Podía sentirlo. Sería un tonto si no lo sentía, el cosquilleo de su nuca se lo confirmaba, Argentina estaba detrás de él, y lo estaba observando con sus intensos ojos, nunca recordó que una mirada lo haya puesto tan nervioso, se delataba solo, sus manos sudorosas y el como su corazón se alteraba en dolorosos latidos, porque dolía, amar a Argentina dolía.
Trato de ignorarlo, trato de concentrarse en otra cosa, habia una sala llena de países, pero no era bueno en eso, no era nada bueno en eso, tampoco era descortés, así que cuando Argentina poso su mano en su cabeza lo que menos espero es que disfrutará del pequeño contacto, porque no era lujurioso, no era lascivo o insinuante, era tierno, y hacia tanto que había deseado ese tipo de contacto que ya no sabía cómo reaccionar a él.
—¿Tenes ganas de hablar conmigo?
No, no tenía ganas de estar con él siquiera, como Argentina no tenía ganas de estar con él, pero no dijo ninguna de esas cosas.
—Si.
Dejo de hablar el español, Argentina sabía danés, no hacia falta que hablara otra lengua, después de su última llamada, meses atrás, dejó el dialecto por completo, su pronunciación se había vuelto tosca, pronunciaba varias palabras mal y olvidó el significado de otras.
—Dinamarca, yo sé, en serio sé que debería de haber peleado un poco más por nosotros, pero no podia, vos eras todo colores y algodón de azúcar, eras luces de navidad y galletas, bicicletas y flores que en mi vida habría pensado en ellas hasta que te conocí, sos toda la felicidad condensada en un solo país y yo era demasiado deprimente como para observar eso.
Dinamarca no sabia a lo que quería llegar, dejó de lado el tono inestable de Argentina, como si estuviera a punto de llorar, pero noto otras cosas, como sus ojeras, su despeinado cabello que ya no parecía por decisión propia, sino como si hubiera pasado una y otra vez sus manos en un ataque de nervios, su ropa, su aroma...
—Ya no te puedo llevar a lugares que solo te hayan conocido a vos, ya no te puedo dedicar tangos que solo te haya cantado a vos con la luna de testigo, no puedo llorar con vos ni por vos, y quiero hacerlo, quiero hacer un montón de cosas con vos, quiero pasear por la costa una y otra vez hasta que hayamos recorrido cada playa que pueda mostrarte, quiero que seas parte de mi y yo quiero ser parte de vos.
—Argentina...— su corazón dolía, sus palabras dolían y hacían sangrar su corazón que golpeaba su pecho con desesperación, como si en cualquier momento pudiera escapar, porque conocía a Argentina, lo suficiente para saber que después de todas esas palabras había un pero, una condición que no dicto, una regla no dicha o una intención oculta que no reveló.
—Y te amo, y me siento completamente devastado por eso porque yo no puedo amarte, nunca podría, no de la forma que quieres, nunca de la forma que quieres, porque mereces a alguien tan bueno como vos, mereces a alguien que no tenga mierda escondida por todos lados, mereces a alguien que no te intimide y sobre todo mereces a alguien que este dispuesto a darte todo de él sin esperar nada a cambio, podrías tener a cualquier país bajo tus pies y si se lo pidieras pondría el mundo en bandeja para entregarte lo, porque sos la persona más dulce, considerada y estúpida que conozco.
Argentina no facilitaba nada las cosas, nunca lo hizo, siempre todo lo que lo rodeaba resultaba complicado.
—Así que Dinamarca, por favor...
—¿Qué se supone que debo comprender?— Dinamarca no lo comprendía, y pasaría mucho tiempo hasta que lo haga— Eres solo un cobarde, uno demasiado alto, ¡eso no importa! Soy menos de la mitad que tu, tu capital es más grande que yo y aun así contengo más valentía en la punta de mi dedo meñique que tu en todo el cuerpo, yo me habría arriesgado, yo habría saltado y te hubiera amado tanto que no importaría ser el primero con el que lo hacías, no importaría si lo hubieras hecho mil veces, importaba que lo hacías conmigo, que ibas a hacerlo conmigo, pero carajo no te importa, porque en lo único que piensas es en proteger tu pellejo.
Estaba furioso, nunca había estado tan furioso antes, ni siquiera le intereso que todos en la sala estuvieran escuchando despotricar contra Argentina.
