38. Ko

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—Daniel —le llama Aukan. El pequeño sale corriendo con su paso torpe—. ¡Daniel!

Ríe y se apresura. Aukan se le acerca y lo toma en brazos para luego apoyarlo en sus hombros.

—Me voy a comer a un niño —bromea Aukan. El pequeño grita divertido.

—Deja a Lihue en paz —le dice Sayen. Aukan comienza a girar, Daniel grita—. Dios, ese niño va a quedar con las baterías recargadas, y cuando Aukan se vaya, no vamos a poder controlarlo.

Me rio. Después de las clases, Aukan me invitó a su casa. Millaray iba a salir con Etienne, el padre de Daniel, o como le llamaba Sayen, Lihue. En mapudungun, Lihue significaba vida, y era el segundo nombre del hijo de Millaray. Pero Sayen prefería llamarlo por este, ya que decía que le pegaba mucho más, debido a lo revoltoso que era.

Aukan adoraba a los niños, jugar con ellos. Le encantaba la idea de ser tío. Y a mí me gustaba verlo sonreír, era como volver en el tiempo, a cuando tenía diez. Con varios centímetros de más, claro está, y la barba incipiente creciendo en su rostro.

Sayen se sienta junto a mí en el tronco y me ofrece una sopaipilla. Le sonrío y cojo una. Miro las gallinas, recuerdo como solía jugar persiguiéndolas, y las muchas veces que tuve que arrancar de los gallos.

Miro a Sayen. Parte de la razón por la que había aceptado venir era para saber más sobre el piuchén. Tenía curiosidad sobre cómo funcionaba el proceso, como es que Nikolaj y los demás habían sido transformados.

—Sayen —le llamo, ella mira a su hijo y su nieto jugar juntos.

—¿Si, pewmafe?

Muerdo mi labio, sé que mi pregunta sonará extraña.

—¿Qué saben sobre el piuchén? —Sayen frunce el ceño y voltea mirarme.

—No mucho, ¿Por qué?

—Curiosidad —miento. Sayen levanta las cejas y luego se encoge de hombros.

—Es un cambia formas que se alimenta de sangre. Tiene aspecto de serpiente con alas, hasta llegar a la vejez en que se transforma en un gallo, o eso dicen algunas versiones —explica sin más. Frunzo el ceño, intentando encontrar la mejor forma de formular mi pregunta.

—No son como... ¿vampiros?

Sayen asiente.

—Algo así. Aunque no como los de la mitología, claro. En su forma humanoide no se ve del todo humano, no sería fácil confundirlo —replica.

—¿Qué pasa si uno te muerde? —pregunto. Ella ríe.

—¿Pero por qué tanta curiosidad por esa criatura? —Pienso en una mentira plausible.

—Tengo que hacer un trabajo de historia, comparando culturas. Y creo que sería entretenido comparar las leyendas de vampiros alemanas con la de los mapuches. —Sí, eso servirá.

Sayen rueda los ojos y sonríe.

—Bajo mi conocimiento, el piuchén no "crean" más como ellos al morderlos. Se reproducen, son como otro animal completamente distinto —explica. Hago una mueca—. Ahora bien, la Machi Mailen tiene otras... versiones, por así decirlo.

La miro. Sayen toma una bocanada de aire.

—Mailen cree que al morder, el piuchén libera parte de su magia. Hay una antigua leyenda que habla sobre unos colonos alemanes pero no hay nada claro. Mailen dice que la magia que libera, si el cuerpo la acepta, puede transformar a la persona mordida. Aunque, no hay pruebas de que siquiera el piuchén exista.

PiuchénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora