Capítulo 9: A solas.

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El olor a comida inundaba todo el comedor, creando un ambiente cómodo y alegre, más de un país se veía familiarizado con las comidas que servían, mientras que otros parecían más curiosos y cuidadosos al elegir la comida.

Dinamarca tan sólo había dado algunos bocados a la carne roja con puré que había decidido servirse, y no exactamente porque no estuviese rico, sino porque en frente de su mesa, se había sentado el argentino con su grupo de amigos y la chica que anterior mente estaba con él, provocando que la mente del pequeño país divague y vuelva a recordar una y otra vez el cuerpo del argentino, y a aquella chica entre sus piernas.

Dándose por vencido, apoyo su cabeza contra la mesa, mientras que escuchaba a sus hermanos tener una charla amena, ajenos a los ajetreados pensamientos de Dinamarca.

¿Qué pasa? ¿No te gusta?— preguntó su hermana Islandia, mientras que veía el plato casi intacto de su hermano, hablando en su idioma para que oídos ajenos escucharán aquello.

—No es eso.

Aseguró mientras que levantan el rostro de la mesa, no quería parecer un maleducado, por lo tanto se propuso a comer un poco más y no pensar demasiado en ello, ya que no le incumbía. La vida sexual de Argentina no era de su interés, obviamente se sentía incómodo, pero era mejor simular que nada había pasado y seguir de largo, no quería que el argentino, o aquella chica notarán algo raro en él, ya que en su mente todavía existía un leve temor de que el argentino se ponga de pie y lo acusé de mirón.

—¿Cómo andan? ¿Les gusta la comida?— Argentina de manera tranquila y animada se puso en frente de su mesa, atrayendo la atención de los países sentados allí, se veía más diplomático y tranquilo que antes, cosa que los países tomaban de forma hipócrita, Dinamarca por otro lado lo vinculaba directamente con su reciente actividad sexual con aquella chica tricolor, cuya identidad aún desconocía.

—Todo está delicioso, muchas gracias— dijo con cortesía Finlandia mientras que sonreía levemente, aún le parecía temible.

—Me alegra, alguna incomodidad que pudieran tener o duda pueden decírmela— aseguró el argentino, alejándose levemente de la mesa para ir a la siguiente, supusieron que lo haría con todos, pero el argentino, antes de alejarse del todo, se dirigió al danés, posando una mano en su hombro— tenemos que hablar— le susurró, apretando ligeramente su hombro, provocando en Dinamarca un escalofrío, no solo por el tono amenazante que utilizó, sino también por su voz tan ronca y grave, como su aliento caliente golpear suavemente su cuello.

Después de decir aquello, el país más alto se enderezó y camino tranquilamente a la siguiente mesa, como si no hubiera pasado nada. Dinamarca envidio aquella habilidad de esconder lo que sentía, puesto que él ahora no podía evitar sentirse un completo manojo de nervios, mientras que la ansiedad hacía estragos en su estómago.

"¡Lo sabía, Argentina lo sabía!"

Dinamarca palideció visiblemente mientras que dejaba de lado el plato por segunda vez, no volvería a comer hasta que resuelva aquel pequeño percance con el argentino.

¿Qué te dijo?— pregunto Finlandia, viendo el rostro pálido de su hermano.

Una vez más, él iba a mentir en nombre del argentino, con tal de protegerlo, y protegerse a él también. Ni siquiera comprendía por qué lo hacía, cuando no le debía absolutamente nada.

—Me dijo que si no me gustaba la comida que no comiera— murmuró avergonzado, sabiendo que aquella pequeña mentira sería suficiente para que sus hermanos no preguntarán más al respecto.

****

El argentino, después de aquel aviso, no se volvió a acercar al danés, quién paseaba con sus hermanos y participaba de la actividades propuestas, tratando de no pensar demasiado en aquella charla, a pesar de que la ansiedad y los nervios seguían retorciendo su estómago con violencia y evitaba que el país diera bocado alguno de las diversas comidas o dulces que el argentino ofrecía, según sabía, típicos de la provincia que estaban visitando.