—Pero es mi culpa ¿sabes? Porque carajo, te conocí cuando Venezuela te estaba haciendo una mamada. Me sorprendí demasiado cuando me coqueteabas y actuabas amable, preocupado y luego eras grosero y mal intencionado, no sé qué sucede contigo— tomo una pausa, porque había hablado tan rápido que apenas si respiro, ni siquiera supo si Argentina había entendido todo, pero no le importa— pero estoy fuera, de tu vida, de tu mente, de tu territorio y de todo lo que maldita sea te involucre, porque no dejaré que me hagas esto, no dejare que te presentes después de meses y me digas toda esta mierda, si no puedes amarme ¡Bien! No lo hagas, pero no digas que lo intentaste, porque no lo intentaste ni la mitad de lo que yo lo intente. Merezco eso, sé que no eres justo, no eres noble y no tienes honor alguno, pero si aún te queda algo de decencia o humanidad me dejaras en paz y permitirás que deje de quererte porque carajo, no lo mereces, no mereces que te quiera como lo hago.
Tenía ganas de golpearlo, de saltar tan alto como pueda y darle en la cara un puñetazo, pero en pleno salto estaba seguro que Argentina lo atraparia como si no fuese nada, y pensar que Argentina lo toca solo provocaba un revoltijo de emociones con las que no quería lidiar.
Argentina no dijo nada, causado por el estupor o por un estado de ebriedad, no dijo nada, y por primera vez, no sabía lo que debería decir, no sabía qué hacer y eso le aterraba de sobre manera. Pero comprendió, comprendió cada palabra, y Dinamarca tenía razón, él no estaba con el derecho de decir que había intentado amarlo, porque amar a Dinamarca fue una de las cosas más fáciles que sucedieron, por otro lado, amarlo a él siempre fue complicado, Dinamarca, ya sea por el enojo o no, dijo que no fue sencillo, y supo que fue así porque no podría ser de otra forma, el no olía a flores, no regalaba flores y no pensaba en flores, era grosero y mal intencionado, como dijo Dinamarca, y pese a que sabía todas esas cosas lo había intentado amar, no, no tenía derecho a decir que intento amarlo cuando el luchaba por entender por qué lo amaba si no tenía un carajo dentro o fuera de él que mereciera ser amado, ni una sola parte de él.
Dinamarca sonreía y amabas su sonrisa, Dinamarca se enojaba y amabas su enojo, todo lo que Dinamarca hacia era para amar, desde la punta de sus dedos hasta la última hebra de su cabello.
Argentina sonreía, sin que le llegara a los ojos, se enojaba y era dejado de lado y era difícil amarlo porque por dentro sólo había podredumbre, pese a todas esas cosas Dinamarca lo había intentado, Argentina no era fácil de querer y Dinamarca era demasiado fácil de amar, así eran las cosas y deberían vivir con eso.Dinamarca no espero nada más y se fue, no espero respuesta y aunque la haya esperado Argentina no tenía una, así que solo lo dejo marchar.
—¿Te acostaste con Venezuela?
El silencio de la sala se rompió por la voz de Guyana, lo que confirmaba que todos los países habían escuchado la "charla" que mantuvo con Dinamarca.
Argentina volteo a verlo, y sintió pena por el pequeño país, pero su pena hacia el mismo era más grande así que no se molesto mucho en eso.—¿Importa?
Argentina volteo a ver de nuevo por donde había salido Dinamarca.
—¿Estas llorando?
Argentina sonrió ante la observación de México, y acaricio su mejilla para comprobarlo, si, estaba llorando.
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.—¿Podrás perdonarlo alguna vez?
Dinamarca miró a Finlandia, y sonrió con tristeza.
—No creo.
Finlandia asintió y acaricio la cabeza de Dinamarca.
—Mejor, es un imbécil, pero no le digas a Noruega que dije eso.
Dinamarca sonrió con más ganas esta vez y supo que estaría bien, dolería, pero se pondría bien. Amar a Argentina no tenía por qué ser su fin, así que se alegro de pensar que quizá todo iría mejor.
F I N
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IMPACIENCIA
Fiksi PenggemarNo sabía lo que exactamente le atraía de aquel ente tan grosero, maleducado y...hermoso, fuerte, considerado, caliente....¡No! Quiso decir valiente, sí, valiente, bueno, también era caliente. El punto es que Dinamarca no entendía cómo podía sentir...