Pasado

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En Kumogakure habían estado cerca de dos semanas, hicieron circular el rumor que se mudarían y no tardaron en llegar ofertas de trabajos en todas partes, por lo que evaluaron las opciones y finalmente entre todos decidieron que se radicarían un tiempo a pocas horas Takigakure, era un lugar lo suficientemente central para poder aceptar peticiones de varias aldeas alrededor, aunque le parecía ligeramente sospechoso que ahora estaban un poco más cerca de Konoha. Esa guarida le gustaba más que la última, la casa era amplia tenía dos pisos y ocho habitaciones en total, como siempre Hiroku instaló los explosivos necesarios para destruir el lugar en caso de ser necesario y Tuuli preparó los sellos requeridos para ocultarse del byakugan, dejaron una de las habitaciones del piso superior, que tenía baño privado designada para futuros pedidos, asegurando que esas ventanas no se pudieran abrir. Después de eso Uryuu, Jannos y Tuuli escogieron las tres habitaciones que quedaban del segundo piso, dejándolos a los restantes con las del primer piso, eso era lo único malo hasta el momento, estar en la habitación al lado de ellos pues estos roncaban tan duro que alcanzaba a oírlos a través de la pared. Hicieron un juego de cartas para definir así quien tendría la habitación adicional, saliendo victorioso Tuuli que cruzó una mirada con Ikkaku, malditos tramposos, cuando se lo proponían sabían manipular el juego entre los dos para ganar. Aunque bueno, la querían para usarla a como una zona de estudio, habían conseguido un par de mesas para seguir experimentando con los sellos y señuelos.

Salió de la vivienda camino a la aldea, tenía una vigilancia que hacer a un comerciante. Recorrió con sigilo las diferentes calles, era un sujeto aburrido, pero tenía que aprender su rutina. Cuando cayó la noche y estuvo seguro que el hombre no saldría, buscó un árbol para descansar un poco, pensando de nuevo en aquel sueño y recordando lo que habían sido los años posteriores.

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Ima, la madre de Tuuli, era una mujer amable pero estricta, tenía a su hijo en la academia ninja e hizo los trámites necesarios para inscribir a Hiroku e Ikkaku también, él era muy pequeño para que lo admitieran y por otro lado Jannos y Uryuu eran muy mayores, aunque de hecho su nivel era mucho más alto que el de los genins y la mayor parte de los chunins. A veces mientras jugaba los escuchaba hablar sobre lo que había avanzado en su investigación, estaba enfocada de lleno en encontrar una forma de camuflar objetos inmóviles, con la meta de lograr esconder después objetos en movimiento de aquel ojo blanco. En total estuvieron dos años en esa casa, durante los cuales sus dos hermanos mayores distribuían el tiempo en empezar a enseñarle a pelear a pesar de su corta edad, ayudar después de clases a los demás a entrenar, y empezaron a hacer algunos ataques a viajeros en el camino, pero regresaban frustrados porque no era un reto grande que los ayudara a mejorar su nivel, por eso decidieron que se irían. Ella intentó convencerlos para que lo dejaran, apenas tenía seis años e iban a una aldea muy peligrosa, pero ese era justamente su objetivo, estaban empeñados en entrenarlo lo más fuerte posible para que sin importar su edad no fuera un punto débil dentro del grupo. Y sin más, los tres se fueron rumbo a Kirigakure.

La estadía en ese lugar fue una completa mierda, la corrupción, los ataques y asesinatos a plena luz del día eran el común denominador de todo, había tenido que aprender a defenderse rápido, ser rudo y dormir con un ojo abierto, especialmente cuando sus dos hermanos no estaban. Uryuu y Jannos estaban satisfechos con lo que ocurría allí, dejando aflorar su verdadero ser, volviéndose sanguinarios, sobretodo Uryuu quien además parecía empezar a tener problemas de ira, empezaron a ser reconocidos por todos como los mercenarios gemelos, a él no le parecía que fueran iguales pero la gente solía tener problemas para diferenciarlos y ellos tomaron ventaja de la situación, usaban el cabello de forma igual y se vestían parecido, siendo solo diferenciados por las gafas del mayor quien a veces incluso se las quitaba para confundir al enemigo, eran temidos. Jannos por su lado había conocido a un anciano que se jactaba de conocer una técnica imposible de dominar, así que insistió hasta que pudo convencerlo que le enseñara tal habilidad, cada vez que atacaban a alguien la ensayaba, después de una veintena de muertos finalmente logró dominarla. Estuvieron seis años en esa inmunda aldea, y aunque a sus hermanos los emocionaba la idea del ritual de graduación con un duelo a muerte, no estaban dispuestos a arriesgarlo ni querían que le asignaran una bandana que lo identificara como shinobi de allí, ellos no eran desertores, simplemente no pertenecían a ningún lugar. Y así, tal como una noche llegaron, una noche se marcharon.

El Clan KazirgaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora