XIII. El huerto de la torre

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All my past lives they got nothing on me
Golden eagle you're the one and only flying high
Through the cities in the sky
I'll take you way back, countless centuries
Don't you remember that you were meant to be
My Queen of Hearts, meant to be my love

Past Lives, Børns

Las manos de Izuku están llenas de cicatrices. Cuando recién llegó a la torre de Yuuei, se rompió todos los dedos varias veces, una de esas peleando con Todoroki —cuando se ganó las primeras—. Su fama se extendió pronto. «Mago problema», lo llamaba Aizawa. Hasta que Katsuki resultó ser un problema mucho más grande.

Están en el huerto. Izuku le pidió que lo acompañara, porque necesita raíces de jengibre y quien mejor puede comunicarse con la tierra es Eijiro. Los hechizos que hacen que las plantas crezcan y florezcan le salen mucho mejor a él.

—Gracias por venir, Eiji —dice Izuku—. Sólo quiero asegurarme de que los ingredientes sean perfectos.

—Katsuki me dijo.

—Lo sé. Supongo que quería la opinión de alguien más. —Izuku se encoge de hombros—. Sé que no es ortodoxo, pero...

—Lo sé, entiendo por qué quieres ver sus recuerdos. No dijo exactamente cuál, por cierto. —Eijiro supone que eso es información que Katsuki quiere quedarse para sí y no se va a inmiscuir en ello—. Sólo dijo que querías ver un recuerdo. No pregunto, pero...

Había sabido que quería una opinión.

Los magos no se enseñan los recuerdos a la ligera. Son preciados y están siempre llenos de magia.

—¿Crees que sea buena idea?

Izuku lo mira con mucha atención atento a cualquier gesto que haga. Siempre ha sido muy observador.

—Creo que puede ayudar —dice Eijiro, con cuidado—. Entiendo por qué. Katsuki nunca nos dijo todo sobre el nigromante, ni sobre lo que pasó. Y tiene derecho a guardar sus secretos, lo sé lo entiendo, pero a veces sólo desearía... saber... Para poder arreglarlo todo y que nunca más tengamos que lidiar con él.

—Tendremos que lidiar con él —apunta Izuku—, si los sueños de Katsuki no se equivocan.

—Nunca lo hacen.

Izuku asiente y vuelve su atención a las plantas. El huerto es territorio de los magos de tierra, especialmente de Koda, que le habla más a las plantas que a los seres humanos. A Eijiro también le gusta pasar tiempo allí, cuando quiere aclarar la mente. No hay nada como meter las manos en la tierra y conseguir que algo crezca a partir de ello.

El jengibre no es su planta favorita, pero se le da bien.

Todos en la torre tienen la obligación de contribuir al huerto de alguna manera. Es de todos y para todos.

Los magos de agua vigilan el riego. Los magos de sombra se encargan de vigilar que todas las plantas reciban la luz necesaria —o las sombras—. Para los de fuego se reserva una esquina, donde crecen las rosas de fuego, que arden sin parar. Nadie más puede controlarlas como ellos. Los magos de aire se encargan que todo esté bien ventilado, siempre. Y los magos de luz vigilan que el sol siempre salude a las plantas.

Es un trabajo colectivo. Hay ingredientes de pociones y vegetales para todos.

Cuidar de las plantas siempre es un buen momento para pensar y detenerse un poco. Toshinori suele decirlo, sobre todo desde que tiene problemas para comunicarse con la magia o usarla.

«Tomen un momento, respire, vean a su alrededor. Los momentos se van».

No es sólo la maldición. Pronto presentarán el examen que los convertirá en magos hechos y derechos. Dejarán de ser aprendices y podrán dejar la torre de Yuuei para llevar la magia por todo el mundo.

Eijiro alza la vista y encuentra a Izuku frunciendo el ceño.

—Todo saldrá bien —dice.

—No sabes que estoy pensando.

—En Katsuki.

La mirada de Izuku le dice que acertó. Se encoge de hombros y le regala una sonrisa de disculpa.

—No es muy difícil adivinarlo. Es Katsuki. Siempre es así.

—A veces desearía patearlo lejos de mi cabeza —admite Izuku. Mira con mucha atención a las plantas, como si le guardaran un secreto que está dispuesto a encontrar; hacia Eijiro no alza la vista—. Lo he deseado muchas veces, mucho tiempo. Sabes que crecer con Katsuki fue complicado... Y muchas veces deseé no sentir la necesidad de perseguirlo todo el tiempo. Pero el reto de sobrepasarlo siempre fue demasiado grande. —Sonríe para sí—. Y si unes eso a que me preocupo demasiado, entonces... —Se encoge de hombros, dando su caso por perdido.

Eijiro se inclina hacia en un impulso y pone la mano sobre las suyas.

—Entonces no pienses en él durante un momento.

—Pero venimos por las raíces de jengibre justamente para...

—Apártalo de tu mente. No sé, cualquier otra cosa. Piensa en mí —dice y le regala una sonrisa—. Es fácil, ¿no? Si estoy justo enfrente de ti y...

Su estómago da una vuelta. Traidor. Eijiro puede mentirle hasta a su corazón, si quiere, pero no a su estómago. Ese salta al menor sentimiento.

Está sumergido en una idea y no se ha dado cuenta todavía.

Es una duda.

De esas que se entierran en el corazón y empiezan a echar raíces por todas partes. Llenan todas las entrañas y de repente llegan a las yemas de sus dedos que tiemblan un poco al sentir la piel de Izuku debajo de ellas.

«Piensa en mí como piensas en Katsuki».

Pero es injusto. Katsuki e Izuku son producto del tiempo. Su relación, tan rota y parchada como está, es inalcanzable. Es diferente.

Pero quizá por eso es tentadora.

Izuku alza la mirada y clava sus ojos verdes en Eijiro. Son profundos y lo hacen dudar de sí mismo. Las piernas tiemblan y sus pulmones olvidan como respirar. Los ojos de Izuku son de esos ojos que se asoman al alma.

—Sí, es fácil —admite—. Puedo concentrarme en ti.

Y durante un momento, no hay nada más. 

Malos Presagios [Kiritodobakudeku] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora