Capitulo 35

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Siempre creí que la infancia era uno de los procesos de crecimiento más especiales que un ser humano puede llegar a tener, pues gracias a esta, puedes llegar a experimentar diversas emociones y sentimientos que pueden perdurar años y marcar un momento determinado que la persona haya considerado en ese entonces especial, logrando incrementar ese deseo de querer revivir ese momento, de querer recordar esos sentimientos que lograron llenar y marcar tu corazón.

Entonces.. ¿Por qué para mi no fue igual?

Cada recuerdo que surca por mi mente relacionado con mi infancia me resulta doloroso, tan traumático, tan horrible. Aún recuerdo tener ese amargo recuerdo de ver la hora en repetidas ocasiones cuando el ocaso estaba próximo, pues debía ir corriendo a la pequeña habitación que mis padres se obligaron a darme para poder resguardarme de mi figura paterna. 

—¡Colette!— Pude escuchar entre la delgada pared la voz de mi padre. Estaba ebrio. —¡Colette!

—Maldita sea.— Reconocí enseguida la voz de mi progenitora. —¡¿Qué no entiendes que te largues?!

—¿Largarme?— La forma de contestar fue muy descuidada —¿Qué, ya no me quieres?

—¿Quién va a querer a una basura como tú?— Mi madre comenzaba a alzar la voz —¡Solo lárgate!

—¡No digas tonterías, mujer!— Se escuchó el impacto de el vidrio contra el suelo. —¡Tu me quieres!

Ni siquiera fui capaz de asomarme por la puerta para ver que había pasado. No quería correr con el riesgo de enfrentarme con ellos cara a cara. Me reprocharían nuevamente de mi existencia y yo no sería capaz de enfrentarlos. Yo.. no era tan fuerte. 

Solo tenía ocho años. 

—¡Si no fuera por esa maldita escoria!— La puerta se abrió repentinamente dejando ver a mi padre el causante de esta acción. —Si no fuera por esta maldita perra, todo esto no estaría pasando. 

Estaba horrorizada. No quería que volviera a pegarme como lo solía hacer en las ocasiones que llegaba a entrar a la habitación en ese estado, ya no quería más moretones sobre mi cuerpo, ya no quería más rasguños que me marcaran, ya no quería más dolor. Quería que se detuviera. 

Alguien, tan solo alguien que venga a salvarme.

...

—¿Qué haces tan pérdida?— La presencia de un niño de cabellos rubios me alertó, haciendo que me alejara de él unos cuantos pasos. Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue el gran golpe que llevaba en la mejilla. —¡¿Qué diablos sucedió?!— Se acercó asustado. —¿Quién te hizo esto? 

Me quedé estática en mi lugar sintiendo la cercana presencia del niño. Estaba temerosa por cualquier acción que pudiera hacer contra mi, ya que jamás me había relacionado con alguien y mucho menos con alguien que podía asimilar mi edad.   

—No me hagas nada, por favor.— Escondí mi cabeza con ayuda de mis manos. —Pasa de largo y has como si no existiera.

Después de unos largos segundos pude sentir el peso de una cálida y ligera mano sobre mi cabeza acariciándola dulcemente. 

¿Cuánto tiempo ha pasado desde que experimenté un gesto de este tipo? 

—Yo no te haré daño.— Estupefacta levanté la cabeza encontrándome con unos hermosos orbes  de color azul claro. —Confía en mi. Te ayudaré.— Con sutileza me tomó la mano para que el agarre no fuera tan brusco. —Déjame hacer algo por ti, ¿esta bien?— Apretó el agarre de nuestras manos sin lastimarme. —Mi padre puede sanarte esa herida. 

No digas adiós [Levi x reader] (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora