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—Sin editar—

4 | Aventura Secreta
"Nos amaremos en el silencio de un secreto mientras nuestras almas mudas no digan nada aunque sientan todo."



—¡¿Que casi hacen que Ivana haga qué?!—Di un pequeño salto en mi lugar e intenté retroceder por el susto que me causó que Don Joaquín gritara, sin embargo también me asusté cuando sentí una mano fría posarse en mi espalda. Disimuladamente me di media vuelta para encontrar a Alfredo como el dueño de la mano que me detuvo por breves momentos pero que ni siquiera me dirigía la mirada.—¡Lo único que les pedí es que no hicieran más desmadre del que ya han hecho y...! ¿¡Casi me la matan?! ¡Pero que tienen en esas cabezas pendejos!

—Don Joaquín si me permite...

—Permíteme un segundo Ivana por favor.—Emma se levantó del camastro y se acercó a susurrarle algo a su marido mientras acariciaba sus hombros, al parecer, intentando tranquilizarlo. Cuando por accidente a Ovidio se le había escapado sacarle en cara a Alfredo que no tenía actitud ni derecho moral para reclamarle que se había comido lo que su hermano había dejado en la nevera después de la bobera que había echo Alfredo de casi matarnos, Don Joaquín se había molestado de sobremanera.

El Chapo respiró profundo y asintió dándome la palabra.

—Yo también soy responsable, con todo respeto, su hijo maneja como anciana y a mí me sacó de mis casillas.

—¿Como anciana? Mija, Alfredo es el mismísimo peligro andante cuando se trata de carros. No quiero imaginar cómo manejas tu.—Esbocé una sonrisa divertida sabiendo que tampoco era muy consciente y responsable al volante.—Por ésta se las dejo pasar, pero que no se repita.—Se dio media vuelta dispuesto a irse otra vez a jugar con sus hijas pero se detuvo a medio camino.—Eso también va para ti Iván, tú ibas con tu hermano al momento y no hiciste nada.

—¿Qué? ¿Y ahora yo qué?—Él se quejó y refunfuñando se marchó siguiendo el paso de su padre reclamándole cosas que desconocía.

 —Yo propongo que nos vayamos de antro para bajar el sustito y...

—No comiencen como con el Ch...—Alfredo se vio interrumpido por la pequeña patada que le dio Ovidio en sus costillas. Ambos estaban sentados, o más bien desparramados, sobre las sillas debajo de la palapa bebiendo y escuchando música. Él rodó sus ojos y se volvió a dirigir hacia sus hermanas.—No comiencen, luego se la creen y terminamos todos mal. No son más que simples empleados y ahí deben de quedar.

—Alfredo ya cállate.—Alejandrina le quitó el vaso a su hermano y bebió de él.—Tu no le hagas caso plebe, es así de mamón porque no quiere repetir err...

—¿Por qué chingados le dan explicaciones? ¡No es más que una empleada!

—¡Intento dejarte un poco menos mamón de lo que te estás haciendo lucir, idiota!

—Dame mi pinche vaso.—La hija mayor de los Guzmán, cansada de la actitud de su hermano, vació la bebida sobre la cabeza de Alfredo.

—Ahí tienes tu pinche vaso.

Abrí mi boca atónita por la actitud repentina de Alejandrina pero no pude evitar gozarlo. Merecido se lo tenía.

En completo silencio me di la vuelta y comencé a caminar con la intención de ya largarme. A pesar de los modos de Alfredo para decir las cosas, tenía la razón. No había razón alguna para que yo estuviera de entrometida entre ellos o para tener una relación más allá de lo laboral, no había pretexto para seguir allí.

Aventura Secreta | Alfredo Guzmán |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora