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15 | Aventura Secreta

"Nos amaremos en el silencio de un secreto mientras nuestras almas mudas no digan nada aunque sientan todo."

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A la mañana siguiente, cuando el sol aún no aparece en el cielo de la sierra, opto por ponerme de pie y darme una ducha rápida para salir a hacer ejercicio antes de que don Joaquín se percate de que lo hago y me regañe.

Hago una mueca con miedo de haber despertado a alguien al intentar abrir la puerta con rapidez olvidándome de que por la noche, después de haber echado por la fuerza a Alfredo, trabé la cerradura.

Aprieto mis labios, quito el seguro y con mi botella con agua en mano, salgo del cuarto, camino por el extenso pasillo, bajo las escaleras y al salir de la casa me topo con un hombre de espaldas a mí y con ropa deportiva también.

Al jadear por la sorpresa, él nota mi presencia y se da la vuelta observándome.

—Hasta que por fin tengo la dicha de conocer a la tan mencionada entrenadora de los patrones.—Una de mis cejas se alza por la sorpresa.

—¿A poco soy famosa?—Respondo con un toque de burla acercándome unos pasos hacia el desconocido.

—Créeme que lo eres.—Asegura—Ivana ¿cierto?—Asiento y acepto la mano que me extiende.—Puedes decirme Nini, un gusto.—Correspondo a su sonrisa y paso por su lado.—¿Vas a correr?

—Así es.—Hablo por encima de mi hombro viéndolo de reojo.—¿Y tu?

—A eso mismo iba. ¿Te acompaño?


Alfredo

Abro el bote de mi cerveza y me siento en la caja de mi camioneta viendo en silencio como Ovidio y Serafín se tambaleaban al cargar una hielera más grande que ellos mismo. Me río pero me contengo al momento de sentir sus malas miradas.

—¿El princeso no quiere que venga a abanicarlo también? ¿Estás cómodo?

—Pues así estoy muy bien, gracias.—De reojo noto como Serafín rueda sus ojos tirando la hielera en su camioneta.—¡Oye!—Me quejo cuando Vicente me arrebata la lata de mis manos y me empuja para que me bajara de la caja.

—Ponte a trabajar, plebito desobediente, que aquí ninguno es tu sirviente.—Iván se carcajea y sigue enganchado el trailer del rzr.

Sería una gran ruta la que haríamos por lo que cada quien llevaría su camioneta, sus aparatos y mucha comida y bebidas, nada de eso podía faltar además de las morritas que nos encontraríamos allá. Esa es la razón por la que nos levantamos en medio de la madrugada, intentando evitar que alguien que no fuéramos nosotros se entere que nos marchamos por tres días. Ni siquiera mi apá estaba enterado por lo que los nervios y la adrenalina de salir antes de que el sol se ponga, están presentes.

—¿Dónde vas, Vicente?—Le pregunto cuando noté que se dirigía a los caminos que llevan a la mansión.

—Eh pues.. a.. comer agua.. digo...

—¿Comer agua?

—Tomar agua, Alfredo.—Él rueda sus ojos y rasca su nuca.—Tu me entiendes.—Entrecierro mis ojos y niego.

—¿Por qué estás nervioso?

—¿Yo? ¿Nervioso yo? ¿Vicente Zamb...?

—¡Ey cabrones!—Tanto Vicente como yo damos un pequeño salto en nuestros lugares al oír la voz de mi apá.

Aventura Secreta | Alfredo Guzmán |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora