Cap.19 "Yo te lo perdonaré".

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Brown City, Michigan. Marzo, 1993.

Llegué a casa de Rose después de dejar a Zoey en la suya. Habíamos pasado la tarde en Brasil y pudimos quedarnos todo el día.

Brooke jugaba ajedrez con Rose cuando les dije que me iba a bañar y que me saltearía la cena. Mañana tendríamos que volver a casa y seguro tendríamos que quedarnos un par de días, pero al menos, mamá sabía que yo estaba con Zoey así que no me sentía tan culpable.

Me deshice de mi ropa y me metí en la ducha regulando el agua. Solo podía pensar en ella y en lo mucho que me gustaría volver a unas cuantas horas atrás.

—Es hora de pagarme —dije sentándome al borde de la cama, viéndola voltearse hacia mi.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó fingiendo, pero ambos sabíamos que me entendió.

—Primero que te acerques —respondí moviendo sus dedos para que viniera hacia mi.

Camino hacia mi, mientras la veía con descaro. Se movía lento y eso me estaba matando.

—Segundo que te sientes aquí —pedí palmeando mis piernas queriendo sentirla allí.

Creí que iba a sentarse en una de ellas y abrazarme por la nuca, como solía hacer en los recreos de la escuela. Pero no, la maldita se subió a horcadas de mi. Noté que estaba nerviosa pero eso no le impidió hacer tal cosa.

Quedé un poco sorprendido por ese gesto, ya que ella nunca se había prestado a algo así. Zoey era una chica tranquila, al menos eso parecía la primera vez que lo hicimos en Tanzania.

Recordé que yo era quien estaba hablando y continué.

—Tercero y último, que me beses y no te detengas — susurré intentando no besarla yo.

Se mordió los labios y tuve que apretar mis manos para no jalar de su cabello y estrellarla contra mi.

—Será un placer —jadeó  para besarme.

Un gemido involuntario salió de mi y ella sonrió en el beso al darse cuenta el efecto que su voz causaba más en mi de lo que ella creía. Si, me gustaba mucho lo auditivo y no iba a negarlo.

Su lengua rozó la mía y le di paso al instante. Mis manos viajaron por dentro de su camiseta por su espalda, notando que su piel estaba suave y caliente. Se separó un poco de mi para besar mi cuello y otro gemido salió de mi.

—Me encanta escucharte —susurró en mi cuello, haciéndome estremecer cuando sentí su aliento.

—No quieres comenzar esto, tienes que abrir la tienda a las cuatro —dije intentando enfriarme, porque no quería que su padre se enojara con ella por mi culpa.

Se separó un poco de mi y sonrió diabolicamente. Tomó el borde de su camiseta y la tiró hacia arriba, quitándosela sobre la cabeza. Me la quedé mirando un poco asombrado y a la vez confundido.

—Entonces aún nos quedan dos horas —dijo antes de tirarse sobre mi.

Caí acostado sobre la cama mientras ella me volvía a besar el cuello. Una de sus manos se metió dentro de mi camiseta mientras la otra se enredaba en mi cabello.

Nosotros ante todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora