Capítulo 16

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El egoísmo es algo muy peculiar, puede esconderse en las más puras intenciones y apoderarse de las más grandes pasiones, lo que trato de decir es que soy una persona muy egoísta, estoy consciente que el mejor lugar para Mia es este retirado pueblito, sin embargo deseo con todo mi ser que se regresé conmigo, aun sabiendo que no será feliz, incluso creo que se podría considerar una crueldad, pero si no expreso mis deseos no tendrán repercusiones, por lo que tampoco importara si soy egoísta o no, aunque el pecado es pecado tan solo con pensarlo, estoy segura que lo escuche de algún religioso, no había tenido lógica para mi hasta ahora.

La mañana era cálida pero no tan cálida como su sonrisa, el pueblo era hermoso, pero no tan hermoso como ella, era como si Mia lo eclipsara todo. La forma en la que su piel brillaba bajo el sol, y esos ojos que transmitían tanta tranquilidad, ella no era la misma, no era la chica mala, no guardaba secretos, no estaba lastimada, estaba siendo ella misma, y yo me estaba enamorando de nuevo.

—¿Me estas escuchando? —me preguntó mientras sostenía mi rostro entre sus manos para mirarme directo a los ojos—: Parece que estas en las nubes, no me sorprende porque el cielo es hermoso, pero por lo menos finge que me prestas atención.

—No seas dramática, estaba escuchando todo lo que decías.

—Entonces, ¿qué piensas sobre el nuevo instituto al que voy a ir?

—Creo que la falda de colegiala te va a quedar increíble.

—Tratare de llevarla lo más corta que pueda como acto de rebeldía —me respondió riéndose.

—Ten cuidado con eso, no vaya a ser que termines ligándote a una monja.

—No son mi tipo, a mi gustan depiladas.

—Eso dices ahora, pero si llegas a enamorarte, veras que no te va a importar cuando vello tenga.

—Era solo una broma, no tenías que tomártelo tan enserio.

—Solo estoy un poco cansada —le respondí, tratando de copiarle la sonrisa.

—No lo hagas, detesto las sonrisas fingidas.

—Supongo que ya no soy tan buena fingiendo.

—Nunca lo has sido, siempre fue fácil leerte —acercó su mano a mi rostro y luego continuo con una sonrisa—: Pero duele que finjas conmigo.

—Duele más que te dejen —le conteste sin penar mucho lo que decía.

El silencio a nuestro alrededor no se sentía bien, en su mayoría por la última frase que dije. Lo cierto era que no habíamos vuelto a hablar sobre lo que pasó, tratábamos de tocar esos temas, pero las cosas no siempre salen como queremos.

—Perdón, por dejarte sola —dijo finalmente—: Creo que te utilicé como un salvavidas y ahora siento que te abandone a tu suerte —le costaba hablar, pero de alguna forma quería sacarlo de su interior, aunque doliera—: Me disculpo contigo cada noche antes de dormir, solo para poder descansar. Estoy aprendiendo a vivir con la culpa, pero también debo admitirte que, si pudiera regresar al pasado, me costaría elegir algo más, porque, aunque suene egoísta, jamás he estado mejor y no hubiera podido estar en este lugar si no fuera por lo que paso, solo espero que tú también puedas encontrar tu lugar.

—Eres la persona más egoísta de este mundo, tienes toda la razón —le contesté—: Me abandonaste cuando más te necesitaba, me empujaste a vivir una pesadilla de la que ni siquiera me ayudaste a salir, pero te basta con pedir disculpas al viento cada noche. Qué suerte la tuya, poder descansar por las noches, porque a mi me cuesta hasta dormir.

—Lo siento —me contestó entre lágrimas—: Sé que me odias y también sé que me equivoque, pero...

—Pero no te arrepientes, porque encontraste tu felicidad.

—Solo di que me odias, sácalo todo. —Verla así hizo que mi enojo se esfumara por completo, era imposible odiarla, la persona que era actualmente no sentía empatía por mis sentimientos, lo que era ahora no podía ser fuerte.

—Ojalá pudiera, pero te elegiría un millón de veces de ser necesario.

—No seguirás pensando que estás enamorada de mí, ¿verdad? porque eso no es amor...

—¿Cómo estas tan segura?, tú nunca te has enamorado— le respondí a la defensiva—: ¿Recuerdas cuando me dijiste esa estúpida frase sobre que existían dos clases de personas en este mundo?, pues ahora la entendió y hasta la personalicé, creo que existen dos clases de personas en este mundo, los que nacen para amar y los nacen para ser amados, es una lástima que las dos no estemos en la misma categoría.

—¿Cres que soy amada?, me conoces tan poco.

—No trates de fingir que no es así, la modestia es una mierda.

—La única persona que me ama es mi abuela, mi madre me odia porque le recuerdo lo que hice mal, mi papá trata de hacerlo, pero los dos sabemos que él prefiere su nueva familia, cada persona que a entrado a mi vida no ha hecho más que lastimarme. —Tomo aire antes de seguir—: Las personas no me aman, me desean, quieren utilizarme, quieren obsesionarse, quieren lastimarme, consumirme, hundirme como lo han venido haciendo toda mi maldita vida.

—Yo te amo, que a ti no importe es otro problema, pero no te atrevas a decirme que lo siento no es real.

—Creo que debería irme, no quiero seguir con esto...

—Claro que no, porque eres una cobarde, siempre huyes, así que vete si quieres, estoy acostumbrada. —Se secó las lágrimas con su mano y dio la vuelta.

Me quede de pie en medio de esa calle que no conocía con el sonido de las aves cantando de fondo, mientras veía como se alejaba lentamente, respire profundo y di la vuelta para ir al lado contrario, no sabía a donde iba, pero no importaba, daba igual si me hundía en el puerto o llegaba a la cima de la montaña, daba igual si caía en un pozo como si me rompía la pierna de la suerte, todo daba igual, pero... pero de pronto sentí como su mano tocaba la mía, me dio la vuelta y derribando todas las barreras que me tenían encerrada, me besó.

El sonido de las aves ya no se escuchaba triste, la calle desconocida se comenzó a sentir familiar y mi vida trataba de tomar sentido de nuevo. Era como despertar de un sueño profundo, su besó me estaba despertando del letargo, su besó me salvaba del abismo, era todo lo que yo necesitaba, como morfina para mi corazón roto.

—Te llevaré a un lugar especial —me dijo después de besarme.

—¿Prometes no lastimarte?, no creo poder aguantar que me rompas de nuevo. —lo pensó antes de responder.

—No puedo... aun así, ¿Vendrás conmigo?

—Siempre.

MÍA (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora