32. Wangülen

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—¿Entonces solo existen ustedes seis? —pregunto. Nikolaj se encoge de hombros.

—Realmente no lo sabemos —confiesa—, pero al menos somos nosotros seis aquí.

Caminamos a orillas del lago. El cielo por fin se ha despejado, dejando ver las estrellas. La nieve se mantenía en gran parte del suelo. Pasear con Nikolaj de noche se estaba transformando en mi pasatiempo favorito, cada vez que llegaba a saber más de él, más preguntas me surgían. No podía evitar interrogarlo. Quedaba tan poco tiempo para volver a la realidad, a mis clases, a ver a Héctor... No quería perder el tiempo que tenía con él.

—¿Hace cuando no los ves? —pregunto. Nikolaj hace una mueca, sus ojos miran el suelo por donde pisa.

—A la mayoría no los veo hace años. Thorsten era el más cercano, pero eventualmente también nos distanciamos. La última vez que lo vi fue hace poco más de un mes —replica. Frunzo el ceño. Coincide con la fecha en que nos conocimos.

—¿Un mes? —Me detengo en seco. Él voltea a mirarme y sonríe.

—La noche en que te conocí —afirma. Abro los ojos sorprendida.

—¿Cómo? —pregunto. Nikolaj se me acerca, coge mi mano y comienza a jugar con nuestros dedos.

—Yo... te vi por primera vez hace unos años, cuando escapabas por el bosque —confiesa. Lo miro boquiabierta—. Me llamo la atención lo mucho que te gustaba pasear por el bosque, eras muy curiosa. Pero también temeraria. No pude evitar sentirme curioso, así que cada vez que caía la noche, me acercaba a orillas del bosque y te miraba salir con tu perro, Sammy.

Levanta la cabeza y me mira. No estaba loca pienso.

—¿Estás enojada? —pregunta. Parpadeo.

—No, ¿Por qué lo estaría? —pregunto. Ríe por lo bajo.

—Acabo de confesar que de cierta manera te acosé, ¿acaso eso no es motivo para molestarte? ¿O al menos asustarte?

Lo miro en silencio, escogiendo con cuidado mis siguientes palabras.

—En realidad me alivia —admito. Frunce el ceño.

—¿Qué?

—Por mucho tiempo sentí que había una sombra entre los árboles. Que algo me observaba. Sentí que me estaba volviendo loca. Pero eras tú.

Mi confesión lo descoloca. Me observa con detenimiento, sus dedos se entrelazan con los míos, su mano libre acomoda un rizo rebelde que cubre mi mejilla.

—¿Qué pasó con Thorsten? —pregunto en un susurro. Sus ojos vuelven a fijarse en los míos.

—Yo estaba aquí, como todas las noches, cuando te vi entrar al bosque completamente decidida. Estuve a punto de tomarte del brazo y devolverte a casa. Pero me causaba curiosidad el ímpetu con el que te adentraste en el bosque. Te seguí, desde lejos por supuesto. No sabía que buscabas. Supongo que ahora entiendo que me buscabas a mí. —Hace una pausa, su pulgar acaricia mi mejilla con delicadeza. Se siente muy agradable—. Fue buena idea que te siguiera, porque Thorsten estaba ahí cazando, estuvo a punto de matarte, pero lo logré detener.

Lo miro sorprendida.

—¿Thorsten quería matarme? —pregunto incrédula. Nikolaj acaricia mi rostro.

—Estaba cazando y tú te cruzaste. Entre un huemul y tú, créeme que eres bastante más apetitosa —replica. Me estremezco.

—Ustedes... ¿cazan huemules? —pregunto horrorizada. Es el animal nacional de Chile. Nikolaj sonríe con amargura.

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