Seguro

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¡Maldita sea! Seguía viva.

Abrió los ojos y se sintió pesada, estaba casi segura que su plan resultaría, pero por enésima vez había fallado, si tuviera energía suficiente estaba segura que se pondría a golpear cosas mientras los insultaba a todos. De reojo pudo ver una bolsa de sangre conectada a su brazo derecho y en un acto reflejo se arrancó la cánula. Su mano izquierda dolía y no la podía usar muy bien, alrededor de su muñeca y debajo de la desdichada manilla había una venda llena de sangre seca, todo parecía indicar que de esa forma habían logrado detener el sangrado y salvarle la vida.

Desató la venda y vio el corte que se había auto-infligido, dolía, medía más de seis centímetros en vertical según sus cálculos y por la dificultad para usar la mano podía decir que era profundo, intentó descubrir por el nivel de cicatrización cuánto tiempo exactamente habría estado inconsciente, pero la verdad es que no sabía nada de eso. Ryuuken se asomó en la puerta e ingresó a la habitación recogiendo la manguera para evitar que siguiera desperdiciándose la bolsa de sangre.

- ¿Por qué no me dejaron morir? — no le contestó, solo tomó una crema y otra venda de una bolsa que llevaba con él, le aplicó la crema que le hizo arder de inmediato la herida y le puso el nuevo vendaje lo mejor que pudo.

- No soy médico para tener que estar haciendo esto — le reprochó. Le ofreció un poco de la pomada para su labio y ella negó. Levantó las cosas y se dirigió a la salida

Tenía frío, desde que Uryuu se había llevado la cobija no le habían entregado otra y ahora realmente necesitaba una, abrazó sus rodillas para darse calor y optó por dormir. Era dormir o llorar las opciones en su panorama.

Despertó por una presencia cálida a su lado.

- Tu vida sería mucho más sencilla si aceptaras lo que te espera — él deslizaba su dedo por su dolido labio — yo te ofrezco calor, una cama cómoda y la promesa de no golpearte tanto si aprendes a comportarte — la tomó del mentón para que lo viera a los ojos — creo que es la mejor oferta que tendrás chiquilla

- ¿Por qué crees que intenté matarme? — la bofetada no se hizo esperar, pero esta vez él no se fue

Con fuerza hizo que se acostara para quedar encima de ella, empezando a tocar sus senos, palpándolos de forma brusca. Se separó de ella y rompió la blusa por la mitad, le impidió cubrirse mientras empezaba a morderle los pechos. No tenía sentido retener su llanto, ni mucho menos seguir negando lo que irremediablemente iba a pasar.

- P... por favor no — suplicó entre lágrimas sintiendo como algo duro era presionado contra ella — a... aléjate — él le tenía inmovilizada la mano derecha, y con la otra mano intentaba soltarle el pantalón, con la poca fuerza que tenía en la izquierda intentó empujarlo. Lo único que consiguió fue que su herida se reabriera y la sangre empezara a correr como si fuera un corte recién hecho, él dio un golpe en la pared mientras se retiraba a buscar a Ryuuken. Este le pidió que por favor tuviera esa mano quieta o iba a volver a pasar.

Después de la curación ella se acomodó en posición fetal otra vez abrazando sus rodillas, sus lágrimas corrían libremente por su rostro y caían al colchón. Estaba retrasando lo inevitable, bien fuera esa noche o dos noches después, tarde o temprano iba a lograr violarla. Intentaba buscar en sus inexistentes recuerdos si ella había tenido relaciones antes, de pronto pudiera refugiarse en alguna memoria feliz de ese privado momento que le permitiera hacer más llevadero el asunto, tal vez con el sujeto que habían mencionado ella hubiera tenido ese tipo de intimidad y por eso decían que la quería rescatar. Pero era inútil. Ningún recuerdo de absolutamente nada en su pasado aparecía.

~

La mañana llegó con una bandeja de comida junto a su cama, la observó y suspiró resignada. Tomó la sopa que había allí y la probó, no era la misma que la había hecho vomitar antes así que la bebió directo del plato sin usar la cuchara. Su cuerpo agradecía el consumo de dicho alimento, comió el pequeño pan que también estaba en la bandeja y rogó no vomitar nada. La venda en su muñeca ya no era blanca, estaba ligeramente manchada de color café. Un par de horas más pasaron hasta que Uryuu hizo su aparición en la puerta, satisfecho al parecer por ver la bandeja vacía.

El Clan KazirgaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora