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" No hay  un amor que dure para siempre, ni un dolor que duela para siempre."

Tomo la silla, trueno un poco mi cuello para tomar la cuchilla del pie del hombre y limpiarla con su pantalón.

— Dónde están las Madam's?— pregunto otra vez, el hombre me mira con ganas de llorar.

— Pudrete.— blanqueo mis ojos, sonrió cuando vuelvo a clavar la cuchilla en su muslo. La muevo de lado a lado haciendo que sus gritos se vuelvan más fuertes y me haga sentir relajada.

— Vuelvo a preguntar y espero una respuesta.— saco la daga viendo como ahora si llora. — Dónde. Están. Las. Madam's.— por cada palabra clavo la daga en su muslo.

— Eres una perra.— llora, con la punta de la daga la paso por su rostro viendo como una gota de sangre corre la herida.

— Si, soy una perra. ¿Pero sabes algo más? — sonrió. — Soy la perra a la que todos le tienen miedo. — murmuró en su oreja.

Me separo de el para dejar la daga en la mesita, Linda le da una sonrisa divertida al hombre para sentarse sobre su regazo.

— ¿Te molesta si te picó un dedo?— el hombre asiente suplicando por que no lo haga,ella se levanta y jala la cabeza del hombre haciendo que este me vea.— Pues a ella le molesta que no le respondas, empieza a hablar o despídete de tus dedos.— el niega.

Chasqueo mi lengua, Linda toma su mano y yo tomo otro cuchillo más grande. Sin importar su llanto simplemente aplico toda mi fuerza sobre el dedo del hombre y el filo del cuchillo.

Justo cuando dejó el cuchillo el empieza a hablar.

— Cada semana cambian su posición, no estoy seguro de donde pueden estar ahora.— tomo otro dedo y el chilla.

— Están en lugares abandonados, donde puedan estar todas y nadie sospeche. Están en la mansión de las afueras de la cuidad.— Simone busca en la computadora rápido, justo cuando lo hace puedo ver que tiene razón.

Quien diría que Simone puede buscar a alguien con solo una computadora.

— Ahora me puede dejar ir?— dejo el cuchillo en el suelo, saco mi arma quitando el seguro.

— No.— sus ojos se abren en grande y yo disparo, por el impacto su cuerpo cae junto con la silla salpicando el suelo y la pared de sangre.

— Nos faltan tres hombres más, vamos por ellos y nos preparamos para acabar con esas perras.— abro la puerta viendo a los guardias, estos entran y se llevan el cuerpo.

Yo simplemente subo a la habitación y me limpio por completo, tiro la ropa manchada de sangre a la basura. Limpio mi rostro y cuerpo viendo como el suelo se tiñe de rojo por sangre que no es mía.

Cada día iba más cerca, cada día le daba una venganza justa a Max, cada día podía estar más tranquila.

Cada día pasaba y aun Max no despertaba.


Salgo de la ducha para secarme y ponerme la ropa interior, mi cuerpo quedó intacto luego del embarazo. Fue uno complicado, lo soporté por los guardias y las chicas.

Nadie fuera de esta mansión sabía que Maximiliano Morreti y una Madame tenía una hija. Y de eso me encargaría aún que me cueste mi vida.

Me miró al espejo viendo los nuevos tatuajes, el nombre de Caeli, su fecha de nacimiento y de cierta forma.

Me puse una M.

Tal vez sea de mala suerte ponerse el nombre de su pareja.

Pero el amor que tengo por Max es fuerte, el vacío que siento cuando lo veo en esa cama es uno que no puedo tan siquiera describir.

— Oh... hola.— Mía aparece en cuanto salgo, detrás de ella aparece su acosadora. Caeli corre hasta mi y yo la atrapo en un abrazo, miro a Mía quien se encuentra arreglando su ropa en cada momento.

— Saldras con Erick?— se sonroja, yo suelto una risa.

— Ve y diviértete, recuerda mandarme un mensaje o llamarme si pasa algo. Tienes tu arma y las llaves del coche? — asiente.

Se despide y yo voy al cuarto de la copia exacta de Max, la dejo en la cama y ella mueve sus pies mientras pongo su pijama en la cama y saco su toalla.

— Caeli... donde dejaste tu osito?— ella me da una sonrisa y yo suspiro.


La bajo de la cama y ella sale corriendo como alma en pena, mientras ella corre a dios vaya a saber donde. Yo voy al baño y lleno su agua con su jabón.

— Caeli Morreti, es hora de tu baño y de ir a dormir.— termino de entrar a la habitación de Max viendo a Caeli en la silla y subiendo a la cama.

Tomo el oso en el suelo justo cuando escucho su risita y una tos.

— Papi...— me tensó, me levanto por completo viendo a Caeli abrazando a Max.

Ojos penetrantes que miran tu alma.

Una sonrisa arrogante que acaba con tu paciencia.

Unos labios que te llevan al pecado.

Unos tatuajes que te intrigan al observar.

— Belladonna...— su voz está tan ronca que casi ni se escucha, el mira a Caeli de forma extraña.

Ella me mira a mi, ambos par de ojos del mismo color y con la misma intensidad me miran.

Yo simplemente lloró, veo al doctor que cuidaba a Max y por obligación tenía que vivir en la mansión entrar asustado.

Una vez ve a Max despierto parece sentirse aliviado y no lo culpo.

El doctor le pregunta algunas cosas y el las responde de forma lenta pero correcta, le hace una que otra prueba mientras que yo llevo a bañar a Caeli y la pongo a dormir.


— Esta débil, afortunadamente recuerda todo. Es un milagro Señora Morreti, debe mantenerlo fuera de estrés por una o dos semanas — asiento, me da una sonrisa.

Yo entro a la habitación en silencio, sonrió al encontrarlo viendo sus manos y sus pies.

— Cuánto llevó así? — pregunta, muerdo mi labio.

— Tres años.— el junta sus cejas.

— Caeli... me perdí tu embarazo. — de alguna forma su voz parece rota, justo cuando alza su cabeza veo sus ojos rojos.

Yo simplemente lo abrazo con fuerza, el me devuelve el abrazo y yo me quedo en su hombro llorando como niña.

— Te extrañe mucho... no sabes, lo difícil que fue estar sin ti.— me toma el rostro para limpiar mis lagrimas, su frente se pega a la mía y yo intento respirar tranquila.

— Te amo.— ambos decimos eso a la misma vez, suelto una risa mientras el sonríe.

Y es que si, a pesar de las altas y bajas.

Me enamoré de Maximiliano Moretti.

Madame #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora