-9- (E)

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" Hice de mi infierno, un lugar apto para vivir"

— Fue la mujer que te engañó.— reclama, yo le doy una lamida al helado que tome de la nevera.

— ERROR... le mentí, pero siempre le fui  fiel. Tu fuiste la que se acostó con otro y se esta haciendo la más inocente.— Max me regaña con la mirada, yo simplemente meto todo el helado a mi boca haciendo que su mirada cambie de lugar y el toque su cuello incómodo.

— Perdóname, pero yo soy la que tiene voz y voto en esta casa.— señala su anillo.

— Podrás tener la voz y el voto pero yo tengo al dueño. Dame una servilleta.— Max me da lo que le pedí, la tomo y limpio mi boca, justo  cuando lo hago el mueve su cabeza confundido.

Señalo mi dedo vacío y la servilleta.

Esta chica debe tener el amor propio por el suelo como para pelear por un hombre, digo... yo también estoy peleando por el pero son dos cosas diferentes.

Yo si tengo amor propio y este, es MI hombre.

— Ustedes dos... dejen de discutir. Alexandra, ve a tu casa y tu Nayla. No termines la paciencia que te tengo.— Alexandra se va de mala manera, yo simplemente termino el helado con una sonrisa divertida.

— Puedes dejar de comportarte como una arpía? — pregunta, yo suelto una risa divertida provocando que se acerque a mí.

— Y dejar mi diversión? — me toma del cabello jalando hasta enfrente de el, yo simplemente sonrió ante ese gesto que me permite estar cerca de sus labios. — Apenas estoy empezando Morreti, yo tu tomo asiento y veo como el mundo arde.— le doy un beso rápido divertida viendo como me suelta por completo.

— Eres diferente.— yo lo tomo del cuello de su camisa para acercarlo a mi, subo mis piernas a su cintura. Sus manos van hasta mi trasero que es cubierto por una de sus camisas, una vez llegue no me quedo otra que tomar una ducha.

— Es obvio que soy diferente, esa Nayla sumisa. No existe.— murmuró en su oído, escucho un jadeo de su parte que me eriza la piel. — Tienes enfrente de ti, al diablo en persona. — muerdo su oreja un poco.

El me alza para pegarme contra la columna con fuerza, suelto un jadeo adolorida pero aún así tomo su rostro entre sus manos y hundo mis labios contra los suyos.

El sube la camisa tocando mi piel y dándole pequeños pellizcos, muevo un poco mis caderas sintiendo su excitación en mi.

— En un infierno no existen dos diablos, cariño. Es hora de comprobar quien está más corrompido.— murmura en mi oreja para llevarme hasta su habitación.

En cuanto llegamos me arroja a la cama con fuerza, yo no puedo evitar reír en cuanto siento sus besos en mi cuello.

En un infierno no dirigen dos diablos, pero uno debe estar más corrompido para ganar.

¿Cómo saber quién está más roto, si ambos se provocaron el dolor?

▪︎     ▪︎    ▪︎

En una escala del uno al diez, si pudiera medir mi dolor.

Sin duda diría que diez.

Pero, en una escala del uno al diez. Si pudiera medir mi diversión.

Seria un numero infinito.

Termino de colocarme la camisa y sus pantalones teniendo que amarrarlos. Dejo mi cabello en una mini dona dejando las marcas de mi cuello notable, mi espalda estaba igual de marcada pero no se podía ver gracias a la camisa.

— Como piensas irte con tantos guardias? — me tenso ante su voz ronca, lo veo levantarse de la cama como Dios lo trajo al mundo. Muerdo mi labio cuando se coloca sus pantalonesn un poco caído. — Tengo una sorpresa para ti.— dice,veo como saca un portafolio y una carpeta.

Me tira la carpeta y la tomo antes de que caiga, prende la computadora dejando ver un video.

Un video en donde mató a alguien y luego disparó a la cámara.

— ¿Qué es esto?— pregunto, el sonríe para hacerme abrir la carpeta.

La abro quedándome sin aire al leer las letras en negrillas.

— ¿Certificado de matrimonio?— preguntó, el sigue con su sonrisa.

— Te preguntas por qué no me caso con Alexandra? — niego, el blanquea sus ojos. — La respuesta, Belladona. Es por que legalmente estoy casado contigo. — ¿qué?

— ¿Qué quieres decir?— preguntó.

— Quiero decir, que soy legalmente tu esposo. Así que, puedes imaginar que pasaría si ese video llega a la policía? Tu pobre hermana... estaría bajo la custodia legal de un monstruo como yo.— toma un mechón de mi cabello poniéndolo en otro lugar. Intento golpearlo pero el me sostiene con fuerza.

— Qué quieres a cambió? — gruño, el vuelve a sonreír.

— Quiero que encuentres a un hombre, que lo investigues y luego lo mates.— me entrega otra carpeta la cual tomó de mala manera.

— Y si no quiero?— pregunto con una sonrisa igual que la suya.

— Creo que te confundiste, Belladonna. Aquí el que manda soy yo. Tienes que hacer lo que te digo por que... no quieres a tu hermana con alguien como yo, verdad?— su voz se vuelve firme. Ambos nos miramos por un largo tiempo.

— ¿Por qué haces esto?— preguntó, el sonríe acercándose a mí mejilla.

— Solo te doy un poco de tu propia medicina, cenicienta traicionera.— me da un beso que me eriza toda la piel, contengo las ganas de golpearlo.  — Aprende que conmigo no se juega, por más que me traigas loco y este enamorado de ti. No tientes al Rey de la mafia. — se aleja.

— Cuando dejes de querer golpearme, baja. Un auto esperará por ti.— cierra la puerta.

Respiro hondo para voltearme y verme al espejo. Me doy una sonrisa totalmente sin cordura.

Bajo las escaleras tan rápido como puedo, cuando estoy lo veo con una taza de café en su mano. Mientras un guardia pasa por mi mi lado y va al suyo, yo sonrió.

Salgo de la mansión para ir por el camino hacía la camioneta. Todos se voltean ante su grito emocionado.

— TEN UN LINDO DÍA, ESPOSA MÍA.—  entro a la camioneta cerrando con fuerza. El rie para volver a entrar a la mansión, yo me coloco el cinturón para mirar al frente con una sonrisa divertida.

Oh... Maximiliano Morreti, acabas de hacer de esto.

Un juego en donde ambos somos el diablo.

Madame #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora