Capítulo cuarenta y nueve

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Al otro día, la rubia despertó y vió a sus dos amigas durmiendo, una a cada lado. Solo se quedó ahí, recostada y pensando en todo.

Cole la había decepcionado, le había roto el corazón. Se sentía como la mierda, estaba sintiendo una sensación nueva para ella, se había enamorado y le habían roto el corazón.

Sin embargo, era Lili Reinhart, no le iba a demostrar a nadie lo mal que se sentía.

Unos movimientos a su lado la sacaron de sus pensamientos, era Cami que se había despertado.

—Buenos días Cam— saludó en un murmuro y con una sonrisa.

—Buenos días rubia.

—Iba a hacerles el desayuno en agradecimiento, pero tengo a Mads abrazada a mí como si me fuera a escapar— bromeó.

—Lo haré yo— sonrió la pelinegra— desayunaremos aquí y luego haremos lo que tú quieras.

—Todas están como si hubiese muerto mi mascota— dijo divertida.

—Acepta el amor Lils— pidió para salir de ahí.

Luego de unos minutos, Madelaine despertó.

—Buenos días mi linda pelirroja— saludó Lili con una sonrisa.

—Buenos días— correspondió.

—Cami fue a hacer el desayuno— dió un suspiro— quiero agradecerte por todo lo que hiciste ayer por mí. En verdad lo aprecio.

—No tienes porque agradecerme, haría cualquier cosa por ti.

Ambas sonrieron y se abrazaron.

(...)

Por la tarde, la rubia bajaba las escaleras por un vaso de agua, pero se encontró a la persona que menos quería ver en el mundo, sentada en el sillón.

Solo decidió ignorarlo y caminar hacia la cocina, pero él no pasó esto por alto, necesitaba hablar con ella y hacer algo, entonces la siguió.

—Lili— murmuró entrando.

La rubia se volteó y sonrió— Cole ¿Necesitas algo?

—Hablar contigo— se paró frente a ella y ambos se miraron serios— arruiné todo, primero con mis celos y luego con..— no podía decirlo.

—Sí, lo arruinaste. Ya no hay más que hacer y te dije que no quería verte nunca más en mi vida, pero claro eres incapaz de entender lo que yo quiero— soltó fríamente.

—¿Puedes correr esa estúpida coraza de chica fuerte un segundo y hablar?— preguntó molesto.

—Perdiste ese privilegio cuando te acostaste con Sarah y me engañaste— dejó el vaso fuertemente sobre la mesa y salió de ahí.

Volvió a subir las escaleras para entrar a su habitación, donde la esperaban sus amigas.

—Hoy salimos— sentenció cerrando la puerta con fuerza.

—¿Qué?— preguntó Cami confundida.

—Casino, bar, fiesta, lo que deseen— dijo caminando hacia su armario.

—Acabas de terminar una relación ¿No quieres acostarte y ver películas románticas mientras lloras y comes helado como una adolescente normal?— preguntó la pelirroja.

—Exacto, no soy una adolescente normal— afirmó dejando de buscar ropa para ver a sus amigas— lo que menos haré es darle el gusto a Cole de verme llorar.

—Thats my bitch— murmuró Cami con una sonrisa.

—Si quieren acompañarme bien, ustedes son mayores de edad, pero si no quieren tranquilamente con una llamada puedo conseguir una identificación falsa— se encogió de hombros.

—Iremos— afirmó Mads.

—Genial, porque iremos al bar más prestigioso de todo Vancouver— les guiñó un ojo y siguió buscando.

Las dos chicas se quedaron unos segundos pensando y meditando la situación.

—Estuve a punto de preguntar, pero recordé que eres la hija de un mafioso y tienes contactos— dijo la pelirroja divertida.

Y esa misma noche, tres chicas caminaban escaleras abajo.

—¿Estás segura de ir?— preguntó Madelaine algo dudosa.

La rubia se paró frente a sus amigas— bebé, no le temas al éxito— le guiñó un ojo y la pelirroja se sonrojó— y además a vivir, que para morir nacimos.

—Hablas como si fueras a participar de una carrera automovilística en calles de hielo— dijo la pelirroja divertida.

—No, pero tal vez le dé un coma etílico— se burló la morocha.

—O una sobredosis— dijo divertida la rubia, pero al ver los rostros de sus amigas aclaró— no chicas, no nos vamos a drogar, era solo un chiste.

La noche iba genial, esas tres chicas se encontraban bailando en la zona vip de un bar y quien diría no, bastante alcoholizadas.

En un momento de la noche, las tres se separaron, grave error.

—¿Qué hace una chica tan linda, sola por aquí?— preguntó alguien acercándose, cualquiera diría que evadiendo el espacio personal.

—No estoy sola— aclaró la pelirroja nerviosa.

—Pues yo no veo a nadie por aquí— susurró el hombre de unos 30 años en su oído y tomándola de la cintura.

—Déjame en paz— la chica intentó zafarse pero le fue imposible, ya que este señor la había acorralado contra la pared.

—No es lo que quieres— volvió a susurrar.

—Por favor, déjame— pidió.

—Te ha dicho que la dejes— soltó una voz molesta, empujando al hombre.

—¿Y tú quién mierda eres?— preguntó molesto.

—Lili Reinhart, un gusto— dijo enojada y el señor palideció— y estabas molestando a mi novia.

La pelirroja la miró sorprendida, pero la rubia ni se percató.

—Nos volveremos a ver, acabas de firmar tu sentencia de muerte— finalizó para tomar de la cintura a la pelirroja y caminar lejos.

—¿Tu novia eh?— preguntó divertida.

—De otra forma no iba a dejarte en paz, tranquila, yo me encargaré. ¿No te hizo nada?— preguntó preocupada, buscando con la mirada alguna señal de acoso en ella.

—No Lils, tú llegaste justo a tiempo— esta abrazó a su amiga.

Luego de unos segundos se separaron, dejando sus rostros a milímetros.

—¿Cómo puedo agradecerte?— preguntó en un susurro.

Y aunque la música retumbaba en todo el lugar, ellas no oían nada más que sus respiraciones.

Lili estaba jodidamente borracha, incapaz de pensar claramente sus actos y las consecuencias de estos, Madelaine también estaba borracha dejando que sus impulsos se conviertan en acciones sin siquiera meditarlo antes.

Y así fue como ambas terminaron besándose, cuando Camila llegó hasta ellas.

—¿Reforzando amistades?— preguntó divertida y demasiado borracha.

—Sí, okey, deberíamos volver, llamaré a Esteban para que nos pase a buscar— habló Lili, recapacitando de lo que acababa de hacer.

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Debería correr ahora...

Deberías temerme || Sprousehart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora