Día 17: Café

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A Harry Potter le encantaba trabajar en la cafetería "Hogwarts". Incluso antes de trabajar ahí, le gustaba frecuentarla.

Era una cafetería acogedora con biblioteca propia para quienes buscaban una lectura, con butacas cómodas para quienes buscaban compartir su tiempo con alguien y con un antiguo piano ubicado cerca de la entrada con un cartel que decía "No jugar con el piano, pero si sabes tocarlo estaríamos felices de escucharte".

Por las mañanas se llenaba de personas adormiladas en busca de una inyección de cafeína, o por aquellos que iban apresurados por un desayuno rápido. Y en las tardes, la mayoría eran clientes que querían un descanso.

Otra cosa que le gustaba demasiado a Harry, eran los infinitos dulces que preparaban para la venta. Muffins, donas y pasteles de todos los sabores y con todos los glaseados. No importaba qué tan mal día tuvieses, todo se arreglaba con un buen café y un pastel. Esa era su política y fue así como conoció a Draco Malfoy.

El rubio había entrado malhumorado al lugar. Tan pronto se había formado en la fila para pedir, se había cruzado de brazos, había fruncido el ceño y se había quitado el cabello mojado de la cara tan bruscamente que se pudo haber hecho daño.

Harry, preparando uno de los pedidos para llevar, no pudo evitar fijarse en él, ni soltar una carcajada suave cuando el rubio resopló molesto ante la indecisión de la chica del inicio.

—Ron ¿Quieres que me encargue de la caja por un momento? -le pregunta a su amigo, un chico alto y tan pelirrojo como la puesta de sol. Ron se encoge de hombros, demasiado aburrido por lo monotonía del puesto.

—Toda tuya -le dice. —Iré por más pasteles para reponerlos. -agrega con un bostezo que le indicaba que de paso pasaría a fumar un cigarro.

Harry entonces atiende a las personas de la fila, y no puede evitar una sonrisa cuando finalmente se para enfrente el chico del cabello rubio. Que otro par de personas antes de él estuviesen tan inseguras ante sus pedidos, había hecho que el ceño fruncido de éste se pronunciase todavía más.

—Hola ¿En qué puedo ayudarte? -le pregunta Harry, sonriendo.

El chico rubio está por hablar, pero sus ojos se fijan en él y le levanta las cejas.

—¿Es primavera o algo así? ¿Por qué tantas flores en el cabello?

Harry inconscientemente se lleva una mano a su cabello de color lila pastel que le gustaba adornar con un par de flores.

—Me gustan -se encoge de hombros —¿Y tú por qué tan molesto?

El rubio resopla, con evidente fastidio.

—¿No me ves? Estoy empapado. – suspira con frustración —Mi coche ha pinchado una rueda y he tardado siglos en poder cambiarla bajo la maldita lluvia. Por si fuera poco, no alcanzaré a llegar a la entrevista en la universidad -suspira, aunque a Harry se le parece más a una especie de gruñido —Solo falta que me alcance un rayo y me muera.

—Bien, tienes suerte de que el café hoy está con un veinte por ciento de descuento así que puedes alocarte.

—¿Le puedes echar un poco de whisky a ese café? -dice sarcástico.

—Creo que hoy definitivamente no es tu día -le comenta —Preparamos café irlandés, pero se nos ha agotado el whisky y nuestro proveedor suspendió la entrega de hoy.

—No me lo creo -gruñe, y luego de un suspiro, chasquea la lengua —Dame café negro, lo más cargado que puedas, así queda igual de amargo que mi día.

—¿Vas a querer algo más? -pregunta Harry.

—Solo eso, brillitos. -le responde, haciendo alusión al brillo que le gustaba llevar en los ojos.

Fictober | Drarry y otros ships.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora