37. Epewün

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A pesar de que llevo casi toda la noche acostada, no he podido pegar ojo. Miro fijamente la ventana hacia el cielo nocturno, las nubes dejan entrever la luna de vez en cuando.

Hacia horas Nikolaj me había escoltado hasta la puerta de casa para luego irse con Thorsten y conversar sobre el peligro de que el hermano de Nikolaj, Jochem, descubriera que es cercano a una humana.

Es de madrugada, y ya me he rendido con la idea de que podré dormir. Enciendo la luz de mi mesita de noche. Sammy, que duerme a los pies de mi cama, levanta la cabeza, me mira, y luego vuelve a dormir. Desbloqueo mi teléfono, abro el buscador y vuelvo a buscar, como tantas veces, información sobre el piuchén.

Nikolaj no me había dado muchas explicaciones, pero según las leyendas, se supone que al morder no transformaba. ¿Cómo era que a ellos sí?

Unos sollozos me alertan. Me siento en la cama, dejando el teléfono sobre mi almohada. Sammy mira en dirección a la puerta. Otro sollozo. Es Isabel. Me levanto de la cama y me coloco mis pantuflas.

Crac.

Un crujido. Sammy se levanta, gruñe en dirección a la puerta de mi habitación. Me quedo quieta, mirando hacia la puerta. Contengo la respiración, atenta a cualquier ruido. Escucho a mi hermana gritar ligeramente y salgo pitando en dirección a su habitación.

Abro la puerta de golpe. Creo ver una sombra en la esquina. Enciendo la luz, Sammy ladra. Isabel se levanta de golpe de la cama, está llorando. Me acerco corriendo y la abrazo, se aferra a mis brazos con fuerza, tiritando. Acaricio su espalda, tratando de calmarla. Sammy olfatea en la esquina donde creí ver la sombra.

Hace una semana, no me habría alterado por ello. Pero ahora que sabía del tipo de criaturas que rondaban por el bosque, una sombra no era simplemente eso. Podía significar otra cosa. Más aún si mi perro olfateaba, como si oliera algo extraño.

Los sollozos de Isabel se calman un poco, pero no se separa de mí. Peino su cabello. Hace frío aquí. Volteo hacia mi izquierda y veo de donde proviene la brisa: la ventana está abierta.

—¿Por qué estás con la ventana abierta? —pregunto en voz baja. Isabel se sorba la nariz y se aleja un poco. Limpia sus mejillas con el dorso de sus manos y mira la ventana.

—Tenía calor —replica vagamente. Se levanta apresurada y cierra con pestillo, para luego cerrar las cortinas.

Se abraza a sí misma y voltea, mirando el suelo. Sus ojos enrojecidos y algo hinchados la delatan. Se sienta nuevamente en la cama, subiendo sus piernas, y abre el cajón de su mesita de noche para sacar una caja de pastillas. Saca una, se la lleva a la boca y coge su vaso con agua y bebe. La observo, algo en esto anda mal, algo le ocurre a mi hermana. Deposita el vaso en la mesa y suspira.

—¿Te importa si me quedo con Sammy esta noche? —pregunta con voz gangosa.

—Claro que no —replico.

—Sammy —le llama mi hermana con voz tierna.

Sammy sube a la cama y se acerca a ella. Isabel acaricia su cabeza y rápidamente Sammy se voltea, dejando su estómago expuesto para que le hagan cosquillas. Isabel le hace cosquillas, Sammy mueve su pata trasera.

—Isabel —le llamo.

—¿Si? —Sonríe viendo como Sammy cierra sus ojos y disfruta las cosquillas.

—¿Qué está pasando? —pregunto.

Su sonrisa desaparece. Deja caer sus manos, Sammy se levanta y comienza a lamerle el brazo. Isabel traga saliva y levanta la cabeza, mirándome.

PiuchénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora