30. Küyen

111 19 13
                                    

No soy estúpida.

Tampoco tengo instinto suicida.

Quiero vivir, mucho tiempo, lograr que el pueblo mapuche sea reconocido como tal, que el mundo cambie, que no hayan desigualdades, que la tierra y las especies de este planeta se salven. Quiero aportar más que un grano de arena para que todo este sistema de mierda se vaya y podamos construir una comunidad mejor, sustentable. Donde el color de piel no determine nada. Donde mi sexualidad, o el cómo me identifique, no afecten en cómo la gente me trate. Donde por ser mujer no me miren en menos, ni a mí, ni a mi hermana, ni a mis amigas. Donde el dinero deje de determinar mi vida.

Quiero un futuro. Uno mejor.

Pero también quiero saber la verdad. Y esta última ha comenzado por fin a revelarse, por lo que ahora, aquel futuro, estaba peligrando de alguna forma. Estaba enfrentándome sin protección alguna a lo desconocido. Normal que pueda verse como si no tuviera instinto de preservación, pero si lo tengo. Es solo que la verdad me puede más. Esa necesidad de saber, de encontrar la verdad.

Porque hasta hace poco, mi mundo se regía entre dos "murallas". Esas que me explicaban que era real y que no. que era un mito, y que era un hecho. Que era cierto, y que era fantasía.

Y ahora, las murallas se habían derrumbado, y no podía ver el horizonte que se extendía. Porque si una, tan solo una cosa era real... ¿podía estar segura de que las otras leyendas eran eso, leyendas? ¿Acaso la magia verdaderamente existía? ¿Cuánto tiempo hemos vivido entre las sombras? Porque lo que yo creí que eran sombras en el bosque, han terminado siendo lo que vislumbra de aquellos muros que la misma sociedad creo, determinando que tales seres, como vampiros, eran solo cuentos.

Y ahora tenía un cuento frente a mí.

—Quiero saber —susurro. Nikolaj se endereza, tomando distancia de mí.

—¿Qué quieres saber?—pregunta, con voz monocorde. Trago saliva.

—Todo.

La mandíbula de Nikolaj se tensa, sus ojos se vuelven fríos. Ya sé su secreto, ya sé lo que es. ¿Por qué sería reacio a decírmelo todo? ¿Es que hay algo peor que eso? ¿Hay algo más peligroso?

—Deberías correr, Sofie. Deberías gritar aterrorizada —masculla. Me mantengo firme.

—No lo haré —sentencio. Frunce los labios, como si mi respuesta le desagradara.

—¿Es que no lo entiendes? Soy un vampiro. Podría matarte en cosa de segundos, beber tu sangre. La tuya y la de toda tu familia. Soy un asesino por naturaleza. He matado a mucha gente —dice exasperado. Me estremezco.

¿Por qué no corro? ¿Por qué no me alejo?

No sé si soy muy estúpida, o muy ilusa, o simplemente confío demasiado en él, pero algo me impide alejarme, algo me dice que con él estoy a salvo. Tal vez sea una combinación de las tres cosas.

—Dijiste que no me matarías —le recuerdo. Rueda los ojos, un gesto tan humano. Cuesta creer que él no lo sea.

—¿En serio confías en mi palabra? ¿En la palabra de una bestia? —pregunta con tono irónico.

—Sí —admito sin pensarlo.

Aquello lo descoloca por completo. Su semblante serio y repulsivo cambia por una expresión sorprendida, pero solo durante unos segundos. Pronto vuelve a fruncir el ceño y sus ojos vuelven a ser dos témpanos de hielo.

—No deberías —murmulla.

Da media vuelta y comienza a caminar al bosque. Pero sé que si en verdad quisiera alejarse, podría hacerlo en menos de un segundo. Camino tras él, dando grandes zancadas.

PiuchénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora