✧MARILYN!
XIII.Tan buenos.—SANTO Dios, si el clima sigue así, moriremos congelados pronto—murmuré mientras me abrazaba más fuerte a mi abrigo.
—Toma;—dijo Shakur revolviendo su bolsillo mientras conducía con su mano libre—mientras cargo combustible, compras dos cafés. ¿Va?
—Me parece la mejor idea que has tenido en toda tu vida—sonreí, y me bajé del coche como un rayo apenas el motor se detuvo. Crucé la gasolinería, el cielo estaba violeta casi y no había ni un alma, solamente el vendedor.
—Buenas noches—saludé apenas crucé la puerta. Un aire tibio me recibió y me pareció un buen plan quedarme allí hasta que Shakur terminase de cargar la gasolina.
El vendedor, puberto y hormonal me admiraba maravillado apenas entré, soltó la revista y permanecía muy enfocado en su peinado.—¿Podrías darme dos cafés, negros y con azúcar?—Sí señorita, será un placer—respondió y fue rápidamente a cumplir mi petición. Apenas volvió con los dos vasos humeantes, permaneció pensativo unos segundos, como luchando contra sí mismo.
Clavé la mirada a través del cristal y mi acompañante no se veía, afuera estaba demasiado oscuro.—Es muy tarde, ¿Vino sola? Alguien podría hacerle daño.—No te preocupes, está todo en orden—sonreí amable.—¿Cuánto es?
—Serían cinco dólares, pero permiteme invitarte—añadió.
—Oh, no.—Respondí—Nunca lo permitiría—sonreí y le extendí el billete de diez dólares—quédate con el cambio.
Tomé los dos vasos, y la voz del joven me detuvo—Por ser una de las últimas compras, estamos haciendo un... sorteo—añadió—debes darme tu nombre y número de teléfono.
—Lo siento, no tengo teléfono—mentí sintiéndome incomoda—hasta luego.
Me giré dándole la espalda y antes de poder abrir la puerta, me tomó con brusquedad haciendo que todo el café caiga sobre mi mano. Solté un gritito de dolor, y la adrenalina recorrió mi cuerpo en un instante.—Sueltame, por favor.
—Debes estar conmigo, ¿Te crees que por ser bonita eres especial?—añadió tirando el otro vaso de café sobre el mostrador, y golpeándome contra unos estantes.
Afuera, no se veía nada entonces supuse que tampoco se vería dentro de la tienda.—Por favor, suéltame.—pedí.
Lo pisé fuertemente haciendo que se tambaleara retrocediendo algunos pasos. Corrí hasta la puerta, pero antes de llegar me tomó de la cintura arrojándome con rudeza contra el suelo.
Sentí su aliento contra mi rostro, y su cuerpo estaba tan pesado que no podía moverlo—las bonitas como tú se creen la gran cosa, ¿Eh?Intenté empujarlo pero era imposible, los brazos me dolían y no podía hacer nada. Cerré los ojos fuertemente, aunque intentara idear algún plan, ninguna idea parecía buena o funcionaba.
Una oleada de frío nos envolvió de repente, la puerta se abrió y Shakur entró rápidamente, tomó al muchacho con fuerza y lo arrojó a otro sitio lejos de mí. Yo permanecía inmóvil en el suelo, viendo como Tupac se acercaba con rapidez y molestia, como un enorme monstruo que pisaría a una hormiga.
El primer golpe dio en su pómulo haciéndolo volver a caer al suelo, por mucho que intentara ponerse de pie no lo conseguía, porque el mayor era mucho más ágil que él. Las súplicas del niño quedaban reducidas a los quejidos o insultos entredientes de mi defensor.
—¡Shakur, vas a matarlo!—exclamé al ver el enorme charco de sangre que nos rodeaba.
Se detuvo, lo miró con asco y se arrodilló a su lado. Murmuró algo en su oído, algo que no entendí y se levantó. Caminó hasta mí y me ayudó a ponerme de pie. Yo aún estaba en pánico, helada y perpleja por lo que acababa de ver.
[...]
Cerré la puerta del coche, quedándome estática y mirando al frente. Shakur tardó unos segundos en reaccionar, suspiró y miró mis manos, las cuales descansaban sobre mí regazo, con detenimiento. Las tomó delicadamente y analizó la piel enrojecida—¿Estas bien? ¿Te duele?
Solté una risita nerviosa—tienes sangre en los nudillos y te preocupas por una quemadura tonta.—Sonreí—llévame a casa, por favor.
[...]
Detuvo el coche frente a mi casa, abrí la puerta en silencio sin decir nada. Lo único que se escuchó en todo el camino fue la radio que intentaba quitarle tensión al ambiente, pero lejos de eso, yo sentía que estorbaba.
Caminé hasta la puerta y metí la mano en el bolsillo de mi saco marrón, los nervios no me dsjaban encontrarlas. Cuando por fin las tuve, intenté meterlas torpemente en la cerradura, pero mi mano temblaba y no lograba introducir la llave.
El chico, el cual me miraba atento y en silencio detrás de mí, se acercó. Apoyó su mano sobre la mía e intentó calmarme—Jeane, todo está bien.
Sonreí, suspiré y pude, por fin abrir la maldita puerta. Subí los escalones en pequeños saltitos, él cerró la puerta mientras yo abría la segunda. El estrés se fue de mi cuerpo apenas pisé mi sala.
Caminé hasta la estufa y la encendí, en algunos segundos la casa se entibió y me liberé de mi abrigo.—Ven, veré que tal tu mano.—Pedí y él asintió mientras se quitaba el abrigo.
Encendí la luz tenue y amarillenta del baño, afuera algunas gotas comenzaban a chocar contra los cristales de la ventana.
El chico se apoyó contra el marco de la puerta y yo revolvía el botiquín buscando algunas gasas. Cuando al fin las tuve, me recargué sobre el lavabo, tomé su mano con suavidad y observé las heridas—Te has llevado una gran herida—murmuré.—No es nada, Jeane—respondió—menuda lección se ha llevado, o éso espero...
—Lo siento, ha sido mi culpa—murmuré vertiendo un poco del alcohol en la herida, y robandole una mueca de incomodidad por el ardor.
—¿Qué ha sido tu culpa? Eres preciosa, pero aún así, ni guapísima ni fea, nadie tiene derecho a hacer lo que ha hecho contigo... Ha sido mi culpa por haber permitido que vayas sola, un segundo tarde y Dios sabe que habría sucedido.—Negó con la cabeza.
—Lo siento, es que él, tenía cara de bueno entonces no me pareció que tuviese que llamarte... Hasta que sucedió—suspiré mientras apoyaba suavemente la gasa.
—Jeane, los buenos no son siempre tan buenos, ni los malos son siempre tan malos.—Añadió.
Sonreí ante la frase anotándola en mi mente.—Gracias.
—Lo siento—añadió.
—No debes pedirme perdón—levanté la cabeza dando con su mueca de arrepentimiento.—Me has salvado, ¿Porqué sigues atormentándote?
—No soporto la idea de que te hagan daño, Jeane.—Confesó.
Él era bastante más alto que yo, pero el hecho de que esté recargada sobre el lavabo facilitaba todo. Se acercó con lentitud pero con confianza, y cuando nuestras respiraciones estuvieron a centímetros, sonreí y unió nuestros labios por fin.Fue el beso más dulce que había probado. Sus labios se movían al compás perfecto de los míos, y sus manos enrollaban mi cintura. Me dirigí sin miedos a su cuello rodeándolo con mis brazos, y profundizamos un beso.
Sus labios seguían un compás ideal, eran suaves, dulces y sabía besarme a la perfección. Y como si lleváramos un buen tiempo deseándolo, saboreamos cada centímetro de la boca del otro. Mi corazón iba a mil, y cuando abrí los ojos, volví a sonreír.
Dejó otro corto beso sobre mis labios, y murmuró—Te quiero Jeane, te quiero.•••
SOY FELIZ ES LA PRIMERA VEZ QUE ME ENCANTA TANTO UN BESO USTEDES Q PIENSAN