Hay momentos en la vida en que sabes que lo que estás haciendo no te traerá más que problemas, esa horrible sensación que te indica que te estas equivocando, pero, aun así, no puedes parar, no puedes evitar hacerlo. Ese instinto de supervivencia trata de hacer lo mejor que puede y no basta, no es suficiente para detener el impulso masoquista que busca razones para llorar, razones para arrepentirse.
—Sabía que vendrías —me dijo Mia en cuanto aparecí en la puerta de su casa. Mi auto se condujo solo y mis pies se encargaron de hacerme avanzar por su jardín delantero, directo hacia su puerta, mis manos hicieron lo siguiente y presionaron el timbré, mi garganta tragó profundo por los nervios y mi corazón parecía querer salir de mi cuerpo cuando escuché sus pasos acercándose.
—Ni siquiera sé que estoy haciendo aquí —admití con toda la honestidad que era capaz de sentir. Ella se acercó a mí, me sonrió de una manera tan dulce y levanto mi rostro para besarme, sus besos sabían a fresas, pero la sensación era extraña, porque al verla a los ojos, ellos trataban de decirme algo que su boca no se los permitía, al parecer no era la única que tenía problemas con las contrariedades.
—Quiero mostrarte algo, entra —me dijo mientras cerraba la puerta tras de mí. De la mano me llevo hasta su cuarto, estaba un poco sudorosa, aunque en su cara no se podía ver ni una gota de nerviosismo (sus manos la estaban delatando).
—¿Qué querías mostrarme? —le dije mientras observaba su habitación, esperaba toparme con un desastre, pero el orden impregnaba el lugar, todo en su sitio y en tonos fríos, no lucía como el cuarto de alguien tan volátil como ella, parecía el cuarto de alguien más. Mia camino hacia la mesita de noche a lado de su cama y saco una cajita de madera con algunos adornos, la abrió y de ella salió una cadena que decía "MÍA", se acercó hacia mí para mostrármela.
—Esta cadenita es muy importante para mí, y pensé que sería muy lindo si tú te la quedabas —me dijo mientras se acercaba para ponérmela.
—Primero me ignoras por semanas, luego me besas en el baño, y ahora me regalas el collar que usas siempre, ¿Acaso eres bipolar? —le dije bromeando viendo como sonreía, aunque como suelen decir las personas entre cada broma algo de verdad se escapa.
—¿Cómo sabes que es el collar que siempre uso? —me pregunto dejándome en jaque.
—Lo importante aquí es el porque me ignoraste, ¿Hice algo malo esa noche en el auto? —le pregunté rogando que no volviera a preguntar sobre como sabía que era el collar que usaba siempre.
—Estaba asustada —me respondió de inmediato—: es que siempre lastimo a las personas y tenía miedo de hacer lo mismo contigo, así que trate de alejarme de ti, pero como puedes notar, no puedo, no sabes desde hace cuánto tiempo me has gustado, y estoy cansada de ocultarlo, tal vez no me creas y haces bien, pero te prometo que es la verdad. —Tenía la mirada puesta en su collar y la voz completamente rota, no entendía muy bien porque de pronto se puso tan frágil. Estaba tratando de entender la situación así que ella siguió hablando.
—Esta cadena me la dio mi abuela, ella quería que mi nombre llevara tilde, pero a mis padres les gustaba más sin tilde, al final terminaron ganando, pero ella de todos modos me regalo esta cadenita cuando tenía unos cuatro años, me dijo que no era por mi nombre, sino porque me pertenecía, ella me dijo que todo me pertenecía, que cualquier cosa que quisiera sería mía, que las personas que yo quiera serían mías. Esa idea estuvo en mi hasta ahora.
—¿hasta ahora?
—Ya no quiero tenerla porque es mentira, nunca pude tener lo que quería.
—Pero si pudiste tener a quien querías.
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MÍA (editando)
RomanceAlice es una adolescente que ha venido desarrollando una depresión que oculta de todos debajo de la imagen de una "chica perfecta", la única persona que le hace sentir algo es Mia, una chica con problemas de agresividad de quien siempre a estado e...