La tarde transcurre tranquila, excepto por mí y mi ansiedad. No podía evitar ver por la ventana como el sol iba ocultándose, dando toques anaranjados al cielo, reflejándose en las nubes que decoraban el cielo.
—¿Qué te ocurre? —me pregunta Aukan de pronto.
Estábamos en la sala jugando Catan con mi hermana. Isabel mira a Aukan y luego a mí. Sé que sabe lo que ha pasado en la tarde entre Héctor y yo, pero no dice anda al respecto. Me hago la desentendida y me encojo de hombros.
—Nada —replico. Aukan frunce el ceño.
—Iré por más calzones rotos —dice Isabel, y se levanta del suelo, llevándose el plato vacío lleno de migas. Suspiro, Aukan me mira serio.
—Sé que te ocurre algo —sentencia. Miro el tablero y aprieto los labios.
—Es por Héctor. Rompimos recién —me excuso. Aukan niega con la cabeza.
—No, no es por él —replica—. Es más, creo que ni siquiera te afecta el haber terminado con él.
Levanto la cabeza y lo miro. Sus ojos me observan con escrutinio. No puedo mentirle a él. Era más fácil con Melisa, porque estaba distraída pensando en esa otra chica, pero Aukan tenía toda su atención en mí, y solo le habían bastado unas cuantas horas para notar que algo pasaba.
¿Qué puedo decirle? De seguro no la verdad. Incluso si me llegara a creer, encontraría la manera de asegurarse que nunca más volviera a ver a Nikolaj. Y yo no podía permitir eso.
Isabel llega en mi rescate, y le agradezco internamente a mi hermana por ser tan inoportuna. Continuamos jugando, intento mostrarme más relajada, pero no puedo evitar mirar de soslayo la ventana, observando cómo va oscureciéndose y el bosque entra en aquella tenebrosa oscuridad. Me regaño mentalmente cuando me pillo haciéndolo.
Papá y mamá ya están en casa cuando el juego termina. Aukan gana, y no puedo decir que sea por mi distracción, realmente ha jugado muy bien sus cartas. Mis padres conversan con él mientras Isabel y yo ordenamos el juego y lo guardamos en su caja. Cuando terminamos, cerramos la caja y nos levantamos del suelo.
—Sofi —me llama mi hermana, volteo a mirarla.
—¿Si?
Mi hermana se muerde el labio y arruga el entrecejo.
—¿Estás bien? —pregunta, con genuina preocupación. Su actitud me sorprende.
—Sí, claro —afirmo—. ¿Por qué?
—Has roto con Héctor —replica. Hago una mueca. Debería mostrarme más afectada, soy una insensible—. Y... te he notado distinta. Pasas casi todo el día encerrada en tu habitación, y si no estás afuera. Sé que sales a hurtadillas por las noches.
Abro los ojos, asustada. Si le llega a decir a nuestros padres...
—No le digas a mamá y a papá, por favor —le suplico en voz baja. Ella niega con la cabeza.
—No lo haré. Solo... ten cuidado —me pide—. El bosque es peligroso.
Sin más que decir, Isabel se aleja y se acerca a Aukan para despedirse. La observo subir las escaleras y encerrarse en su cuarto. Conozco bien a mi hermana, algo oculta, pero no sé el qué. Su actitud me preocupa. Hago nota mental de averiguar que la tiene tan saltona e intranquila, ya que ahora tenía otras cosas en mi cabeza.
Guardo la caja del juego en la estantería y me acerco a Aukan. Mis padres le quieren mucho, como si fuera un hijo.
—Creo que ya es hora de irme —dice Aukan—. Pero muchas gracias por la invitación, vendré el sábado a probar ese kuchen de murta, Sussane.
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Piuchén
VampiriMis padres siempre me dijeron "no te adentres mucho en el bosque". Sabía de los animales salvajes que rondaban por allí, de lo fácil que sería perderse y no encontrar el camino de vuelta. No era novedad ver como campistas se perdían en ellos. No sé...