El argentino estaba recostado boca arriba en una banca, prácticamente ignorando a todos los países que veían maravillados el cerro de los 7 colores, parecía estar durmiendo o sólo descansando, venia vestido de bermudas, con una remera negra y zapatillas deportivas,  recomendando a los demás vestirse de esa forma y a algunos ponerse protector solar si no estaban acostumbrados al calor, entre ellos Dinamarca.

El país se acercó de forma tímida a dónde estaba el argentino, dispuesto a aprovechar la oportunidad en la que sus hermanos se encontraban viendo el paisaje o comprando en algunos puntos turísticos y que el argentino se encontraba solo.
Al llegar a él noto los anteojos de sol que cubrían sus ojos, haciendo que se pregunté si estaba durmiendo o no, y si valía la pena perturbar su posible sueño. Mientras que Dinamarca se debatía internamente, Argentina lo veía con fijeza, viendo como el país más bajo miraba hacia él, para luego al frente y retorcía sus manos con nerviosismo, sabía que no diría una palabra, y que trataría de evadir el tema, pero él no podía evadirlo.

—Sentate— pidió el argentino mientras que se enderezaba en la banca y se sentaba, tomando el brazo derecho de Dinamarca, tirando del mismo las así lograr que el país se siente donde anteriormente estaba recostado.

—G-Gracias— Dinamarca se mostró sorprendido además de torpe y nervioso, cosa que no le encantaba, ya que no solía ser así, pero haber sido descubierto por el argentino en su debate interno lo había alterado más de lo que ya estaba, y la actitud fría y muchas veces tosca que adoptaba solo lo alteraban más— ¿De qué querías hablar?

—No te hagas— dijo de forma molesta mientras que fruncia los labios, apoyando sus codos contra el respaldar de la banca, separando sus piernas ¿Por qué se comportaba tan masculina mente?— ya sé que viste cómo Venezuela me la chupaba— ante la franqueza del argentino, Dinamarca se sobresalto mientras que se removía incómodo en su lugar al ser descubierto.

—Y-yo te juro que no fue intencionalmente— trato de disculparse, sin que los nervios lo abandonarán, se odiaba por ello, se mostraba débil, cuando no lo era.

—Me importa tres carajos si fue porque sos un mirón o sin intensión— aseguró Argentina, sin siquiera voltear a ver a Dinamarca— lo único que si me importa es que no se lo digas a nadie.

¿Qué? ¿Pensaba que se lo diría a alguien?

—Yo no haría tal cosa— exclamó molesto, dejando de lado su nerviosismo, era indignante que pensara que cometería tal bajeza.

—Y yo no sé si puedo confiar en vos o en tu palabra— declaró el mayor con tranquilidad, como si hubiera pasado por alto el tono de voz con el que el menor se había dirigido a él— Vene ahora está en una muy linda relación con Guyana, no les quiero cagar eso sólo porque un enano no sabe cerrar el culo y no meterse en lo que no le importa— sus palabras eran crueles, pero sentía que se las merecía, ya que aquí, no era la víctima, él se había metido en ese problema por curioso, y sería tan discreto como una tumba para salir del mismo.

—No diré nada— aseguró amargamente, haciendo que el Argentino por primera vez desde que se había sentado en aquella banca, voltee a verlo— es una promesa.

Argentina no creía en las promesas, creía en la intimidación y el miedo, si las personas tenían algo que perder, y él sabía aquello que temían perder, lo utilizaría a su beneficio, pero lo dejo estar, no sólo porque no quería atraer la atención de sus hermanos, sino también porque sabía que en el mundo de los europeos, países como él o Venezuela no importaban mucho, por lo tanto se pidió a él mismo no gastar tanta energía en algo que podía solucionarse por si sólo.
Con aquello en mente, Argentina solo asintió y se levantó de la banca para ir con el resto de los países, dejando solo al danés.

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