La Cueva

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Las mujeres pensantes son un territorio sexual no explorado.

El temor a la adicción está latente siempre.

Dedicado a Gustavo, quien me recuerda que un cerebro nunca está de más.



Corrían los años 2000 y mi juventud rebosaba por los poros.

Mis veinte y pocos años se distribuían mágicamente en curvas dinámicas.

Recuerdo que divagaba por los foros de literatura, repartiendo mis escritos de forma anónima y serena. Internet era el refugio de los pensantes, de los apasionados de las letras.

Aún no existía el apogeo que existe hoy en las redes sociales.

Todo era más oculto y clandestino.

No era necesaria la exhibición del cuerpo, la sensualidad se expandía por los poemas y los relatos eróticos que podíamos escribir. Era una forma de atracción cerebral.

Así conocí un grupo inusitado de seres pensantes.

Iniciaba un posteo con un relato y me continuaban varios usuarios más.

Era una danza de intelectos, seduciendo con palabras románticas y certeras a quien generaba esos escritos. No había necesidad de vernos, ni de escribirnos en privado.

Nos desnudábamos allí, en rimas, en escenas elegantes, en cacería constante de la verdad, en vaivenes fervorosos del amor literario, ante los ojos de miles de usuarios más, que cuestionaban mi libertinaje. Acabábamos enredados en miles de letras, ante los ojos atónitos de miles de lectores que nos seguían.

Una tarde, luego de que salí de la oficina y me instalé en el apartamento dispuesta a descansar mientras leía y dibujaba, mi celular sonó.

Era Natalie.

Nos habíamos conocido por el foro literario. Escribía el romance como nadie. Tenía el alma repleta de poemas; había un usuario que siempre respondía a sus escritos y los míos. Pero con ella, el candor del escritor era más personal e intenso. Luego supe que se habían conocido y se hicieron amantes. Ella tenía 25 años y había ascendido recientemente como directora de una revista dominical de un diario muy conocido del país. Él era un exitoso abogado conocido en el ámbito comercial, tenía más de 60 años. Eran esos amores donde la intelectualizacion del sexo era inevitable. Se amaban por poesía. Ella era una mujer pensante en un cuerpo joven y él... él simplemente la amaba así.

Natalie me invitó a un almuerzo con unos amigos suyos

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Natalie me invitó a un almuerzo con unos amigos suyos.

"Leyeron tus trabajos en el foro y tienen curiosidad de saber quién escribe con tanta pasión" recuerdo me dijo riendo.

Fue así que me abrí a un mundo desconocido.

Al día siguiente fui a almorzar a un bar bastante popular de la ciudad. No era el bar de moda entre los jóvenes, sino un bar de bohemios, tradicional de intelectuales. Me sentía emocionada porque sabía que era un lugar exclusivo para ciertas personas.

TAB: Todo Antes BrillabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora