Capítulo treinta y seis

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Todo era un jodido caos, balas constantemente volando por el aire.
Casi todos los matones del hombre estaban muertos y algunos agonizando en el suelo, solo cinco estaban de pie. Mientras que los que protegían a Lili, con más experiencia obviamente, estaban casi sanos.

La rubia disparaba mientras intentaba buscar a aquel hombre, cuando dió un último disparo en el hombro de uno de los hombres. Alguien la tomó del cuello y le apuntó a la cabeza, con desesperación tomó su daga y se la clavó en la pierna, se soltó y la retiró. Para apuntarle a la cara.

El hombre estaba de rodillas en el suelo, intentando detener el sangrado.

—¡Acaben con ellos!— ordenó en un grito— ya tengo lo que quiero— e inmediatamente los cinco fueron ejecutados.

Sorprendentemente el hombre se paró como si no hubiera pasado nada y le apuntó a la rubia, instantáneamente todos le apuntaron, ella incluída.

—Déjenmelo a mí— hizo una seña y todos bajaron sus armas, Esteban la miraba incrédulo pero igual hizo caso— ¿a caso piensas dispararme?— preguntó respirando agitadamente sin dejar de apuntar, todos estaban cansados de tanto correr.

—Vamos ríndete, veo el temor en tus ojos— esta soltó una carcajada y sintió como su oscuridad se apoderó de ella.

—Veo que quieres jugar— pasó la lengua por sus dientes con una sonrisa— da el primer disparo, tienes el honor— dijo y la sonrisa del hombre se desvaneció, Esteban negó serio, pero la chica lo ignoró— vamos, házlo ¿O tienes miedo?— lo provocó— apunta y dispara— ordenó seria— aquí— señaló su frente— o aquí— señaló su pecho— dónde quieras.

El hombre hizo eso, pero no sé oyó solo un disparo, sino dos, la rubia esquivó la bala y miró a Esteban, pero este estaba igual de sorprendido que ella.

Desvió su mirada al otro lado y los azules chocaron con los verdes.
Miró al hombre frente a ella, quien tenía un disparo en la rodilla y estaba en el suelo.

—Llevenlo adentro, manténganlo con vida hasta que vuelva— ordenó y dos hombres lo tomaron— Esteban— lo señaló— estás a cargo, ya regreso— y tú— señaló a Cole, quien se encontraba atónito por lo que acababa de hacer— vendrás conmigo.

Caminó hasta el auto mientras el chico la seguía en silencio, miró su ropa empapada en sangre.
Subió al asiento del piloto y Cole en el del copiloto, tomó su bolso y sacó una toalla para comenzar a limpiarse.

—¿Puedes explicarme qué mierda haces aquí?— preguntó tratando de mantener la calma— Lo único que te pedí, es que te mantuvieras a salvo. No te dije del arma para que vinieras a hacer de héroe.

—Lo siento Lili, pero es que sentí una extraña sensación y tuve miedo de que algo te pase— habló nervioso.

—Está bien, de nada vale regañarte— dijo sacándose el chaleco y quedando con la remera totalmente limpia— ahora tú te quedarás aquí, enviaré a alguien para tu protección por si algo pasa, no es seguro que vuelvas a casa.

—No, iré contigo— sentenció tomándole mano.

—Mira Cole— dejó la toalla a un lado, tomó su mano y lo miró a los ojos— esa Lili que va a entrar a esa cabaña, no es la Lili que conoces y no quiero que conozcas esa parte de mí— explicó con total sinceridad— esto va a ser parte de tu vida en algún momento, pero mientras, yo debo protegerte.

—Mira Lils, yo quiero conocerte por completo, te amaré aunque te vea matar a alguien, porque tú eres para mí, estamos jodidamente destinados y te lo puedo jurar— el momento podría haber sido de lo más tierno, si no fuera porque Lili debía encargarse de un psicópata.

Deberías temerme || Sprousehart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora