El día en la escuela fue bastante anormal y triste. Elías había egresado el año pasado, por lo que muchos de sus amigos aún se encontraban aquí. Héctor no vino, por supuesto, por lo que después de las clases fui a su casa. Estaba completamente deprimido.
Me quede acompañándolo hasta que mi madre me fue a buscar. No había mucho que hacer, y eso era lo que más le frustraba. La policía había desistido en la búsqueda con voluntarios, brigadas especiales de Puerto Montt llegaron en ayuda. Nadie lo decía, pero claramente era difícil encontrarlo vivo a estas alturas.
Había sido un día atípico en todos los sentidos. No solo por lo de Elías, sino porque el cielo estuvo despejado, con un sol luminoso, pero cuyos rayos no calentaban realmente.
Mis padres estaban sentados en el sillón de la sala, viendo las noticias, cuando Isabel pasa por la cocina y saca un paquete de galletas. Se sienta en el taburete junto a mí, mientras yo le doy una mascada a mi manzana, leyendo un libro.
—Creí que habían suspendido los exámenes de esta semana —comenta, saca su teléfono del bolsillo y saca una foto a sus galletas. Marco la página y levanto la cabeza.
—No todos leen por obligación —le recuerdo. Rueda los ojos. Apoya su codo en el mesón y comienza a sacarse fotos.
—¿Vas a ir a la fiesta del solsticio? —pregunta como si nada. Y entonces entiendo sus intenciones.
—Si —replico, mirándola mientras ella finge estar ocupada en el teléfono—. No te voy a llevar.
Deja el teléfono en el mesón y me mira con el ceño fruncido.
—¡Por favor! Tú no tienes exclusividad sobre Sayen —reclama ella.
—No, pero no tengo la autorización para invitarte. Ni a ti ni a nadie.
—¿Me vas a decir que no irás con Héctor? —pregunta, arqueando una ceja. Niego con la cabeza.
—No. Aukan me ha invitado a mí, y si realmente te interesara el We Tripantu, no solo para tus redes sociales, sabrías que ser invitado no es como con las fiestas, es un privilegio —explico. Coloca los ojos en blanco.
—Eres la peor hermana del mundo —dice molesta, levantándose de la silla.
—Gracias —replico con sarcasmo.
Se va furiosa de la cocina y sube corriendo las escaleras.
Isabel era cada día más insoportable. Se preocupaba mucho de lo que los demás pensaran, de sus redes sociales, de ser "rebelde". Como si usar delineador negro y pintarse las uñas con colores oscuros fuera alternativo.
Y aunque mi vida le resultara aburrida, por mi amor a la naturaleza y la lectura, envidiaba mucho mi amistad con Aukan.
Cierro el libro y me levanto del taburete para botar en la basura orgánica el corazón de la manzana. Me quedo quieta. Levanto la cabeza y miro por la ventana hacia el bosque. El brillo plateado de la luna ilumina completamente el exterior.
Me acerco a la puerta trasera y me coloco el impermeable.
—Sammy —le llamo. Él se acerca corriendo. Me coloco las botas y acaricio su cabeza—. Vamos afuera.
Abro la puerta y salgo. Sammy me sigue mientras camino hacia la cerca, pero se detiene unos metros antes. Creo que he traumatizado a mi pobre perro.
La luna ilumina bastante bien el inicio del bosque, no se observa nada. Saco mi teléfono para encender la linterna cuando, por el rabillo del ojo, detecto la presencia de alguien. Levanto la cabeza para encontrarme con los ojos de hielo de Nikolaj.
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Piuchén
UpířiMis padres siempre me dijeron "no te adentres mucho en el bosque". Sabía de los animales salvajes que rondaban por allí, de lo fácil que sería perderse y no encontrar el camino de vuelta. No era novedad ver como campistas se perdían en ellos. No sé...