Capítulo 19

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(Mia)

Tenía miedo, siempre he tenido miedo, pero esto era diferente, mi cago de consciencia crecía a diario y no importaba lo que me dijera a mí misma, persistía dentro de mí sin compasión alguna.

¿Qué se puede hacer cuando rompes lo más hermoso que has conocido?, le pregunte a mi abuelita la primera noche que pasé en su casa, la lluvia golpeaba las ventanas y sus calurosos brazos me tenían reconfortada pero no aliviada, ella respondió que las cosas que se rompían no volvían a ser las mismas pero que si podían llegar a ser mejores, y yo con toda mi esperanza creí que Alice armaría sus pedazos y terminaría siendo mejor de lo que era, pero no fue así.

Estaba a punto de cruzar la puerta de entrada, pero como una barrera invisible puesta por todo el marco mis pies no pudieron avanzar, no podía seguir viéndola más, no podía seguir llorando cada vez que regresaba a mi casa. Mi abuelita se acercó por detrás con sus pasos mustios y me tomo del brazo, me dedico una sonrisa y me dio el valor para cruzar la puerta y avanzar hasta la librería.

Cuando llegamos, la tía Celi nos estaba esperando en la puerta para poder disculparse en nombre de su sobrina, y nos contó que ella se marcharía.

Debería sentir alivio, pero sabía que, aunque eso podía ser algo positivo para las dos no era una solución, no dude en comentarle eso y pedirle que insistiera en que Alice tomara terapia, supuse que era lo mínimo que podía hacer por ella.

Pasé pensando en ella todo el día, incluso podía verla en cada cliente que entraba, mi corazón se aceleraba con cada persona que cruzaba la puerta, hasta llegué a pensar que me estaría esperando afuera de la tienda, pero no fue así.

Las despedidas nunca se me dieron bien, pero al parecer a ella se le daban peor, porque de todas las formas en las que pudimos decir adiós, esta estaba entre las peores.

—Buenas noches, nanny —le dije a mi abuelita en cuanto entre en la casa, ella salió de la cocina un poco pensativa, pero con su sonrisa de siempre. Los años le habían enseñado a sonreír antes de mostrar cualquier otra emoción, pero no le enseñaron a esconder las verdades que sus ojos muestran—: ¿Está todo bien abuelita? —le pregunté, alistándome para las malas noticias que estaba segura que se venían.

—Si pequeña, ¿Ya quieres cenar?

—Te conozco abuelita, dime que pasa —contesté mientras me acercaba a ella.

—La chica que te acosaba te dejó una carta, pero no creó que debas leerla, a veces es mejor dejar ir las cosas por las buenas.

—No dejamos ir las cosas por las buenas —respondí—: Creo que si no leo esa carta no podré dejarla ir.

—¿Y si te lastima? —preguntó mientras tomaba mi mano—: No creo que ella este muy bien y lo que sea que quiera decir no será bueno, tu sabes muy bien lo mucho que le gusta a la gente lastimar a otros para sentirse mejor con ellos mismos.

—Ella no es así—contesté—: Estoy segura que nunca quiso lastimarme, solo está un poco perdida y lo menos que le debo es leer las últimas palabras que me va a dedicar. —Ella me extendió la carta sin añadir nada más y caminó con sus ojos preocupados hacia la cocina donde seguramente se prepararía un té para calmarse.

Subí a mi cuarto para leerla a solas, cada escalón que recorría era como agregar una piedrecilla en mis zapatos, para cuando terminé de subir mis pies dolían al igual que el resto de mi cuerpo. Sus palabras aun rondaban en mi cabeza, talvez si tenía razón, tal vez pudimos tener algo bueno, tal vez lo arruine todo, miles de preguntas sin respuestas me rebasaban y la tristeza suspira en mi hombro esperando que abra la carta para lanzarse sobre mí.

Querida Mia,

Lo siento por todo, desde el principio hasta el final. Se que crucé una línea que no debía, pero debes entender que lo que siento por ti es demasiado fuerte, es tan fuerte que no creo soportarlo más, ya no aguanto sentir esto, no encuentro una forma manejarlo.

Tal vez puedas pensar que mi vida antes de ti era una buena vida, pero lo raro es que no me arrepiento de nada, creo que antes de ti estaba tan muerta como cuando me dejaste. Atesoro cada momento que pasé contigo en mi cabeza, pero ya no bastan, porque lo que pudo haber sido, ese ficticio futuro que imagino todos los días me desangra por dentro.

La vida se ha vuelto demasiado monótona, demasiado intolerable y ya no la quiero más. Me gustaría poder explicarte lo que siento, pero hay demasiadas cosas sucediendo dentro de mí ahora mismo y no sé cómo expresarlas. Debo admitirte que tomar esta decisión me hace sentir feliz, es un gran alivio para mi alma.

Necesito que sepas que desde la primera vez que toque tus labios estuve completamente loca por ti, eres la única para mí y serás la única por siempre, y yo siempre seré tuya.

Por último, espero que nos veamos en nuestra siguiente vida, y espero que no nos equivoquemos tanto como en esta. Sigue viviendo como lo estás haciendo ahora, con esa sonrisa todo el tiempo. Debes prometerme ser feliz, no soportaría irme sabiendo que yo seré la razón por la que tú pierdas todo lo que has conseguido.

Te amo y siempre serás Mía en mi corazón.

—¡Abuela! —grite en cuanto baje las escaleras. Las lágrimas saltaban por mis ojos sin control alguno y mis manos temblaban junto con mis labios que hacían un esfuerzo por hablar claro—: Abuelita, ¡¿cuándo se fueron?!

—¿Qué pasa? ¿decía algo malo? —pregunto angustiada.

—¡Dime cuando se fueron, por favor! —grite desesperada.

—Esta mañana. —Sin darle explicaciones, tomé el teléfono lo más rápido que pude para llamar a la tía Celi, mientras marcaba el número mi abuela me lanzaba cientos de preguntas que pasaban por mis oídos como si no fueran emitidas porque no podían ser receptadas.

—¡Tía Celi! —dije apenas descolgó el teléfono—: Soy Mia, necesita llamar a la mamá de Ali... no, no me hizo nada... es que creo que Ali quiere suicidarse... sí, me escribió una carta... si por favor dígame si está bien... está bien... chao.

—¿Eso es cierto, pequeña? —me preguntó mi abuelita en cuanto colgué el teléfono. ¿esto es todo lo que puedo hacer por ella?, me pregunte mientras me sentada en el mueble.

—Abuelita, debo ir con ella...

—No, no quiero que te expongas a eso, tú ya hiciste lo que debías, deja que su familia se ocupe de la situación.

—Por favor —suplique—: Necesito que entienda que necesita ayuda y si no voy jamás podré estar en paz.

—¿Estás segura de esto?

—Tengo mucho miedo abuelita, no quiero que nada malo le paseé, no quiero perderla, no quiero...

—Yo iré contigo.

MÍA (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora