XIX. Caída del mirador

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There's a humming in the restless summer air
And we're slipping off the course that we prepared
But in all chaos, there is calculation
Dropping glasses just to hear them break

Glory And Gore, Lorde

A veces subir hasta lo alto de la torre y asomarse a sus miradores ayuda. Donde a veces se detienen las hadas que vienen de las cortes del otro lado de las montañas. Son extrañas y no se llevan demasiado bien con los humanos.

Tienen historia de sangre y guerras. Ahora todo el mundo sabe que si uno cruza las montañas y entra en su reino, está en peligro.

Sin embargo, los hombres aún las buscan, hechizados por su magia y comen de las granadas que les ofrecen y se quedan atrapados para siempre en el Reino de las Hadas. Algunas de ellas dan a luz a niñas híbridas, criaturas medio hada y medio humano, que nunca dejan su reino. Excepto cuando esas niñas escuchan a la magia y las hadas las mandan a las torres, para que estudien magia y aprendan. Hay una de su edad en la torre. Mina Ashido, con la piel rosada y el cabello también rosado. Tiene los ojos negros, sin pupila, como las hadas.

Izuku suele ir allí porque el aire corre mucho mejor en las alturas.

Quiere escucharlo en paz porque siempre le da tranquilidad, pero el aire cargado de malos presagios. De nuevo, como siempre.

Y los malos presagios lo llevan de nuevo a Kacchan.

Toda su vida da vueltas en círculos alrededor de Kacchan y a veces desearía que no fuera así. Si no estuviera en esa órbita incomprensible podría haber besado a Shouto sin pensar que desea con el alma que Kacchan sea su primer beso.

El problema no es besar a Shouto, sino hacerlo primero.

Su cerebro ha decidido que Kacchan va primero, porque Kacchan es fuego y desesperación. Antes de conocer la tranquilidad de los labios de Shouto, quiere adentrarse en la pasión de Kacchan.

Los magos aman con fuerza, oyó decir un día a Toshiniri. Aman mucho, aman con pasión. Aman. No conocen las relaciones cerradas, que son incluso una rareza en el resto del mundo. Hay demasiado amor, es tan grande que lo rompe a uno por dentro.

Izuku cierra los ojos.

Inhala, exhala.

El aire sigue cargado de malos presagios.

Cada vez más fuertes.

No han avanzado nada descubriendo cosas sobre la maldición. Apenas han descubierto otro de los símbolos desconocidos, en un libro sobre símbolos arcaicos, pero no saben que significa exactamente. Así no pueden negar la maldición.

Se está acabando el tiempo y sólo piensa en Kacchan.

Inhala, exhala.

Y el aire tiembla y se estremece. Tras el aire va la tierra y la torre se balancea. Izuku pierde el equilibrio y cae por la barandilla del mirador. Tarda un momento en concentrarse y flotar entre las corrientes de agua. Más gente empieza a salir de la torre, que no deja de balancearse. De nuevo, no es un temblor común y corriente. Algo la está removiendo hasta sus cimientos.

—¡Izuku! —grita alguien, desde el patio y él se precipita hasta la voz.

Shouto es quien extiende una mano, desde el jardín de la torre. Izuku abre la suya, buscándola, al aterrizar.

Entre aprendices y los profesores intentan detener a la torre.

Izuku se queda congelado un momento, antes de acercarse a ayudar. Quizá ese es un recordatorio de que no puede distraerse pensando a quien besar (aunque a menudo es algo vital, sin lo cual uno no puede vivir, porque los besos alimentan el alma de una manera diferente a la magia). Hay una maldición y que Kacchan y él estén distanciados no le hace bien a nadie.

Sabe que hizo bien.

Quiere oír a Kacchan decir «lo siento».

No puede lanzarse a sus brazos sin estar seguro.

Y sin embargo sabe, también, que en el momento en que Kacchan lo haga caerá de rodillas frente a él, porque el orgullo no vale para nada en el amor y lleva queriendo a Kacchan un tiempo ilógico y sin sentido ya.

—¿Estás bien? —pregunta Shouto.

Izuku asiente.

—Estaba en el mirador; me tomó por sorpresa.

El mago de agua asiente y su sombrero puntiagudo, con detalles en azul, se mueve con él. Izuku ha perdido el suyo, con detalles amarillos. Debe estar por allí, tirado en el piso, en el pasto.

Cuando la torre se detiene, después de unos minutos interminables, jala a Shouto del brazo para buscar el sombrero. Va con la vista fija entre la hierba, así que cuando alguien se lo pone enfrente con un gesto brusco.

—¡Gracias!

Alza la vista y encuentra a Kacchan.

Ceño fruncido y ojos enojados. Tan Kacchan como siempre.

—¿Estás bien, idiota? Te vi caer.

—Quizá no es buena idea decirle «idiota» después de ignorarlo estos días —empieza Shouto.

—No te metas —espeta Katsuki.

—Shouto. —Izuku alza un brazo, quizá para impedir que alguien se pelee allá y luego mira a Kacchan—. Me estaba preguntando dónde estabas estos días —declara.

Sabe perfectamente la respuesta, pero ver a Kacchan enrojecer es su premio.

—Tenemos que hablar —es lo único que dice.

—Estamos hablando —dice Izuku.

—A solas.

—Entonces quizá quieras esperar hasta que esto esté solucionado —dice Izuku. Y lo dice sinceramente. Incluso le sonríe y en esa sonrisa está su disposición a perdonarle todo con tan solo dos palabras—. ¿Está bien?

Kacchan no responde, pero está de acuerdo.

—¡Ey, Katsuki! —La voz de Eijiro los alcanza y llega, abrazando por la espalda a Katsuki—. ¡Oh, están aquí! Shouto, Izuku. —Sonríe—. Eso no fue normal. Se sintió diferente incluso a cuando ocurrió el temblor pasado. Como si alguien estuviera manipulando a la torre. Pero la torre insiste que no había nadie, porque lo hubiera sentido... Si me preguntan a mí, parecía confundida.

—¿Tiene que ver con mi sueño? —pregunta Kacchan—. ¿O con los malos presagios que siente Izuku?

—Puede ser. —Eijiro se encoje de hombros—. Con la magia todo está conectado —recita las palabras de alguno de sus profesores— y las casualidades no existen. Lo mejor es averiguar qué ocurre.

Malos Presagios [Kiritodobakudeku] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora