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maratón dedicado a una de mis lectoras más fieles

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maratón dedicado a una de mis lectoras más fieles.

JEANE!

XVIII.Romperse de por vida.

     —ESTA noche tendré mi guardaespaldas. No debes preocuparte.—Mencioné observando cómo se abotonaba la camisa, tras desordenar mi nueva habitación. Él río levemente.

—No he dicho que sí.—Respondió, y mi rostro se desfiguró a una enorme decepción.

—¿Qué? ¡John, por favor!—me puse de pie, y comencé a vestirme rápidamente.—¡No puedes hacerme eso, por favor, díme que sí!

—He dicho que no, y ya no quiero hablar más del tema.—Hizo un gesto con la mano en señal de que dejase de fastidiarle. Mi corazón se partió en mil pedazos.

—¡Yo... Yo lo haré de todas formas! Tú lo que quieres es controlarme.—Sentencié con disgusto.

Él se volteó, con la rabia brotándole desde los ojos, y me pegó una cachetada. Yo permanecí atónita.—¿Te crees que eres la única? Marilyn, lamento informarte que no. Y que así como hoy lo tienes todo, mañana no lo tendrás. Y punto.

—John, cariño...—murmuré con los ojos plasmados en lágrimas.—Es importante que confíes en mí... Por favor, los hombres que están contigo no me hacen sentir cómoda... Te lo ruego.

—¿Tú crees que no me he enterado que te has acostado con Robertson?—inquirió tomándome del rostro con fuerza, haciéndome doler.—Pequeña perra, suficiente he tenido contigo ya... Has perdido los derechos cuando has gozado de un hombre más que no sea yo.—Me empujó dejándome perpleja, y golpeó nuevamente mis mejillas. Yo rompí a llorar, humillada, recordando aquél fatídico acto en el que yo no me acosté con nadie... No voluntariamente, pero si algo había aprendido yo, abusada de todas las formas posibles, es que el dolor me comería despacio, pero era incapaz de hablarlo.—No me hagas golpearte de nuevo, pequeña.—Escupió con un cariño tenebroso, y salió de la habitación para luego abandonar la casa. Yo me quedé en el suelo de aquella habitación, de mi nueva mansión de millones de dólares... Sóla, completamente sóla.

[. . .]

Todo lo malo que puedas imaginarte yo lo viví,

yo lo viví,

me traicionaron más veces de las que pensé

que podría resistir.

[. . .]

  Sentada en el tocador de mi habitación, tapé mis heridas con maquillaje. Acomodé mi cabello, alisé mi falda, respiré hondo, partí mi corazón. El timbre sonó y yo lo ignoré. Sólo podía observar el espejismo vidrioso que poseían mis ojos, y aquél nudo en la garganta. Cuando volvió a sonar con insistencia, caminé desganada hasta allí. Al abrir la puerta, me topé con la enorme figura del chófer de los Kennedy;—¿No sabes que cuando tocan debes abrir? Están esperándote, sube.—Escupió.

«Brillar» Monroe×TupacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora