Malos Presagios [Kiritodobakudeku]

XVI. Expiación

Bite your tongue
Swear to keep your mouth shut
Ask yourself
Will I burn in hell?
Then write it down
& cast it in the well

Burn The Witch, Queens of the Stone Age

—¡Kacchan!

Izuku intenta cruzar la distancia entre ambos, pero Katsuki, sin saber por qué —o quizá sabiéndolo muy bien— se hace hacia atrás e Izuku choca contra su pecho. No lo abraza, pero sus manos atrapan su túnica.

Katsuki arruga la nariz.

—No vas a llorar, ¿o sí?

—¡Kacchan! ¡No sabía!

—¡Fue hace años!

Le quita importancia siempre. Empuja todas las pesadillas que tuvo después de que ocurrió y los meses sin dormir bien. El sentimiento de haber sido el fin de los poderes de Toshinori Yagi. Todo lo aplasta intentando que no exista.

El problema es que Izuku siempre puede ver a través de eso.

—Pero yo no lo sabía, Kacchan —dice Izuku—. Cuando intentaron reclutarte. Desde entonces dijeron que la Gran Oscuridad ganaría...

—¿Encontraste lo que querías, Deku? —las palabras de Katsuki salen casi como un ladrido. Quiere acabar con ese tema lo más pronto posible. Superar que le enseñó a Izuku otro pedazo más de su vida y probablemente sea quien lo conoce mejor, porque incluso Eijiro, que es experto en observarlo, no lo conoce de tantos años.

—Creo que... —Izuku desvía la mirada, busca sus manos—. No lo sé. Shigaraki es difícil.

Katsuki bufa.

—Cuando te secuestraron, Kacchan, estaba hecho pedazos —confiesa Izuku—; creo que Eijiro te lo dijo. O lo intentó. —Katsuki evita los ojos e Izuku, que están buscándolo—. Entonces nunca pensé en si te había afectado. Hasta que nos peleamos.

Katsuki bufa.

—No piensas más que en ti —dice, pero la acusación no tienen ningún peso. Ni siquiera es verdad. Lo dice por decir, algo, por llenar las palabras de Izuku. Por cambiarlas, porque supone a donde va. Pero en realidad Izuku es ese mago que siempre se ha preocupado por otros antes que por los demás.

—Y después no pensé en cómo había sido.

«¡No, idiota! ¡No tenías que pensar en eso!»

El hecho de que hubiera ido a rescatarlo ya había sido demasiado. Katsuki todavía piensa en eso.

Después de todo a lo que lo había sometido, todo lo que había dicho, todas las veces que lo había hecho llorar o había visto a lo lejos, sin hacer nada.

Después de todo eso, Izuku nunca había dejado de estirar su mano en su dirección.

(Metafóricamente, claro, porque esa vez había sido Eijiro quien había estirado un brazo y había gritado: «¡Ven!»).

Katsuki gruñe.

—Ni tienes que pensar en eso, idiota —espeta. Izuku todavía está agarrado a su túnica, con una capa color rojo, detalles naranjas. Todos los colores del fuego—. Querías ver ese recuerdo por algo, no vengas a embarrarme tu sentimentalismo.

—Kacchan...

Es una queja.

La oye.

Kacchan suspira, se hace un poco más para atrás. Izuku por fin lo suelta. Están en la habitación de Izuku, con las pilas de libros sobre el escritorio, papeles y plumas por todos lados. Todo está tirado y en desorden, llenos de notas de Izuku.