XXIX. Una fortaleza de hierba trenzada

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We were tight knit boys
Brothers in more then name
You would kill for me
And knew that I'd do the same
And it cut me sharp
Hearing you'd gone away

Always Gold, Radical Face

Eijiro sabe que sus pesadillas a partir de este momento estarán plagadas por Katsuki cayendo.

No entiende por qué, porque ni él ni Shouto estaban poniendo más atención, más ocupados en arreglar el pandemonio que ya se había formado en la torre.

Pero el grito de Izuku lo alerta.

Es un grito que duele en las entradas, que destroza. Si existe el sonido de un corazón roto, es ese.

La desesperación más absoluta sale de la garganta de Izuku.

—¡KACCHAN!

Eijiro alza la vista y ve a Katsuki caer.

Ve a Izuku explotar en magia, también. Lo ve moverse de pura furia, pero apenas si lo registra. No sabe qué hacer. Los encantamientos de aire se le dan especialmente mal y no quiere desperdiciar energía, ni siquiera aunque el ritual les ayude a proteger la torre. Shoto es quien se mueve. Invoca al hielo, para impulsarse hacia arriba y luego al fuego para no caer abruptamente. Eijiro sólo atina a quitar el hielo, para que Shouto no se rompa la cabeza al aterrizar y hacer que la tierra se cubra de un colchón de hierba.

Las decoraciones quedan aún más destruidas. Todo el mundo está corriendo, los aprendices menores se alejan hacia el bosque, los magos hechos y derechos intentan impedir el daño a la torre.

Las batallas de magos son espectaculares, piensa Eijiro.

Espectaculares y horrendas.

Shouto tiene a Katsuki en brazos cuando cae. Entonces Eijiro ve la herida en su vientre, con la túnica manchándose de sangre. Tiene otra más en el hombro. Sus manos alcanzan a Katsuki y quedan rojas.

—No lo muevas —dice la voz de Shouto—. Sólo... protección... —dice—. Tú puedes... La tierra...

Al principio nada de lo que dice tiene sentido.

—Sólo un momento, Eijiro... —insiste Shouto—. Una barrera, para que no puedan...

—Oh, claro...

Eijiro dibuja, con sus dedos, el círculo en la tierra. Y la hierba crece alta en cuestión de segundos y se trenza de manera que tienen paredes y una pequeña fortaleza los protege del resto del mundo. Después de eso, Eijiro entierra las manos en su túnica porque tiemblan demasiado y ni siquiera confía en sí mismo para tocar a Katsuki. Alza la vista. Shouto no lo ve, su mirada está clavada en Katsuki y en las dos heridas. Sus manos tiemblan un poco cuando las acerca y usa la misma sangre del mago de fuego para dibujar un par de círculos curativos, para detener su avance. Pero la sangre no parece dejar de salir.

—Eijiro. Necesito que lo sostengas.

—¿Qué?

—Sóstenlo. Esto va a dolerle y apenas si está consciente. Va a moverse. Y no quiero... No quiero quemarlo demás.

El aplomo con el que Shouto habla es apabullante. A Eijiro le gustaría tenerlo.

—¿Dónde...?

Shouto le indica dónde poner sus manos.

—También hay que evitar que se muerda —le dice Shouto y le ofrece un pedazo de tela que corta de su túnica. Eijiro la acerca a la boca de Katsuki—. Si está un poco consciente, intentará morderse. Has que la muerda. O... Lo que sea...

Malos Presagios [Kiritodobakudeku] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora