Día 10: Fantasma

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Por ahí por el año 2007 aproximadamente, el número doce de Grimmauld place estaba lleno de familiares y amigos. Los Potter eran los anfitriones y todos se habían reunido ahí para celebrar Halloween.

George, Ron y Charlie se habían encargado de la decoración que tenía un sinfín de sorpresas ocultas, la mayoría de Sortilegios Weasley, que a Molly la tenían con los nervios de puntas. Por otra parte, Harry, Ginny y Molly eran del comité culinario, como se autodenominaron, y eran quienes se encargaban de la cena, y el resto de los invitados ayudaba con las bebidas, la música y a comer los bocadillos que cada cierto tiempo iban apareciendo en fuentes.

Para ese entonces, James con cuatro años seguía a Teddy Lupin a todas partes. Imitaba sus gestos y quería hacer lo que sea que él estuviese haciendo. A todos les hacía un poco de gracia hasta que era hora de que Teddy volviese con su abuela Andrómeda, entonces, Harry y Ginny tenían que hacer de todo para que su pequeño hijo dejase de llorar.

—Ven, James, siéntate aquí. -le indica el pequeño de cabello azul, acomodando al menor sobre unas almohadas que él mismo había traído hasta ahí.

—¿Por qué estamos en un armario, Teddy? -pregunta el primogénito de los Potter, aceptando con una sonrisa el jugo que el otro le tendía.

Teddy cierra las puertas del armario e inmediatamente quedan a oscuras, iluminados solo por la luz que entraba por las rendijas de las puertas.

—Porque aquí no hay tanto ruido y es perfecto para -baja la voz, adoptando un tono de misterio —historias de terror. -agrega, encendiendo una linterna para iluminarse el rostro desde abajo.

A James no le agrada la idea de escuchar una historia de terror, pero se dice a sí mismo que debe tragarse el miedo porque ¿qué diría Teddy de él?

—¿Por qué historias de terror, Teddy? ¿Y si mejor jugamos a esconder las cosas de papá? -prueba, pero solo recibe un suspiro por parte del otro niño.

—Debemos dejar de jugar a esconder cosas, Jamie, o de jugar a los detectives. -le dice, con cierto pesar que a James le dan ganas de abrazarlo.

—¿Por qué, Teddy?

—Porque pronto cumpliré once años, James, e iré a Hogwarts. Ya no pasaremos tanto tiempo juntos y debes aprender a estar solo, o a jugar con Albus.

—Papá y mamá dicen que faltan muchos días para que entres a Hogwarts -le recuerda, desviando la mirada porque de pronto siente los ojos acuosos —Además, Albus tiene un año, UNO, es un bebé. No puedo jugar con él.

—Tendrás que acostumbrarte. -le dice —Yo te escribiré ¿si? Le puedes decir a Harry que te lea mis cartas hasta que tú aprendas a hacerlo solo.

James quiere replicar, pero sabe que no puede hacer nada ni él, ni Teddy. Y salvo que Hogwarts acepte a niños de cinco años, entonces no podría acompañarlo. Tampoco ha pasado tanto tiempo lejos de sus padres, así que era un tema difícil...

—Ten, James, aquí tienes un par de chocolates. Ahora -se lleva el índice a los labios —prepárate para escuchar una historia de terror -baja más la voz, como si hubiesen otros dentro del armario y solo quisiese que el menor lo escuchara —basada en hechos reales.

James se dijo que si quería ser un Gryffindor algún día debía ser valiente porque esa era una de las características, y los chicos valientes no se asustan por simples historias de terror, por muy basada en hechos reales que fuese ésta. Sin embargo, la historia era más terrible de lo que imaginó.

Teddy le contaba sobre un fantasma muy malo que vivía en el ático de el número doce de Grimmauld place, su casa, y que estaba destinado a llevar pesadas cadenas en su tobillos y muñecas debido a sus actos en vida. Y que ese fantasma, todas las noches del 31 de octubre tenía permitido salir a merodear, nadie sabía qué buscaba cuando podía bajar a los otros pisos de la casa, pero Teddy le aseguró que si prestaba atención podía escuchar el sonido de las cadenas siendo arrastrada por los pisos superiores.

Fictober | Drarry y otros ships.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora