19. Trayken

112 22 10
                                    

Camino tras él por entre los árboles. El suelo está húmedo, y algunas gotas de agua caen de las copas, debido al agua que se ha acumulado en las hojas por la lluvia.

El bosque es un lugar lleno de vida. Escucho a los múltiples pájaros cantar, desde tricahues hasta chucaos. Se escuchan también las bandurrias y queltehues, que deben estar sobrevolando para buscar comida en tierras húmedas. De vez en cuando se escucha el zumbido de algún insecto sobrevolando. Pisadas rápidas y casi imperceptibles me indican que no somos los únicos caminando por el lugar. Probablemente huemules o pudúes también deambulan por allí. Esto es lo que amo del bosque, la vida que alberga.

—¿No me vas a decir a dónde vamos? —pregunto. Nikolaj voltea a verme, con una sonrisa cómplice dibujada en su rostro.

—Arruinaría la sorpresa ¿no crees?

Entrecierro los ojos, intrigada. Acelero el paso, ya que las grandes zancadas de Nikolaj me dejan atrás rápidamente. Lo alcanzo, y debo caminar extremadamente rápido para mantenerme a su altura, lo que no me da tiempo de ver donde piso y comienzo a tropezar seguido con las raíces de los árboles.

—Creo que me estoy arriesgando demasiado estando aquí contigo —admito. Frunce el ceño y vuelve a mirarme.

—¿A qué te refieres? —pregunta sin entender. Suspiro.

—A que tú perfectamente podrías ser un psicópata y me estás llevando a un lugar para asesinarme —explico. Una risa cantarina escapa de sus labios.

—¿En serio crees que puedo ser un psicópata? —pregunta mirándome. Me encojo de hombros.

—No sé nada de ti —replico. Rueda los ojos.

—Claro que si...

—Te llamas Nikolaj. Eso es todo lo que sé —le interrumpo. Él frunce el ceño.

—Ya te he dicho sobre mí —dice él.

—Has dado respuestas vagas —le contradigo.

—¿Cómo qué?

—Has dicho que vives cerca, pero no exactamente dónde.

—No entiendo por qué debería importar donde vivo —se excusa. Entrecierro los ojos.

—Dices que vives hace bastante tiempo acá. Pero eso es muy subjetivo. Bastante tiempo pueden ser minutos o años.

Tropiezo nuevamente y esta vez pierdo completamente el equilibrio. Siento que caigo, pero los brazos fríos y firmes de Nikolaj me sujetan antes de que caiga. Por primera vez, está a centímetros de mí. Se siente extraño sentir sus manos frías en mis brazos, y al mismo tiempo, sentir el calor de su mirada.

Se aparta de mí y carraspea incómodo. Mis mejillas se ruborizan. Trago saliva, me he puesto nerviosa de pronto. Tal vez sea mi instinto advirtiéndome que no debería estar a solas con un desconocido.

Lo miro de soslayo. Nikolaj levanta la mirada hacia el frente.

—Queda poco —informa, y vuelve a su andar.

Tardo unos segundos en seguirlo. Comienzo a escuchar otro sonido además de los pájaros y animales. Es agua corriendo.

Acelero el paso, ansiosa por descubrir de donde proviene aquello. Entre los árboles comienza a abrirse un pequeño claro. Diviso el agua cristalina. Nikolaj se detiene en la orilla y voltea a mirarme. Pero mis ojos no lo ven a él. Están clavados en la hermosa cascada que hay en frente. Es pequeña, pero su agua es cristalina. Cae desde una muralla verde, decorada por enredaderas. Distingo algunos copihues entre ellas.

PiuchénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora