Dio Brando es un abogado de 27 años, que tiene que cuidar a sus cuatro hijos: Giorno, Donatello, Ungalo y Rikiel. Ellos le dan aliento para vivir el día a día, puesto que en el amor, no le ha ido muy bien.
∆Stands: Si, pero no tienen mucha relevanci...
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La noticia a ambas familias emocionó, planearon que la boda sería en dentro de unos cuatro meses, para preparar todo lo necesario para la esperada boda, mientras que esperaban emocionados al pequeño.
Dio, por su parte, estaba completamente feliz, su vida no podía estar de mejor manera, y aunque muy al fondo le decía que algo malo sucedería no se dejó vencer por esa idea; le sorprendía que a diferencia de su ex pareja, Leia continuaba laborando a la vez que se encargaba de su hogar, y aunque él insistió en que lo dejará ella no quiso.
Prácticamente esos meses pasaron de maravilla, como un cuento de hadas si así podría decirse, tan solo faltaba una semana para la gran ceremonia cuando un imprevisto ocurrió.
Era un sábado de mañana, todos se encontraban en el departamento, ese día tenían previsto pasarla ahí y no salir, tener un día de descanso era lo ideal. Giorno y Donatello ayudaban a su padre a cocinar, mientras que Leia en el sillón tejía unos zapatitos para su bebé, cuando sonó el timbre.
—Iré a ver, ustedes tranquilos— se levantó del sofá dejando a un lado su reciente trabajo y la ovilla de lana, abrió la puerta como de costumbre —Buenas tardes— recibió a la mujer con una sonrisa, quiso recordarla pero realmente no la había visto antes —¿Disculpa a quién buscas?
—Buenas tardes— analizó a la mujer que le había abierto la puerta —De seguro tu eres ahora la mujer de Brando— suspiro —Vengo a buscarlo a él, llámalo
—¿Uh?— no entendía la descortesía de la mujer frente a ella ¿Qué tendría que hacer una mujer así hablando con demasiada confianza sobre su prometido? —De acuerdo— dijo con algo de duda y luego se adentro nuevamente a la casa —Dio, hay una mujer buscándote afuera, viene con un niño
—¿A mí?— se cuestionó, no era normal que sus clientes fueran hasta su casa, eso realmente era extraño —Igual y ya hemos terminado— dijo apagando la cocina —Si desean pueden comer ahora— dijo con una sonrisa acariciando a sus dos pequeños y dejando el delantal de un lado, luego fue hasta la puerta para saber de quién se trataba —Buenas tardes ¿Cuál es el motivo de su visita?
Sonrió ladinamente, un poco enojada —Hola, Dio, tanto tiempo sin verte, ya ni te acuerdas de mí ¿no?
—Ehh... Quizás... Es descortés de mi parte pero no te recuerdo
—Lo supuse— bufo —Bueno igual y no tengo intenciones de que te acuerdes de mí, solo vengo a dejarte a tu hijo— señaló al menor que estaba junto a ella
—¿Mi hijo?— miró al pequeño sin comprender lo que escuchaba —¿De qué estás hablando?
—Eso es lo que te pasa cuando bebes y te drogas hasta no más poder, idiota
Suspiro tratando de comprender de qué hablaba —De seguro te has equivocado, no recuerdo ni siquiera haber estado contigo
—¿Sabes porqué estoy segura de qué es tu hijo?— se acercó a él, hasta una proximidad que no era buena, una en la que casi rozaban sus narices —Por esta marca que llevas justo aquí— acarició su hombro hasta llegar a donde recordaba estaba aquella marca de nacimiento
