XXII. Shouto Todoroki

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Past lives couldn't ever hold me down
Lost love is sweeter when it's finally found
I've got the strangest feeling
This isn't our first time around

Past Lives, BØRNS

Shouto siempre es el más cuidadoso entre los cuatro. Kacchan es pulcro, le grita al resto si las cosas no están limpias o si dejan que el desorden gobierne su magia; lo aprecia por ello. Pero Shouto, con sus dedos largos va dibujando un círculo en el suelo. Izuku es el encargado de moler los pigmentos y hacer las tintas.

La tinta mágica no es fácil ni sencilla. Se ocupa para los hechizos más grandes, para aquellos para los que no basta sólo dibujar en el aire, con los dedos. Las invocaciones, por ejemplo y todo lo que tiene que ver con lo oculto tiene que dibujarse. Gran parte de la magia prohibida también y por eso es fácil detectarla.

—Besé a Kacchan —murmura Izuku.

No voltea a verlo, pero Shouto si se detiene, a medio trazo. Alza la vista, como preguntando por qué le está contando en ese momento. A quién besen los magos no es asunto de nadie más.

Izuku se encoge de hombros.

—Tú ibas a besarme entonces. Cuando hicimos la poción. Pero dijiste que no era el primer beso que yo esperaba. —Izuku mezcla la tinta con el agua, pero no lo mira—. No sé...

—¿Quieres que te bese ahora? —pregunta Shouto.

Es directo; no tiene caso darle vueltas a las cosas.

Izuku enrojece.

—Sí. No lo sé... Sólo... —Mezcla los pigmentos con la pintura de manera mucho más brusca. Shouto se mueve de su posición en el círculo, ya casi terminado, para detener las manos de Izuku.

—Ey.

—Creo —dice Izuku— que sólo he pensado en mí estos días. —Primero suelta las manos de Shouto y después deja la tinta mágica a un lado—. Nunca me había detenido a contemplar la posibilidad de Kacchan... y yo... No más que una fantasía.

«No tienes que explicarte», piensa Shouto. Lo piensa con desesperación, porque puede observar como Izuku se está desnudando emocionalmente frente a él y no sabe si puede soportarlo.

—Pero entonces se volvió... Entonces lo abracé. Una noche. Y pensé... Bueno, no pude pensar más gran cosa. Kacchan y yo somos el tiempo, dos hilos en un telar que han sido siempre uno al lado del otro —dice Izuku—. Y no pensé en nadie más. No en la manera en la que miro a Eijiro o en la que quiero saber si me mira. No en la posibilidad de tus labios, no en...

Su voz se va haciendo más baja, más incomprensible. Sus murmullos se instalan en la habitación.

—No tienes que explicarte conmigo —le dice Shouto, apartándose un poco, para dibujar los últimos símbolos del círculo—. No sobre tus sentimientos, de todos modos. —Pero es agradable que lo haga—. Al menos te tomas el tiempo de diseccionarlos por partes hasta entenderlos.

Contrario a lo que hace Katsuki, por ejemplo, que se retrae esperando que todo se solucione por arte de magia. Izuku nunca duda en analizarlos y expresarlos.

—¿Tú no?

—«No es conveniente que un príncipe del desierto exprese de manera tan vehemente sus sentimientos» —recita. Es una lección aprendida hace mucho tiempo atrás.

Dibuja un símbolo completo antes de que Izuku conteste.

—Oh. Cierto.

A Shouto no le gusta pensar en su pasado anterior a Yuuei. Había crecido con numerosos tutores y él más cruel de ellos había resultado ser su padre. Lo había entrenado para escuchar al fuego y al agua de una manera brutal, esperando que Shouto encontrara interés en la magia como medio de combate.

Pero la magia siempre había significado ternura, afecto, ayuda.

Izuku era la viva prueba de ello.

—Tú lo cambiaste, en cierto sentido —dice, con sencillez. Una de las primeras veces que pelearon, cuando la magia de Izuku era inestable y peligrosa. «¡Animales!», les había gritado Chiyo, la maga enfermera—. Creo que fue ese momento...

—¿Ese momento...?

Shouto aprieta los labios y dibuja el último símbolo.

—Creo que fue ese momento cuando empecé a enamorarme de ti —dice.

Alza la vista.

Lo dice con sencillez porque Shouto no sabe mentir ni tampoco guardarse las cosas. En eso, Katsuki y él difieren. Mientras que Katsuki odia la mentira, pero puede ser capaz de callarse la verdad, él no le ve el casi ni el sentido.

Menos cuando la oportunidad está allí, frente a él.

Izuku lo ve con ojos llorosos.

—Oh, Shouto...

—Ven —dice el mago de agua, sencillamente. Se acomoda el sombrero, en cuya base hay un montón de listones azules—. Terminé.

Se sienta dentro del círculo, dejando un espacio para que Izuku se siente frente a él. Extiende las manos para permitir que Izuku las tome.

—¿Shouto?

—Concéntrate. Tienes que vaciar la cabeza para poder hacer esto.

Izuku pone sus manos llenas de callos sobre las suyas. Sus dedos se rozan. Pero no puede quedarse en paz. Shouto prácticamente lo escucha murmurar pues piensa con demasiada fuerza.

—La mente en blanco —le recuerda Shouto.

—Es difícil —admite Izuku, con los cerrados, apretados— después de una declaración como la que acabas de hacer, Shouto.

—Abre los ojos.

Sus ojos verdes están llorosos. Shouto no sabe si eso es bueno o malo, pero si no se concentra no podrán hacer el hechizo.

—No pienses —pide otra vez, pero Izuku sólo suelta una risa nerviosa. No puede.

Shouto se acerca un poco.

—No sé cómo... —murmura—. No sé cómo se supone que tengo que hacer esto.

Su padre, un rey cruel, le enseñó durante mucho tiempo que no debía dejar que sus sentimientos se interpusieran en sus deberes. Shouto ni siquiera era el heredero. Sin embargo, durante mucho tiempo, había creído que realmente eran una debilidad, una molestia. Redescubrirlos le había costado años.

—Lo siento si... —sigue y ya no sabe lo que está diciendo.

«No sólo cómo...»

Pero lo hace de todos modos. Junta sus labios con los de Izuku e intenta ser lo más gentil y cuidadoso posible. Hay cosas para las que las palabras se quedan muy chicas y los sentimientos son muy grandes. Izuku responde el beso y poco a poco Shouto entienden como los labios de otro pueden bailar con los suyos.

Se separan a Izuku sonríe.

Todavía no se han soltado las manos.

—¿Mejor? —pregunta Shouto.

Izuku asiente.

—Mejor —repite.

—Bien. Piensa en recordar —dice Shouto—. El aire ya recuerda, así que eso puede ayudarte. —Duda, pero de todos modos dice lo que sigue—. Aquí estoy, recuerda.

—Yo también —dice Izuku cuando cierra los ojos y busca muy dentro de sí en sus recuerdos, intentando obligar a la magia a hacerlo recordar el porvenir. Shouto hace lo mismo.

—Aquí estaré.

No lo agrega, pero es una promesa hecha para toda la eternidad.

Malos Presagios [Kiritodobakudeku] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora