Cap 2

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Me desperté normal, sin ningún cambio, con la oscuridad abrazándome entre el frío, pero había algo diferente, la cama era más cómoda y las sábanas más abrigadoras.

El frío no parecía impregnado en cada parte de la habitación, me costó abrir los ojos, me sorprendí al ver mi alrededor, en la esquina derecha de la pared de enfrente había un aire acondicionado, a mi derecha había dos sillas, y a mi izquierda, una serie de artilugios y máquinas, una decía mi ritmo cardíaco, había otro que me ayudaba a respirar, y otro inyectado a mi antebrazo.

Con cuidado me quité todo, me senté en la camilla, toque el frío piso con mis descalzos pies, había un vidrio enorme al lado de mi derecha.

Reflejaba todo en la habitación, ¿hace cuánto no me veo en un espejo?, mi piel extremadamente blanca y mis mejillas decoradas con pecas, milagrosamente rojas, mi ojos grandes y de un tono verde esmeralda que brillaban en aquella oscura habitación, mi pelo verde y rizado, mi cuerpo delgado y de aspecto frágil.

Al pasar unos segundos vi la puerta aún lado del enorme vidrio, salí habriéndola despacio, para encontrarme en un pasillo infinito.

Era obvio que estaba en un hospital, pero me preocupaba Eri, ¿donde está?, ¿estará bien?, miles preguntas de su estado me invadía, mientras caminaba buscándola.

A través de un vidrio en una habitación no muy lejos de la mía la encontré, respiraba rápidamente, tenía la carita roja y su cuerno más pequeño.

Entre abriendo la puerta lentamente, me senté en la orilla de la camilla agarrando su pequeña mano y entrelazando los dedos, su respiración poco a poco se normaliza.

Está habitación no era tan fría como la mía, y las incesantes luces hacían que me doliera la cabeza, por lo que las apague, dejando aquella habitación sumergida en la oscuridad, me acosté a su lado arropandome también entre las sábanas.

Poco después sentí cómo se aferraba a mi acurrucandose en mi pecho, la abracé igual y me quedé con la vista perdida en la nada.

Escuché pasos afuera, pero seguían de largo, era una persona que al parecer corría, de seguro venía a ver a alguien, después escuché un grito seguido de otros que no entendía, poco a poco me quedé dormido abrazando a Eri, dejando que una vez más, la oscuridad me cobijara junto a la pequeña.

Pero mi paz no duró mucho, sentí que la puerta se abrió lentamente, las luces se encendieron haciéndome cerrar los ojos bruscamente y encerrarme debajo de las sábanas.

Rápidamente se apagaron y escuche un susurro "lo siento", la voz me parecía conocida, era temblorosa y tímida, le pertenecía a una mujer.

Me resonó en la cabeza una y otra vez, por alguna razón me parecía tan acogedora.

- Izuku, hace 7 años no te veo, mi niño, perdón por no cuidarte - acompañado de algunos sollozos, tarde un poco en prosesar lo dicho.

Lentamente me levante, el frío en mis pies me regreso al momento, camine hasta quedar frente a la mujer frente a mí, era más bajita que yo, estaba más gordita, pero su pelo verde se veía aún en la oscuridad, y como tapaba su cara con sus mano para ocultar su llanto.

Mis mejillas se empezaron a mojar por las incesantes lágrimas que bajaban, le quite de manera cuidadosa las manos de la cara, cuando sentí su mirada en mi rostro le dediqué la mejor sonrisa que pude.

La felicidad, el alivio, y la emoción me invadieron en ese instante, era como un sueño, un truco de mi mente en busca de lo que deseo desde hace mucho.

- M-mamá - dije feliz, para abrazarla, mientras mis lágrimas caían en silencio, estaba acostumbrado a llorar así, en cambio ella lloraba con más sollozos, con más dolor.

Gran poder peliverdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora