Cap.38 "No lo dejes ir".

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Brown City, Michigan. Junio, 1993.

No podía dejar de verme al espejo. No parecía yo en ningún aspecto. Mi cabello no estaba inflado ni tenía ondas como naturalmente, sino que estaba totalmente lacio y la mitad de él, estaba recogido en una coleta alta. Mi cara tenía más maquillaje que nunca en mi vida y me sorprendí de que mi mano no se manchara cuando me toqué la mejilla.

—Es calidad uno amiga, puedes llorar y limpiarte los mocos tranquila —dijo ella terminando su propio maquillaje cuidadosamente.

Fruncí mi nariz, esperando no tener que hacer ninguna de esas dos cosas y continué analizándome. Scarlett había recreado a la perfección el maquillaje que hizo el jueves. Mis párpados tenían un dorado muy parecido al color champagne de mi vestido, había puesto  iluminador en mis pómulos y un labial que según ella era color granate. Yo no sabía que color era ese pero era una especial de tono vino, una mezcla entre rojo, fucsia y violeta, hasta ahí llegaba mi léxico en colores.

—Dios, estoy nerviosa —masculló Destiny caminando por todo el cuarto.

Se veía extraña con tanto maquillaje, su hermoso peinado y apenas un jean desgastado y su camiseta de Guns N' Roses. Le sonreí y me acerqué a ella, tomando su mano y estrechándola con fuerza.

—Estaremos bien y la pasaremos genial —la animé con una sonrisa. Ella me la devolvió y volteamos a ver a Scarlett.

—Listo —dijo soltando una brocha para dejarla sobre el espejo y se giró hacia nosotras—. ¿Qué hacen allí paradas? Vayan a vestirse —indicó moviendo las manos, como echándonos de su cuarto.

Destiny y yo salimos de su casa, caminando hacia distintos lados. El calor era insoportable pero no iba a dejar que eso arruinara lo que quedaba de la tarde. Ya eran las siete y el sol estaba bajando un poco. Me sentía totalmente nerviosa pero sabía que solo sería hasta que estuviera allí dentro con todos mis amigos.

Me crucé con muchas chicas peinadas y maquilladas, caminando y en autos que seguramente salían de la peluquería o de las casas de amigas expertas como yo tenía a Scar. Algunos chicos pasaban en autos, ya trajeados y tragué saliva, pensando en Atlas con un traje puesto.

Llegué a casa para encontrar a papá con su camiseta y pantalón de vestir, sentado en el sofá mirando televisión.

—Mira que hermosa has quedado. Mucho más que de costumbre —arregló lo que dijo al principio y me reí, subiendo las escaleras.

—Gracias papá. Ya estoy aquí —avisé una vez en la planta de arriba.

En el cuarto de mis padres, mamá se tiraba perfume frente a su espejo. Pasé por el cuarto de Becky para verla luchar con sus zapatos mientras Teo caminaba de un lado al otro, pasando entre sus piernas.

—¡Sal de aquí, bola de pelos! —le gritó ella y el cachorro salió corriendo escaleras abajo. Me reí y entré en mi cuarto, cerrando la puerta detrás de mi para alistarme.

Lo primero que vi fue mi vestido colgado en una percha en la puerta de mi armario. Solté un suspiro, imaginándome en él y sonreí. Me quité la ropa y me puse los zapatos, sabiendo que cuando tuviese el vestido puesto no podría agacharme. Me lo coloqué con cuidado de no correr mi maquillaje y llamé a mamá para que cerrara el cierre en mi espalda, porque mi hermana parecía seguir con su crisis según escuchaba desde mi cuarto.

—Oh, mírate. Estás hermosa —masculló ella y le sonreí por el espejo.

—Mamá, no vas a llorar ahora, ¿verdad? —pregunté casi insinuando cual debía ser su respuesta.

—No, aún no —contestó abanicándose la cara, como si tirara aire para secar sus lágrimas antes de salir—. Te esperaremos abajo —me hizo saber para caminar fuera de mi habitación.

Nosotros ante todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora