XXIV. Los secretos de la biblioteca

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My blood is a flood of rubies, precious stones

It keeps my veins hot, the fires find a home in me
I move through town, I'm quiet like a fire
And my necklace is of opal, I tie it and untie it

Yellow Flicker Beat, Lorde

A Katsuki no le gusta la noticia de Shouto. No les queda demasiado tiempo. Ni siquiera dos lunas completas. Una y media, como mucho.

Había pensado que tendrían más. La noche del festival, tras los primeros exámenes. Todos aquellos que desearan convertirse en aprendices oficialmente presentarían sus exámenes entonces. Los alumnos más jóvenes llenan la biblioteca, la torre tiene que asegurarse de que todos tengan un lugar. Así, la biblioteca cada vez parece más grande y recorrerla entera lleva mucho más tiempo. Katsuki aprovecha un alfeizar de piedra en la parte más al fondo, escondido entre un par de libreros, para quedar escondido del resto de las miradas y poder leer en paz. No se han rendido con descifrar todos los símbolos de la maldición, pero sí han estado investigando otras vías de lidiar con ella.

Así que en sus manos tiene un tratado de magia antigua que resultaría mucho más interesante si no sintiera que toda su vida depende de su lectura. Cuando es su vida la que pende de un hilo, la magia suena mucho mejor en la teoría que en la realidad.

Al principio, Deku no soltó prenda. Incluso Shouto, críptico y denso como era siempre, dijo que no le contó los detalles. «Sólo mencionó a Nana Shimura, eso es todo». Pero la mirada de Izuku parecía estar obsesionada con algo que Katsuki no alcanzaba a ver del todo, pero reconocía. Miedo. Muchas dudas. Lo conoce desde hacía tantos años que Izuku no puede ocultarle nada.

Así que al final lo había dicho.

«Vi tu cuerpo».

Simple, visceral, desesperado.

«Vi tu cuerpo, Kacchan». Lo abrazó entonces y se pegó a él. Katsuki lo oyó moquear y, entre sollozos, agregar algo más. «También vi el de Shouto. Y el de Eijiro... El de Eijiro ni siquiera estaba visible».

Al menos las imágenes no lo visitan en sueños. No está seguro de poder sobrevivir a eso.

Pero tampoco se ha arriesgado. La parte superior de su cama está llena de atrapasueños que de todos modos atrapan muy poco. Pero no ha dejado que Eijiro duerma en su cama las últimas dos noches. No dice nada cuando se acurruca contra él, pero Eijiro lo besa en la sien y lo abraza y está allí cuando las pesadillas atacan. Ojalá su mundo-oniria fuera más benevolente.

—No encontré nada más que eso. —La voz de Shouto lo obliga a alzar la cabeza. El mago de agua está señalando una pila de cinco libros en el suelo al lado de la que hay unos seis o siete rollos viejos.

—Es suficiente.

Aprender magia implica leer mucho. A pesar de que los magos son seres viajeros, hay algunos que escriben demasiado —o dictan a sus escribanos—. Hacen tratados sobre magia, redactan crónicas de sucesos mágicos. Todo para lo que exista una explicación está en los libros siempre y cuando un mago se haya dado el tiempo de registrarlo en los anales del porvenir.

Hay magos que encapsulan sus recuerdos, pero es peligroso —pueden perder partes de sí en el proceso—; la mayoría prefiere la escritura. Las bibliotecas de las academias mágicas, las torres, los viejos castillos en los que nadie habita ya —porque los han cambiado por mansiones o palacios en el campo— lo preservarán todo, creen los magos.

«Pues bien», piensa Katsuki, «esta biblioteca está en peligro».

Katsuki cierra el libro.

—¿Crees que exista un viejo ritual que ayude? ¿Algo que podamos usar?

Malos Presagios [Kiritodobakudeku] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora