II

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Tadashi creyó que después de la primera salida oficial al pueblo con su padre, sería el inicio de un montón de salidas, pero tal parece que se equivocó. Pues después de esa salida, no volvieron a salir para nada, no había noticias de que saldría o visitaría el pueblo. Lo único que Yamaguchi sabía era que alrededor del palacio se estaban poniendo muros, lo cual se le hizo muy extraño y al preguntar por ellos, nadie le decía la razón.


Ahora tenía 13 años y sentía que las cosas iban empeorando. Había muros alrededor del palacio, sentía que cada vez habían más guardias y solo iba al pueblo una vez al año, sentía que solo iba para que el pueblo viera que estaba vivo y luego tenía que regresar a estar encerrado. 
El único lugar que le gustaba y no se sentía tan observado era el jardín, seguía siendo su lugar favorito. 
 
De nuevo era la visita anual al pueblo, al principio le emocionaba salir aunque fuera una vez al pueblo, pero empezaba a darle tristeza. Porque por más que disfrutara estar ahí, sabía que tendría que volver y esperar todo un año para volver a salir. Se alistó y se colocó la corona que seguía pareciendo tiara y fueron camino al pueblo.
  
Al llegar era como todos los años, bajaba de la carroza con una sonrisa, los habitantes le daban una reverencia y se quedaba a lado de su padre mientras daba anuncios y avisos acerca del reino, mientras él solo se quedaba a un lado en completo silencio.



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Desde que se presentó oficialmente el príncipe al pueblo, Tsukishima cada año iba a verlo. A veces iba al lugar donde lo encontró por primera vez para ver si lo miraba, pero nada. 

Así que se conformaba con verlo una vez junto con los demás habitantes, pero cada año que pasaba, sentía que Yamaguchi se miraba más triste; sonreía, pero ya no sonreía con el mismo brillo como la primera vez que estuvo ahí. 
Al igual que el rey, era muy atento con todos los habitantes, pero por alguna razón se miraba apagado.

— El príncipe es muy lindo. —La voz de su hermano lo sacó de sus pensamientos. — Es triste que no hayamos podido interactuar con él, apuesto a que nos llevaríamos muy bien. —Dijo cerrando los ojos y asintiendo a sí mismo, dándose la razón.

— ¿Y por qué crees eso? —Preguntó burlón Kei. 

Akiteru por su parte solo alzó los hombros.
— No lo sé, es una corazonada. —El mayor abrió los ojos otra vez y fijó su vista al príncipe y al rey. — Sabes, hace tiempo había pensado en unirme a la guardia real. 

— ¿A la guardia real? —Repitió mientras volteaba a verlo con su cejas fruncidas en señal de confusión. 

El mayor asintió.
— Lo pensé, pero no creo que lo haga... Escuché por ahí que los reclutan entre los 17 y 27 años, estoy en la edad. Pero papá dice que como el mayor tengo que trabajar en el campo con él. — Volteó con su hermano. — Tal vez tú podrías unirte a la guardia, cada vez reclutan más y más, no entiendo porque. —Lo último lo dijo confundido. 

— ¿Y por qué me uniría a la guardia real? —Preguntó fingiendo desinterés viendo a su hermano de reojo.

— ¿No quieres? —Preguntó con sorpresa. — Creí que estabas interesado, como últimamente pareces muy atento a las visitas reales, creí que querías unirte.

Tsukishima se quedó callado, ¿quería unirse? ¿Era cierto que parecía interesado en las visitas reales? Él no lo veía así, sentía que algo andaba mal con Yamaguchi y le preocupaba, pues después de todo era el príncipe, era normal preocuparse, ¿no?

— Si le digo a mamá que quiero unirme a la guardia real, ¿cómo crees que reaccione? —Preguntó de la nada, sorprendiendo al mayor.

— Supongo que bien, yo cuando le comenté, me dijo que no habría problema. Pero papá estaba en completo desacuerdo.

— ¿Y cómo crees que reaccione papá?

— Probablemente mejor de lo que lo hizo conmigo, los padres son más estrictos con el mayor, ¿sabes? Por lo que probablemente a ti sí te dejen ser guardia. —Dijo revolviéndole el cabello mientras le daba una sonrisa. — Además siento que tú tienes el talento para eso.

— ¿Talento? ¿A qué te refieres? —Preguntó al no entender a qué se refería. 

— Tienes el talento de alejar a cualquier persona. —Contestó burlón y abrazó a su hermano por los hombros. 

Kei solo bufó y rodó los ojos, pues no podía negarlo. 



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Yamaguchi bufó cansado al llegar a casa, pues cada vez que volvía se sentía peor, recordaba que tenía que estar encerrado.
— Tadashi, hijo. ¿Estás bien? —Preguntó su padre acercándose a él y posando un brazo sobre el hombro de su hijo.

El pecoso apretó los labios y vio a su padre que lo miraba claramente preocupado.
— ¿Papá, por qué no puedo salir? —Se atrevió a preguntar el moreno. 

El rey soltó un suspiro y empezó a caminar con su hijo por el palacio.
— Afuera es muy peligroso, hijo.

— Siempre dices eso. —Hizo un puchero al escuchar esa respuesta, siempre era lo mismo.

El rey vio que claramente esa respuesta molestó a su hijo, por lo que detuvo su caminata frente a un gran ventanal que daba vista al jardín.

— Tadashi. —Soltó un gran y pesado suspiro antes de continuar hablando. — ¿Has escuchado la historia de tu madre y yo, verdad? —Lo miró de reojo y vio como este asentía, aunque claro que iba a decir que sí, si él mismo se la había contado.
— Tu madre y yo sufrimos mucho cuando éramos jóvenes, pero al final nos casamos y cuando creí que las cosas por fin serían perfectas... Tu madre se fue. —Dijo mirando fijamente al patio, pero a la vez era como si mirara a la nada. — Soy un rey, Tadashi. Pero tú madre y tú es lo único que realmente me importa en la vida. Tu madre ya no está con nosotros y no quiero perderte a ti también. —Finalizó viendo a su hijo directo a los ojos.

Yamaguchi sintió dolor en cada una de las palabras, su padre era muy alegre y cariñoso con él, pero ahora parecía que estaba a punto de llorar.
— No me perderás, papá. —Dijo dándole una cálida sonrisa mientras lo abrazaba.

Tadashi suspiró en el abrazo, no era a lo que quería llegar, pero al menos lograba comprender un poco la situación. Sabía que su madre murió en un accidente cuando fue a solas al pueblo, solo iban el chofer y ella cuando trágicamente hubo un accidente que le costó la vida. Era obvio que su padre temía que le pasara algo y que por eso tenía prohibido salir si no era con él, pero aún así, esperaba que su padre cambiara su manera de pensar. 


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