Capítulo 7

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A veces recuerdo estar en los brazos de mi papá mientras el me balanceaba de un lado a otro y me cantaba canciones de los Beatles, recuerdo el olor de su perfume y lo áspero que tenía el rostro por su barba, recuerdo que cuando me abrazaba parecía que nada podía lastimarme, como si estuviera en un campo de protección que nada ni nadie podía traspasar. Esa seguridad jamás la volví sentir y ahora la extraño más que nunca.

Estábamos en su cuarto y pequeñas gotas de lluvia comenzaban a escaparse del cielo para golpear la ventana. Yo seguía insistiendo en que me contara quien le había obligado a hacer algo así, pero ella se negaba, solo lloraba y se disculpaba, como una maquina grabadora que repetía lo mismo una y otra vez. Traté de que se calmara y al final terminó durmiéndose en mis brazos y yo perdonándola.

Se que perdonar implica olvidar, pero a veces el perdón no sirve para uno mismo sino para la otra persona, ella necesitaba escuchar que no la odiaba y yo necesitaba que lo que sea que paso entre nosotras no fuera lo peor que me hubiera pasado.

♥♥♥

(Mia)

Era momento de regresar a clases, había pasado hablando con Ali todos los días de suspensión, pero aun así la culpa no se iba, en especial porque en el instituto tenía que fingir que no la conocía, esa era la regla. Tampoco podía contarle quien era la persona que me estaba amenazando y sé que eso es ser muy cobarde, pero, ¿Qué puedo hacer?

—¿Para cuándo el próximo vídeo? —le gritaban a Ali un grupo de chicos en el pasillo, era obvio que ellos jamás podrían tener a alguien como ella y eso los mataba de la envidia y su única forma de aplacar eso, era molestándola. Ella no les prestó atención y me sonrió, eso me partió el alma, ¿Cómo podía seguir sonriéndome después de lo que le hice?

Estaba a punto de acercarme, pero luego vi a esa estúpida persona que me tenía en sus malditas manos, traté de escaparme para no toparme con Alice, pero en cuanto me di vuelta mis amigos me interceptaron.

—¿A dónde vas, Mia? —me dijo Henry mientras abría su mochila.

—Tengo clases —les respondí tratando de evitarlos.

—Aún falta mucho —me dijo riéndose y pasando su brazo sobre mis hombros. Él era conocido por sus estúpidas bromas en las que por supuesto yo solía participar.

—¿Por qué esa cara de susto? —me pregunto tomando mi rostro entre sus manos.

—Estoy castigada y ustedes tienen cara de querer meterse en problemas —respondí tratando de actuar normal.

—¿Desde cuándo a acá te castigan?

—Mis padres están tratando de cambiar y esas cosas, así que no cuenten conmigo. —Ignoraron por completo mi comentario.

Con sus bobas sonrisas marcadas en sus caras comenzaron a sacar de sus maletas unos globos pequeños inflados con agua y pintura algo común en sus bromas, podía ver que estaban y oler su sudor transpirar fuera de ellos, mi estomago se estrujaba cada vez más, como tratando de hacerme reaccionar. Era como estar en una pesadilla sabiendo que estas soñando, pero a la vez sin saber cómo despertarte. Seguían alistándose y yo no tenía la cara para regresar a ver a Alice, porque era obvio que la broma era para ella.

—¡No pueden hacerlo! —les grité totalmente desesperada.

—Claro que sí —me respondieron riéndose—: Solo debemos correr cuando terminemos, como siempre. —Y sin dejarme objetar más, comenzaron a lanzarle a Ali esos malditos globos. La pintura comenzó a marcar su cuerpo, yo cerré mis ojos tratando de contener las lágrimas de rabia que sentía, pero seguía doliendo. Tomaron mi mano y salimos corriendo, no regresé la mirada, tenía miedo de verla y ver reflejada mi cobardía.

Nuestros zapatos hacían ruido por las baldosas de la escuela y sus risas marcaban el eco que resonaba en mi interior y un mensaje nuevo llego a mi celular: "Bien hecho, me gusto la broma. Tus secretos están a salvo un día más"

MÍA (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora