Capítulo 8

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Caminaba por los pasillos del instituto, a lo lejos pude ver a Mia, se veía tan hermosa como siempre, no pude evitar sonreírle, las comisuras de mis labios a veces trabajan por sí solas. Iba directo hacia ella, pero Mia dio la vuelta, tal vez porque sus amigos se acercaron, así que aminore el pasó, para que ellos se fueran. Sus manos comenzaron a moverse inquietas, su pulgar pasaba sobre sus demás dedos y este movimiento se repetía una y otra vez, además tenía una sonrisa tiesa en su rostro acompañada de unos tragos de saliva muy marcados, era obvio que estaba nerviosa.

Mi primera intención fue darme la vuelta y alejarme porque si Mia estaba nerviosa debía ser por alguna razón, pero no lo hice.

Los globos llenos de pintura no tardaron en caer sobre mí, pude ver que los sacaron de sus maletas y pude ver que ella solo giró su rostro para no verme. No sé si estaba sorprendida porque después de todo debía esperar que reaccionara de esa forma, pero que puedo decir, la esperanza es lo último que se pierde. La pintura hizo lo suyo y en segundos estaba cubierta, y totalmente paralizada en medio del pasillo.

Salieron corriendo llevándola de la mano, mientras yo sentía como la vergüenza cubría mi cuerpo al igual que la pintura. Todos a mi alrededor se burlaban de mí, la frase "trágame tierra" jamás se había sentido más real.

Tenía la sensación de que ella regresaría y me ayudaría, pero no lo hizo, y en este punto estaba segura de que jamás se atrevería a hacer algo que no fuera en beneficio de ella. Lo único más ensordecedor que mis pensamientos eran las risas de las personas que lo habían presenciado todo, los flashes de las cámaras no tenían sonido, pero puedo jurar que escuchaba como tomaban fotos, ¿Cómo alguien puede sentirse tan feliz con la desgracia de alguien más? ¿Por qué el verme totalmente destrozada les causaba tanta gracia?

Ellos pensaban que me lo merecía y yo no podía explicarles que solo fue un error.

Entre al baño más cercano que encontré y me eché a llorar, dejé que las lágrimas salieran como querían, que mis sollozos se arrastraran por mi garganta, que mi nariz dejara caer sus fluidos y mis manos trataran de limpiarlo todo, no me importaba lo que pasaba a mi alrededor, no me importaba que estaba en un estúpido baño, ni mucho menos que alguien entrara ay me encontrara.

Todos los sonidos se convirtieron en zumbidos y mis lágrimas no eran más que intentos de mi alma por salir de mi cuerpo y dejarme sola en ese lugar al que odiaba más que a mi propia existencia.

No sé cuánto tiempo estuve allí pero cuando tuve el valor para salir del baño, Mia estaba a lado del lavabo esperándome con ropa en su mano. No la quería ahora, la quería defendiéndome en el pasillo, no podía esperar a que la gente me rompiera y luego tratar de armar los pedazos en cuanto estuviéramos solas.

—Yo... te traje ropa —totalmente avergonzada me extendió la ropa.

—Si la toco solo la ensuciare —le dije abriendo la llave para tratar de limpiarme—: Además, no creo que tus amigos lo aprueben, la próxima vez diles que elijan pintura en otro tono, odio este color, no le va bien a mi piel.

—Lo siento, Ali... déjame ayudarte —me respondió acercándose un poco.

—¡¿Ayudarme?! Creo que fue un alivio que no fueras tú la que me lanzo los globos —le dije mientras comenzaba a echarme agua.

Ella tardo un poco en reaccionar, finalmente terminó dejando la ropa en el suelo. Se sacó la chaqueta que llevaba puesta, al igual que su camiseta, está la uso como esponja para sacarme la pintura. El silencio no era incomodo, después de todas esas risas y todo el llanto venía a ser muy reconfortante.

Cuando nuestros ojos se cruzaban ella bajaba la miraba, varias veces trató de decir algo, pero su boca se abría y se cerraba con la misma sintonía. Poner en una balanza quien estaba sufriendo más no era justo porque sé que las dos sufríamos por diferentes cosas con una intensidad cambiante y constante a la vez.

Sus manos trataban de quitarme la pintura con la misma delicadeza con la me quito la virginidad, una comparación de lo más justa porque sus manos seguían arrebatando y acariciándome a la vez que me lastimaban y curaban.

Trataba de enfocar mi mente en otra cosa que no fuera mi realidad, pero lo único que venía a mi mente era la fábula de la rana y el escorpión, esa fabula con la moraleja más negativa pero realista que he escuchado. El escorpión pide a la rana que le ayude a cruzar el río y esta se niega por miedo a que la pique, pero el escorpión la tranquiliza diciéndole que eso haría que los dos mueran, es así como la rana accede y en medio del camino, el escorpión la pica, la rana mientras muere le pregunta ¿por qué?, a lo que el escorpión responde: es mi naturaleza.

Mia después de todo termino siendo el escorpión, debí haberlo sabido, como la rana, porque estoy segura que esa rana ya había observado como el escorpión mataba a otras y sin embargo pensó que sería diferente, pero algunas personas no pueden cambiar.

Cuando ya estaba limpia o más bien lo más limpia que podía estar, Mia comenzó a hablar.

—Soy la persona más egoísta que vas a conocer en tu vida, siempre me voy a poner antes que, al resto y eso te incluye a ti... hay alguien que al parecer te odia y me chantajeo para que te hiciera eso, y es más que seguro que no se detendrá, lo mejor es que cambies de instituto... lo único que espero es que no me ames, y si ya lo haces, intenta frenar tus sentimientos porque yo no siento lo mismo por ti —me dijo Mia con una voz muy seria, pero nerviosa. Me dio un beso en la frente y mantuvo sus labios por un largo tiempo de esa manera, para luego salir del baño y dejarme pensando.

Era una despedida de cobardes, típica de las personas de huyen de las consecuencias y se esconden en sus mentiras, típica de alguien como ella.

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Durante la noche no pude evitar pensar en mi papá. Recuerdo perfectamente el día en que él murió, me gustaría decir que el día era más oscuro de lo normal o que el viento soplo de una manera especial pero lo cierto es que fue un día cualquiera, yo no entendía muy bien porque la gente lloraba tanto, después de todo mi papá estaba en un "lugar mejor" y si era mejor ¿Por qué llorar? El punto es que los días pasaban y la gente lo iba olvidando, mi mamá dejo de llorarlo y sus menciones en las conversaciones se minorizaban, al final sus cosas desaparecieron y al cabo de un año, era raro pensar que alguna vez él vivió con nosotras.

Pero yo seguí hablando con él, sentada al frente de la ventana donde a él le gustaba observar el cielo, podía decirle todo, pero esto era diferente. Si es que existía u lugar en el que estaba feliz no era justo que le contara cosas tristes, así que solo me quedé viendo la luna brillar en el cielo, preguntándole si había alguna posibilidad de que me llevara con él, de todos modos, mi mamá era buena superando el dolor y luego de un tiempo se olvidaría de mí como se olvidó de él, ¿Es eso un pensamiento suicida? ¿no es normal desear estar en un "lugar mejor"?

MÍA (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora