Ausente.

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Mientras leía las noticias, tu recuerdo pasó fugazmente por mi mente.

Cerré los ojos y sonreí lentamente.

Recordé tus vivos ojos negros escondidos tras esa máscara de conejo; no pude evitar dejar escapar una carcajada.

Ese día sabías que tenía el alma doblegada por el dolor y en pos de eso, no dudaste en lucrarme una sonrisa. Esa tarde me amaste lo más blandamente que conocías...

Retome el trabajo y me pareció escuchar tu voz discutiendo sobre autos antiguos.

Me pareció escuchar tu risa macabra, salir desde el fondo del jardín, mientras me dabas instrucciones sobre cómo cultivar más rosas , desde las propias rosas... instrucciones de cómo sobrevivir al ramalazo de las espinas entre las manos, como un eterno silencio de los inocentes del conurbano.

Encendí un cigarrillo para borrar los pensamientos, pero los juguetones volvían a atropellarse en mi mente, se negaban a partir obligándome a recordarte; cuando días anteriores me concedieron un descanso.

Fue entonces, que pude sentir tu mano, esa mano bruna y fuerte, repleta de ardor recorrer mi columna y dejarme adolecer sosegadamente. Entre risas, algunas lágrimas se escaparon traviesas.

De entre tus demonios, volví a reencontrar el parco querubín que pude concebir del poco tiempo que pasaste por aquí.

Y así, cierro este libro de insólitas historias, para volver al jardín de rosas negras, rodeado por su impecable coraza de titanio, esa, que conserva mi esencia.

TAB: Todo Antes BrillabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora