15. Txalkan

106 20 15
                                    

—Volveré a mediados de julio para las vacaciones de invierno —dice Aukan.

—Yo habré vuelto a la escuela para entonces —replico algo triste.

Caminamos a orillas del lago. Se forman pequeñas olas en este debido a la brisa que corre. Aukan había venido a despedirse, ya que volvería a Concepción mañana por la mañana. Había sido agradable tener a mi mejor amigo aquí nuevamente, pero me daba cierta nostalgia verlo marchar. Era como si nunca más pudiésemos volver al pasado y realizar nuestras locas aventuras.

Aukan me coge del brazo y me obliga a voltear a mirarlo.

—Solo serán unas semanas —afirma, intentando animarme. Ruedo los ojos.

—¿No te has puesto a pensar que el próximo año, ambos estaremos lejos de casa? Es probable que no pueda venir al We Tripantu, o que nuestras vacaciones de invierno no coincidan —le digo.

—Eres una pesimista —replica, sacudiendo la cabeza.

—Me gustaría volver en el tiempo, cuando aún no te ibas a la universidad. Como cuando nos escapábamos al bosque, o nadábamos en el lago aunque estuviese lloviendo —comento, ignorándolo.

Aukan levanta las cejas y una sonrisa traviesa se dibuja en sus labios. Suelta mi brazo y asiente.

—Esa es una excelente idea, Sofi. —Se quita sus zapatillas, frunzo el ceño.

—¿Qué haces? —pregunto. Si ríe y se quita su suéter.

—¿Quieres volver al pasado? Pues bien, bañémonos en el lago —replica. Se quita la camiseta. Abro los ojos como platos.

—¿Estás demente? Ayer ya nos bañamos en el río. ¿Acaso quieres que nos dé neumonía? —Suelta una risita relajada y comienza a desabrocharse el cinturón.

—No seas cobarde ahora, Sofía. Nos hemos zambullido en el agua con condiciones mucho peores —me recuerda.

Se quita sus vaqueros, quedando en bóxer, y camina hacia el agua. Se detiene cuando está a punto de entrar al agua y voltea a mirarme.

—¿Vas a acompañarme o me dejarás solo? —pregunta desafiándome.

Muerdo mi labio, sopesándolo unos segundos. Antes de que me arrepienta, me quito mis zapatillas y mi abrigo presurosa. Dejo mi ropa en la arena, junto a la de Aukan. Me abrazo a mí misma mientras camino hasta Aukan, el viento hace que me ponga la piel de gallina.

Aukan me ofrece su mano y la cojo. Caminamos para adentrarnos al lago, el agua se siente muy fría, haciéndonos tiritar, pero no nos detenemos. Cuando llegamos a la parte donde ya no hay piedras, nos sumergimos. El frío hace que mi cabeza duela, pero no me importa. Comienzo a nadar, al principio me cuesta un poco por el frío, pero poco a poco comienzo a acostumbrarme.

Me detengo y miro a mi lado, Aukan está un poco más atrás. Sonrío victoriosa.

—Parece que te he vuelto a ganar —comento. Él se ríe.

—Y tú que no querías meterte al agua —dice.

—Para ahorrarte la humillación, claramente.

—¡Sofía! —escucho que grita mi hermana desde la orilla. Aukan y yo la miramos y nos reímos. Ella nos mira incrédula.

—Eh, Isa, ¿Por qué no te das un chapuzón con nosotros? —le grita Aukan.

—¡¿Están locos?! —exclama—. ¡Se van a morir de hipotermia!

—Para nada. Esto hace bien para la circulación —le digo, haciendo reír a Aukan.

Una luz cruza el cielo. Miro las nubes grises, y a los pocos segundos, un trueno se deja escuchar, resonando por todo el lugar. Comienzan a caer pequeñas gotas de lluvia. Miro a Aukan.

PiuchénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora