Capitulo 3..

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Cuando Effie pronuncia mi nombre, un torrente de emociones me golpea de pronto. Miedo, inseguridad, desesperación, abatimiento... Pero también hay alivio, alivio por saber que voy a poder estar ahí para Katniss. Mientras subo al podio intentando guardarme mis emociones me juro a mi mismo protegerla con mi vida, para salvar la suya.Después de que Effie pida voluntarios -nadie se presenta- los dos elegidos nos damos la mano. Ella está tensa y evita mirarme. No puedo evitar pensar que es la primera vez que nos tocamos y siento algo parecido a la alegría. Entonces ella me mira y enseguida aparta la vista. No sé si me lo habré imaginado pero me ha parecido ver en sus ojos reconocimiento. ¿Me recordará? ¿Recordará ese día bajo la lluvia? Probablemente no, pero yo si que lo recuerdo, al igual que recuerdo todos los momentos a lo largo de los años en los que nuestras miradas se cruzaron, aunque solo fuera un instante, antes de que uno de los dos apartásemos la vista.El día de la lluvia en concreto es uno de los que mejor recuerdo, a pesar de que yo era bastante más pequeño que ahora. Era Enero y hacía mucho frío. El padre de Katniss, el hombre que cantaba tan bien que hasta los pájaros se paraban a escuchar, hacía poco que había muerto, y ella y su familia no tenían recursos para salir adelante. Yo estaba ayudando a mi madre a hornear el pan, cuando oímos un ruido en nuestro patio trasero y ella salió a ver que pasaba. Debía ser otro niño de la Veta buscando comida en nuestros cubos de basura por lo que ella le gritó. Me asomé entonces por detrás de mi madre y entonces la vi. Estaba empapada, sucia y muy muy delgada. A pesar de eso yo no pude parar de mirar como, agotada, se derrumbaba debajo de nuestro manzano. Mi madre me empujó de nuevo hacia la cocina y me obligó a seguir horneando. Me quedé mirando el pan, y en lo mucho que ella lo necesitaba. Entonces tomé una decisión. Agarré las dos barras de pan y las arrojé al fuego, observando cómo se quemaban. Mi madre me vio y sin previo aviso me pegó tan fuerte en la cara que no pude evitar que un par de lágrimas corriesen por mis mejillas mientras ella sacaba del fuego las barras de pan, intentando salvarlas, pero estaban demasiado quemadas. Gritándome insultos, me obligó a darle el pan a nuestro cerdo, y yo salí al patio trasero. La lluvia helada me dejó empapado enseguida y refrescó un poco el dolor de mi mejilla, pero apenas me importó. Ella seguía allí, mirándome. Empecé a arrancar las partes quemadas y a tirarlas al comedero. Oí que llegaba un cliente a la tienda y mi madre se alejó para atenderle. Miré una vez más hacia la puerta para asegurarme de que no había moros en la costa y arrojé las dos barras de pan en dirección a la chica, sin atreverme a mirarla si quiera, aunque si llegué a ver por el rabillo del ojo cómo ella recogía el pan y se alejaba corriendo.A la mañana siguiente me levanté pronto y salí al patio. Ya no llovía, aunque el suelo estaba todavía lleno de barro. Me quedé mirando el sitio donde ella había estado sentada tan solo la noche anterior. Entonces me dí cuenta de una cosa que destacaba en el suelo. Lo recogí y me di cuenta de que era una canica de madera pintada de color naranja suave, como el de una puesta de sol. Es un juguete muy popular entre los niños por ser barato y me pregunté si se le habría caído a ella la noche anterior. Era bastante posible, porque la chaqueta que llevaba puesta era de su padre y le quedaba grande. Habría sido fácil que el juguete se escurriese de su bolsillo. Nunca pude averiguar si de verdad le pertenecía, pero lo que si sé es que hasta el día de hoy, no he sido capaz de separarme de la pequeña bola ni un solo instante, y que la llevo siempre conmigo para que me de suerte.Esa misma tarde la volví a ver otra vez en el patio del colegio. Tenía mucho mejor aspecto e iba acompañada de su hermana. Me quedé mirándola y cuando nuestras miradas se cruzaron, volví la cabeza. Entonces ella bajó la vista y se quedó mirando un diente de león que florecía en el suelo. Lo recogió con infinito cuidado y se lo llevó con ella.Desde entonces, nos hemos cruzado un par de veces, aunque nunca me he atrevido a hablarle, y cada vez que ella me pillaba mirándola y yo apartaba la vista, me maldecía a mi mismo por mi cobardía. Ahora supongo que ya no tendré oportunidad de decirle que la quiero, debido a que nos van a lanzar a un campo de batalla en el que supuestamente debemos matarnos entre nosotros.

ASI lo ve petta desde su punto de vista de los juegos del hambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora