•14• ¿Confías en mí?.

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Me giro salgo rápidamente por la misma puerta que había usado para entrar. De mi bolso saco mi celular, miro la pantalla y confirmo que el uber ya está esperándome.

—¡Elizabeth! —Trenton grita detrás de mí, pero yo continuo mi camino, el auto parece estar demasiado lejos, aunque realmente es este el momento que se me hace eterno— ¡Espera por favor!  —grita de nuevo. Lo escucho más cerca y a un par de pasos del carro me toma del brazo girándome hacia a él de manera algo brusca.

—Trenton suéltame por favor —menciono tratando de sonar tranquila, aunque por dentro la rabia me invade.

—Elizabeth, escúchame —me busca la mirada y yo me zafo de él, corro y abro la puerta del auto pero él la cierra rápido y de nuevo me gira hacia él, tomándome fuerte de los dos brazos— ¡Que me escuches!

—¡Trenton basta, no hagas un teatrito! —trato de zafarme, pero esta vez me es imposible.

—Solo escúchame ¿sí?, lo que viste no es lo que crees yo…

Lo interrumpo.

—¡Ahórrate lo que sea que vayas a decir!, por lo que veo Adam tiene razón, y ¿sabes qué? Déjame en paz, detesto estos jueguitos —me libro de su agarre y abro de nuevo la puerta—. Ah, y límpiate, aún tienes labial por toda tu cara.

—¡Elizabeth, perdón, de verdad no es lo que piensas, solo escúchame! —dice alzando la voz, casi en forma de grito y sonando muy exaltado.

—¡Ya Trenton!, no me busques de nuevo por favor —subo al auto.

—¡Elizabeth! —grita. Cierro la puerta y mi conductor comienza a avanzar— ¡Hey, Elizabeth! —de nuevo grita y golpea el vidrio del carro.

Cierro mis ojos apretándolos fuerte debido al golpe que él da, hasta que al fin el conductor acelera y toma la ruta al hotel.

Al llegar subo directo a mi habitación, dejo la cámara y antes de volver a salir decido torturarme. Veo la fotografía que capturé de ambos, cierro mis ojos, apago la cámara y la alejo de mi vista.

«Pero que imbécil soy».

Bajo rápidamente por el estacionamiento, subo a un taxi que está cerca del hotel y pido que me lleve al mejor y más lejano bar. Cuando llegamos, le pago y me adentro al bar, me siento en la barra y pido un shot de tequila. El bartender lo deja frente a mí, lo agarro y posiciono sobre mis labios la boquilla del vasito, la imagen de Trenton con esa chica se reproduce en mi mente, llevo mi cabeza hacia atrás, bebiendo de tajo el shot; siento el alcohol quemar mi garganta, dejo el caballito de vidrio sobre la barra y pido otro, y otro, cuando pido el cuarto siento a alguien acercarse, pero sé que no es Stark.

—Espero sea el primero que pides —susurran detrás de mí, cerca de mi oreja, la piel del área se me eriza.

Giro un poco mi cabeza y ahí está mi investigador favorito, se sienta junto a mí en la barra, quedando casi de frente, agradezco a la vida que llevo manga larga puesta, o mi amigo vería el efecto que causa su voz ronca en mi oído repercutiendo sobre mi piel.

—Alejandro Nava —le sonrío, él besa mi mejilla y vuelve a incorporarse sobre su taburete, le hace una seña al bartender pidiendo lo mismo que yo—. No pensé encontrarte aquí hoy.

—¿Qué? ¿Crees que por mi trabajo no me gusta pasarla bien? —cuestiona y yo niego con mi cabeza.

—No es eso —recibo mi cuarto shot de tequila, y él su primero, yo aún me siento bien, pero la mirada de mi amigo sobre mí me perfora, él me conoce mejor que nadie -después de mi mama-, sabe leerme por completo.

La Gran Apuesta | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora