesía, los subió en el auto, los tres niños más grandes atrás y Rikiel en el asiento de copiloto o prácticamente un asiento más especial para su edad. Llevo lo necesario, agua, protector, un balón de fútbol, el coche, y una interminable lista de otras cosas innecesarias por si las necesitaba.
No fueron hasta un parque tan lejano, estaba a media hora de la casa, en el centro de Londres, Hide Park, no había ido ahí antes con ninguno de sus hijos y le parecía una buena oportunidad llevarlos ahora.
El parque era inmenso, tenía grandes espacios verdes, el parque infantil, un lago, restaurantes, canchas, jardines, un sitio bastante completo, donde solía pasar con sus amigos cuando aún cursaba la preparatoria.