Me hice a un lado para que él y mi tío entren. Ambos saludaron a Andy.
- ¿Dónde está Bandit?
- Duerme. Será mejor que no la despierten. - dije cortante.
- Señor Toro, señor Way, ¿Puedo ofrecerles café? - intervino Andy para dejarnos hablar a papá y a mí.
- Seguro, y llámame Ray.
Mi tío Ray y Andrew fueron a la cocina, dejándonos a Gerard y a mí a solas.
- Vanya, hija yo... Lo siento muchísimo. Lamento mucho lo que hice, sé que fue terrible y no merezco que me hables por la manera en que te lastimé a ti, lastimé a Linds y a... ¡Bandit! Bandit, cariño, lo siento tanto - sollozó arrodillándose al ver que mi pequeña hermana había despertado y se acercó a la sala donde estábamos.
Bandit corrió a sus brazos, ambos lloraban.
- Lo siento tanto, pequeña. Lamento muchísimo lo que hice, Ban. Ya no llores, prometo que todo irá bien.
- ¿Por qué hiciste eso, papi? Tenía mucho miedo. No despertabas - lloraba la menor de los Way, estrujando mi corazón.
- Porque soy un tonto, pequeña, pero juro que lo compensaré. ¿Podrías perdonarme, cielo? - dijo acariciando el corto cabello de mi hermanita.
Abrazó una vez más a Bandit y luego se acercó a mí.
- Lo siento, princesa. Lamento muchísimo todo el dolor que te causé. Volveré a tomar terapia y esto no volverá a ocurrir, amor. Lo siento... - yo me quedé en silencio, desafiando su mirada. Podía ver dolor en esos ojos verdes - ¿Podrías perdonar al idiota de tu viejo? - abrió sus brazos.
Casi toda mi vida fui privada de un cálido abrazo de papá en las noches de tormenta. Sólo mamá estaba ahí. No tuve un papá que me cantase canciones de cuna como a Bandit. No tuve un papá que me horneara galletas cuando estaba triste porque mi hermana mayor no podía recogerme ese día. No tuve las canciones de cuna y cuentos nocturnos de mamá y papá.
Pero una madrugada desperté en una cama de hospital con un trozo de papel que cambió mi vida por completo.
Conocí a mi padre y desde entonces pude formar nuevos recuerdos. Nuevas navidades en familia, nuevos cumpleaños, nuevas canciones escritas en conjunto.
Pude contar con un abrazo de papá en las noches que me despertaba sobresaltada con pesadillas sobre mi pasado.
Pude contar con sus canciones para dormir y las historias de mamá para distraerme de mis pensamientos.
Pero todo eso se había ido a la mierda. No creía que pudiera desaparecer así como así.
O tal vez... No lo sé.Pero tenía a Gerard delante mío con los brazos abiertos, sus ojos tristes, su cabello largo y enmarañado, su ropa holgada y una esperanza de recuperar a su familia.
- Con una sola condición. Quiero que hagamos un trato, Gerard.
- Dime, lo que sea.
- Trataremos de que todo vuelva a la normalidad sola y únicamente si tú vuelves a terapia, te deshaces de hasta la última maldita gota de alcohol en tu casa - enumeré con los dedos - tiras los cigarrillos, incluyendo los de mamá y mejoras tu vida. De lo contrario me temo que las cosas van a seguir así.
- Por supuesto, cariño. Dalo por hecho.
Dicho eso, accedí a su abrazo.
- Lo siento muchísimo, amor mío. Soy un padre terrible, lo lamento. Nunca fue mi intención hacerles daño a mis chicas.
Luego de unos segundos, le pregunté qué pensaba hacer con mamá.
- No lo sé... Me asusta acercarme a Lindsey, estoy seguro de que no quiere volver a verme.
- Pues sí, está furiosa contigo, rompiste su corazón.
- No voy a perdonarme nunca lo que hice. Intenté llamarla millones de veces pero no recibo respuesta.
- Déjala tranquila un tiempo. No esperes que todo se solucione tan rápido, Gerard.
Papá nos tomó en sus brazos fuertes y nos abrazó.
En lo más profundo de mí corazón deseaba que todo volviera a la normalidad.