INTRODUCCIÓN

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15 de Mayo de 2002

Casa Galván, La Moraleja, Madrid, 22h

Querido diario:

Hoy he cumplido dieciséis años, y en el calendario he vuelto a tachar uno más, festejándolo en la pradera de San Isidro junto a mi familia. Aunque en esta ocasión me habría encantado otra celebración diferente. Mis padres no quieren darse cuenta de que ya no soy una niña, y de que ya no me entusiasma como antes, celebrar mi cumpleaños en su compañía y en la de mi hermano Hugo. Mi intención era la de salir con mis amigos a tomar algo por el centro de Madrid, y luego terminar con algún refresco y una amena charla en cualquier plaza al disfrute de la cálida tarde. Pero como siempre no supe negarme a sus deseos al ver la tristeza reflejada en el semblante de mi madre: «El año que viene será distinto, hija. Te lo prometo. A tu padre y a mí nos gustaría celebrar contigo por última vez tu cumpleaños. Tu hermano y tú estáis creciendo tan deprisa. Casi ha sido un suspiro como han pasado los años. Todavía me parece estar viendo a aquella preciosa niñita rubia que dormía plácida entre mis brazos. Apenas medías cincuenta centímetros, y mírate ahora, casi rozas el uno setenta y sigues siendo tan bonita. Pronto comenzarás el bachillerato, y luego, irás a la universidad, y tus pobres padres apenas te veremos». No pude oponerme. Parecía tan tristona. Así que complaciente accedí a sus deseos.

Estoy cansada. Madrugamos bastante. Mamá quería hacer unas tortillas de patatas, y también freír unos pimientos como complemento, y estuve en la cocina echándole una mano. No quiso que nuestra cocinera las preparara. Según ella su toque no era el mismo y el producto final no sabía igual. (Entre tú y yo, estoy de acuerdo). Por muy bien que cocine nuestra chef filipina no iguala a las manos de mi madre. Al menos en lo referente a tortillas de patatas...

Mientras nosotras nos afanábamos entre fogones, mi padre organizaba el coche con la enfurruñada ayuda de Hugo, que ya tiene trece años y comienza a dar muestras de su preadolescencia mostrándose independiente y con grandes cambios de humor. Tampoco a él le entusiasmaba demasiado la idea de pasar el día con nuestros padres. En fin que a eso de las siete y media de la mañana salíamos todos, camino de la pradera. Había que partir temprano, o de lo contrario, cuando quisiéramos llegar, ya no habría sitio para aparcar el coche, y más yendo desde tan lejos. Nuestra hermosa casa situada en el Paseo de la Marquesa Viuda de Aldama pronto quedó atrás y los bellos parques y bosquecillos de nuestra urbanización fueron sustituidos por el alquitrán y el ladrillo rojizo de la capital. Tomamos la M-40 y un poco más tarde atravesábamos los túneles de El Pardo para incorporarnos a la M-30. Tras cuarenta minutos de viaje, y con unas autopistas vacías, llegamos a San Isidro. Aparcamos sin problemas y ante la satisfecha sonrisa de mi padre que un año más había conseguido su objetivo: Llegar de los primeros y coger un buen espacio en el herbazal donde extender nuestro mantel para pasar el día.

Haragana, me dejé caer sobre la hierba y despierta eché a volar mi imaginación por unos minutos, con el deseo de admirar frente a mí, un día más, como en el instituto, los espléndidos ojos verdes de Cristóbal, el único chico que en dieciséis años me ha interesado, y que en cambio, es aborrecido por mi progenitor.

Mientras mis padres me dejaban holgazanear, ellos terminaron de colocar todos los aperos sobre el mantel. Mi padre me miró indulgente un par de veces por el rabillo del ojo. «Si supiera lo que la niña de sus ojos pensaba». Es un buen hombre pero tozudo hasta la saciedad. Sé que opina que soy demasiado joven para pensar en novios y mucho menos en Cristóbal al que ve como a un atolondrado jovenzuelo que solo piensa en motos y juegos de consola. Según él, «Yo debo de concentrarme en mis estudios y en conseguir llegar lo más lejos que pueda en la vida». Lo cierto es que no soy tan pretenciosa como él. Soy testaruda, eso sí lo he heredado de su carácter, pero no así, la ambición. Jamás seré militar. No me gustan las armas. Con toda probabilidad esa será la profesión elegida por mi hermano, al que le encanta todo lo referente a la guerra, y mucho menos llegaré a ser consejera del rey, que es el cargo que en la actualidad ostenta mi padre. Consejero de nuestro vigente monarca: Su alteza Real Juan Carlos I. Admiro en lo más profundo a mi padre. Esa es la verdad. Ha llegado a su posición gracias a su esfuerzo y su valía, siendo meramente el hijo de un simple comerciante y un ama de casa. Eso tiene un incalculable mérito. Pero yo pertenezco a otra generación y deseo vivir mi vida de otra manera. Espero que cuando llegue el momento de sentarnos y hablarlo pueda entenderme.

El resto del día ha pasado para mí sin pena ni gloria. Entre pinchos de tortilla, pimientos y rosquillas del santo. Fuimos a la verbena y gastamos unos euros en las tómbolas. Mi padre, gracias a su excelente tiro, ganó unos cuantos peluches. Con una formidable sonrisa los dejó entre mis brazos. ¿Acaso no entiende que los peluches ya no me hacen gracia? ¡Pobrecito! Compasiva sonreí y resignada cargué con ellos durante nuestra estancia en la feria. Ahora me observan mohínos y desamparados sobre la colcha de mi cama.

Regresamos al hogar poco después de las nueve de la noche y aquí me encuentro mi diario, garabateando estas frases en tus páginas como desahogo a mi frustración, y también dando tiempo a mi familia. Piensan que no me doy cuenta pero sé que cuando baje tendrán dispuesta una colosal tarta de cumpleaños con las velas encendidas y listas para ser sopladas. Este año; una más. Desde aquí oigo sus voces susurrantes poniendo empeño en disimular la sorpresa que tienen para mí. Luego como colofón prepararemos unos boles de palomitas y veremos alguna película en el plasma. Todos juntos.

¡Tengo ganas de que ya termine este día! Deseo dormirme pronto y que llegue mañana lo antes posible. Anhelo regresar al instituto. A mi rutina y volver a ver a Cristóbal para perderme en sus ojos verdes como un lago en calma.

Sara.

Continuará... 


Sara es nombre de princesa (Chris Hemsworth)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora