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Nacemos para morir,

por eso, no te apresures.



El sonido permanente de un pitido rítmico me despertó.

Los rayos del sol, pasaban brillantes a través del vidrio nítido de la ventana y chocaban contra la blanca pared. 

Mi visión era más aguda. El brillo de la habitación encandilaba mis sentidos.

Taladraba mi cabeza ese pitido constante. Rítmico, como una pulsación indeseable.

— Ese ruido me taladra los oídos...— susurré molesta.

Quería girar mi cabeza, pero el dolor en el cuello lo impidió.

Entonces un fugaz destello de mi memoria activó mis recuerdos.

A mi lado, una mujer de cabellos largos castaños y mirada serena, se acercó a mí.

La observé durante un momento intentando descubrirla entre mi agenda mental de rostros conocidos.

—Rosi... — la salude.

Acarició mi cabeza y comenzó a recitar una oración. Entonces entendí que nuevamente nada había salido tal cual lo planeado.

—Dios te ama demasiado, por eso aun estas aquí— me dijo mientras acariciaba mis cabellos.

—¿ Me ataron?— le pregunté, curiosa.

No sentía mi cuerpo. Estaba pesado, como si yo no fuera parte de él. Cada leve movimiento, incluso respirar me generaba un dolor indefinido.

La mujer comenzó otra oración y pude ver con dificultad que sus manos pasaban rozando el aire de mi cuerpo. Una imposición energética.

Un leve calor comenzó a invadir mis piernas.

Luego el sueño oscureció todo.

**********************************

Estaba sentada de bruces frente a una gran ventana antigua en una habitación de techo elevado. El parquet del piso, subía de temperatura levemente y calentaba mis piernas. Las paredes grises, en partes descascaradas, parecían unas perlas de esmalte antiguo.

El cuarto estaba vacío. Podía escuchar los latidos de mi corazón retumbar en las paredes del cuarto. La luz intensa que entraba por la ventana simulaba un día caluroso de verano. Mi vestido de lino lo delataba así. Los postigos abiertos de par en par parecían intentar un abrazo.

Desde la intensa luz, sólo podía ver el viejo balcón y su barandal de hierro.

Una ráfaga de viento trae el aroma salado del mar.

Mis cabellos se alteran y cierro los ojos.

Entonces una onda viene con su sonido relajante hasta mojar mis pies. Mis ojos se desperezan y se enfocan en la ventana. 

Una mujer morena de vestido azul profundo, cruza de un extremo a otro del balcón, bañada por la luz del sol y solo pude ver los faralaes de su vestido ondeando. Su voz suena como desde el interior de un mar profundo:

— Te daré lo que deseas, cuando sea el tiempo exacto.

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Un pinchazo en mi dedo gordo del pie, me despertó.

—Veo que tus reflejos están bien— me dice un hombre canoso de bata blanca, sonriendo con picardía.

TAB: Todo Antes BrillabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora