VII. Fin de las tempestades

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With earth and water, air and fire,
By blade and bowl and circle round,
We come to you with our desire:
Let all that is hidden now be found!

Witch's Rune, S. J. Tucker

La historia de él y Kacchan está entrelazada de una y mil maneras. En el telar que los une a todos bajo el mismo cielo, el hilo de Kacchan y él suyo siempre han estado pegados.

—Deku.

Alza la vista.

Ahí está, de nuevo, ese sobrenombre. Hace tiempo que no le molesta, pero se obliga a corregirlo.

—Izuku.

Kacchan bufa y tuerce la boca, pero lo dice.

—Izuku. —Se sienta enfrente de él sin pedir permiso, porque Kacchan tiene la manía de actuar como si todo estuviera a sus pies—. Quiero un favor.

Alza la mirada y encuentra la mirada de Kacchan, reservada, sobre la suya.

Algún día podrá decirle que el problema no es el sobrenombre. Que esa es una herida que sanó hace mucho tiempo y que todas las lágrimas que derramó cuando Kacchan lo señaló por primera vez y dijo «¡Deku!» con una mueca despectiva, recordándole que los caracteres de su nombre también se podían leer así, como inútil, cayeron sobre la tierra y florecieron. El dolor sanó y lo permitió cosechar la relación que tiene ahora.

Pueden mantener una conversación normal.

El problema no es el sobrenombre, aunque sigue insistiendo en corregirlo.

(Es por un motivo egoísta: le gusta oír como Kacchan pronuncia su nombre).

El problema es haber deseado alcanzarlo por tanto tiempo mientras Kacchan insistía en empujarlo hacia atrás.

—En mi sueño había... hay una marca.

El problema es haber deseado que su amistad con Kacchan nunca se hiciera pedazos y haber llorado noches enteras por ella.

—También está en la torre. La vi. Acompañé a Eiji.

El problema es haber negado con la cabeza cada vez que su madre le preguntaba si Kacchan le decía algo desagradable y haberse tragado las lágrimas hasta explotar.

—Es esta.

Kacchan le extiende un papel e Izuku por fin sale de sus pensamientos. Es un dibujo bastante bien hecho.

—Es un círculo mágico —observa.

—No vine a que me digas obviedades, Deku.

Izuku se muerde la lengua.

—Izuku —corrige, de nuevo.

La historia de Kacchan y la de él están tan entrelazadas que Izuku es perfectamente consiente lo capaz que es de lanzarse frente al peligro por él. No necesita pedir un favor. No necesita pedir ayuda. Ni siquiera necesita aceptar su mano. Bastante una mirada o un presentimiento para correr a salvarlo.

Izuku lo va a hacer siempre.

Quizá ese es el problema. También. Ser incapaz de despegarse, de separarse de correr tras él. O a la par. O delante, demostrándole que él también puede con la magia.

Es complicado.

Nunca le ha contado lo que Kacchan le dijo cuándo expuso, en la escuela de Aldera, su teoría de cómo la gente normal podría comunicarse con la magia y usarla.

«¿Deseas tanto tener magia?»

Durante mucho tiempo olvidó las palabras. Quizá le hubieran hecho más daño si se le hubieran quedado grabadas.

Pero ese día apareció el Monstruo de Lodo también y lo único que tiene en su mente es sentirlo asfixiarlo y pensar que era demasiado joven para morir. El rostro del Gran Mago. El descubrir su cicatriz y la manera en la que se escondía tras el glamour. Y, sobre todo, el rostro de Kacchan engullido por el Monstruo de Lodo, con toda la gente mirando alrededor.

Recuerda pensar «¡Alguien debe hacer algo!»

Y también recuerda haber escuchado.

«¡Debería haber un mago aquí!»

«¡Nosotros no podemos hacer nada!»

Su cuerpo se movió sin pensarlo.

—Quiero saber que significa, Izuku. —Kacchan pronuncia su nombre sin demasiados problemas esa vez—. La línea del medio. Eso parece una maldición. Pero el resto, nunca he visto la mitad de esos caracteres...

Izuku tuerce la boca.

—Yo tampoco.

—Pero eres quien más fácil lee estas cosas.

Es cierto.

La magia dibujada puede entenderse, pero nada funciona si uno no puede sentirla o comunicarse con ella.

Izuku dedicó toda su infancia y parte de su adolescencia a aprender a leer todos los símbolos de los círculos mágicos que pudo y ahora es un almacén de conocimiento enorme.

—¿Entonces quieres que...?

—Me ayudes a interpretarlo. Shouto estuvo intentándolo, pero no dio con gran cosa.

—Muy bien.

—¡Es importante! El destino de la torre depende de ello —dice Kacchan—. ¡Sé que algo va a pasar! ¡Mis sueños lo dicen! —Frunce el ceño—. ¡Y Eijiro dice que la tierra está inquieta! ¡Y...!

Izuku le pone un dedo encima de los labios.

(Curioso notar que son suaves).

(¿Siempre lo han sido?)

—Kacchan, si sigues alzando la voz, la torre volverá a enviar la biblioteca hasta el último piso y nos hará subir otra vez esas escaleras interminables...

Ya se los hizo una vez porque Kacchan e Iida no dejaban de gritar. El primero porque no quería bajar los pies de la mesa, el segundo porque quería que no hubiera pies sobre las mesas.

Con el tiempo, Izuku ha aprendido que a la torre no le importan los pies en sus sillas o en sus mesas, pero valora que nadie grite en la biblioteca y que nadie queme el techo de los baños.

Además, aprecia a Kacchan cuando se sienta a leer allí y, cuando no hay ventanas disponibles y en todos los alféizares hay alguien, se asegura de crearle un rincón nuevo para que pueda sentarse a leer sin que nadie lo moleste.

Izuku no está seguro de que Kacchan se haya dado cuenta de eso.

Le quita el dedo de la boca.

—Vamos a ver —dice—, pásame ese dibujo. ¿Por dónde comenzamos?

—¿Símbolos que tengan que ver con maldiciones? —sugiere Kacchan.

La pregunta era más para sí que para alguien más, así que alza la vista cuando Kacchan responde. Sonríe. Enorme amplio.

—¡¿Qué demonios tienes?! ¡La torre está en peligro!

—¡No alces la voz! —ruega Izuku.

Pero no puede dejar de sonreír. Hace demasiado que Kacchan y él no trabajan en ningún proyecto juntos. Se inclina con el dibujo.

—Quizá estos dos símbolos tengan que ver con el fuego. Serán arcaicos, claro, pero tienen formas que conozco —dice—; tú has leído más de eso, así que podría buscar tú. Y estos... —señala otros tres, en el borde del círculo—, estos tienen que ver con la tierra. ¡Voy por unos libros que encontré hace meses! ¡Podrían ser útiles! Y hay un truco...

—¿Un hechizo? —pregunta Katsuki.

—Sí, un hechizo.

A veces todavía les llama trucos, aunque Aizawa diga que esos son los que hacen los ilusionistas y los farsantes.

—Voy a buscarlo —dice—. Ayuda a reconocer algunos símbolos. Su elemento, por ejemplo.

Apenas levanta la mirada del símbolo, pero le parece ver la sombra de una sonrisa en el rostro de Katsuki.

Uno más de los infinitos de que las tempestades se han ido y ante ellos se extiende el sol.

Malos Presagios [Kiritodobakudeku] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora